El fotógrafo del New York Times estuvo presente durante 35 días, siendo testigo de 57 asesinatos.
1.00 AM en Filipinas. El fotógrafo del New York Times, Daniel Berehulak, se baja del auto en donde viajaba para encontrarse con la reciente viuda de Romeo Torres Fontanilla. El «Tigas», como lo conocían, acababa de ser abatido por dos hombres en motocicleta. La «excusa» del asesinato fue la campaña contra las drogas que el presidente Rodrigo Duterte comenzó cuando tomó posesión el 30 de junio: desde entonces, cerca de 2000 personas han sido asesinadas a manos de la policía.
Así, como la historia del «Tigas», son muchas otras las que ocurren día a día en Manila. Asesinatos en la acera, en las vías del tren, frente a una escuela para mujeres, afuera de tiendas reconocidas. El presidente Duarte argumentó a su llegada que «hay que matarlos a todos». Frase que fue engalanada en una de sus últimas comparecencias, cuando dijo, con efusividad, que «se pueden esperar 20.000 o 30.000 más» asesinatos durante los últimos meses del año.
Su campaña contra la droga le ha traído tanto detractores como partidarios. Uno de los últimos adherentes a su política fue el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quien llamó a Duarte para felicitarlo y decirle «bueno, lo estamos haciendo como una nación soberana, de la manera correcta”. Pero los testimonios de la calle indican que no todo es tan «correcto».
El «Proyecto Tokhang», como se le conoce al plan de erradicación de la droga, deriva de una frase que significa “golpea e implora” en cebuano, la lengua materna de Duterte. La iniciativa ha arrestado a más de 35.600 personas. 727.600 consumidores de drogas y 56.500 traficantes se han rendido hasta ahora, haciendo que las cárceles colapsen. Las personas que se resisten, son asesinados.
Este hecho de resistirse es conocido, por la policía y los afectados, como «Nanlaban» («Se resistió», en su lengua). Eso se escuchó en la casa de Florjohn Cruz, de 34 años. Su sobrina dijo que encontraron un mensaje de cartulina que decía “Traficante en Adik Wag Tularan” —no seas traficante y adicto como él— mientras limpiaban la sangre de Cruz en el piso. El reporte policial indica que corrió a buscar un arma y le disparó a los policías. Pero la viuda de Cruz, Rita, indica que estaba arreglando una radio para su madre de 71 años. Además, señala, con pena, que su esposo ya se había rendido ante el llamado de Duarte. Los policías llegaron igual y lo asesinaron.
Los velorios son pan de cada día, y los cementerios ya están colapsados. Además, contratar un servicio fúnebre es extremadamente caro, lo que hace que muchas familias despidan a sus padres, amigos, compañeros en fosos comunes.