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El verdadero costo del muro de Trump FT Weekend

El verdadero costo del muro de Trump

Los planes del presidente estadounidense tendrían un gran impacto en las economías locales de pueblos y ciudades a ambos lados de la frontera.


Por Nathan Brooker 

“Al sur de la frontera, por el camino a México,
 Ahí es donde me enamoré, donde las estrellas
 en el cielo salen a jugar.
 Y ahora mis pensamientos
 siempre vagan
 Al sur de la frontera, por el camino a México”

La mujer sobre quien Gene Autry canta en la película de 1939 «Al Sur de la Frontera» vivió lo suficiente para ver a Donald Trump como presidente electo. Nacida en Oaxaca en 1910, la actriz mexicano-estadounidense Lupita Tovar, quien interpretó a la encantadora Dolores Mendoza en la película, murió a los 106 años en Los Ángeles el 12 de noviembre del año pasado.

La imagen de la frontera con México como un lugar de exuberante tentación, magia y pasión bien podría haber sido enterrada junto con ella. Con Trump ya instalado en en la Casa Blanca,  el muro fronterizo — quizás la quintaescencia de la propuesta de su campaña y la última palabra en las relaciones amistosas entre EE.UU. y México — está próximo a convertirse en política.

Cómo afectará a las personas que viven en las ciudades y pueblos que se ubican en las 3.200 km de frontera no está claro aún. Tampoco está claro cuánto va a costar todo. Trump ha prometido muros de varias alturas y longitudes durante toda la campaña. Para el momento en que venció a Hillary Clinton en las elecciones, ya había admitido que algunas partes del muro podrían ser «vallas».

Partes del muro ya son vallas. Se construyeron aproximadamente 1,100 km de vallas de metal a lo largo de la frontera sur de conformidad con la Ley del Cerco Seguro de 2006. Eso costó alrededor de US$2.4 mil millones. Todd Sternfeld, jefe ejecutivo de la compañía de construcción con sede en Texas, Superior Concrete Products, estima que 3,220 km de muro podrían costar hasta US$50 mil millones.

A ese precio — si EEUU paga la cuenta — Trump podría construir la Presa Hoover 70 veces. No es de extrañar que algunos duden que el muro se construya.

«En primer lugar, nadie piensa que vaya a suceder», dice Julie Kershner, una agente de bienes raíces en Los Cabos, un enclave de alta gama en el estado mexicano de Baja California. Como tal, Kershner dice que a sus compradores, de los cuales el 65 por ciento son de EEUU, no les afecta el muro. «No es un problema», dice ella.

Los Cabos, México.

Sin embargo, eso podría ser una ilusión. La perspectiva de que no se construya no evitó que las acciones de las empresas constructoras que podrían construir el muro se dispararan. El día después del triunfo de Trump, las acciones de Vulcan Materials, con sede en Alabama, registraron su mayor ganancia de precios de un día desde que la compañía comenzó a cotizar en bolsa en enero de 1972, con un aumento del 9.9 por ciento; las de Martin Marietta Materials, con sede en Carolina del Norte, aumentaron en un 12 por ciento.

Si alguna compañía recibe el visto bueno para la construcción del muro, el impacto sobre los mercados de bienes raíces a lo largo de la frontera podría ser profundo. Si las estimaciones son correctas, les tomará a 40.000 trabajadores al menos cuatro años construirlo, lo cual podría elevar los alquileres y los precios de la vivienda en ciudades fronterizas estadounidenses como Calexico y San Ysidro en California, y Laredo en Texas.

Si México termina costeando el muro — como Trump ha dicho muchas veces — esos beneficios se transferirían al lado sur de la frontera. Un intrépido inversionista quizás desee arriesgarse con Ciudad Juárez, la ciudad mexicana en la frontera sur de El Paso.

Los compradores estadounidenses acaudalados ciertamente no parecen estar perdiendo el apetito por las propiedades mexicanas de primera categoría. El valor del peso frente al dólar se ha reducido a la mitad en cinco años y perdió un 13 por ciento tras la elección, haciendo que las propiedades en sitios populares para poseer una segunda residencia, como Los Cabos, Playa del Carmen y Cancún, luzcan un poco más atractivas.

Sin embargo, todavía podría haber motivos de preocupación. Antes de las elecciones, el senador mexicano Armando Ríos Piter sugirió que las propiedades de estadounidenses al sur de la frontera podrían ser confiscadas si la política exterior de Trump tuviera un impacto demasiado negativo sobre la economía mexicana. Actualmente, el derecho de los compradores estadounidenses a poseer propiedades en México está respaldado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que, por supuesto, Trump ha amenazado con anular.

San Diego, EEUU.

Compradores de México, Brasil y Argentina ya han desertado del mercado estadounidense en masa. «Hemos tenido una brusca caída en el número de compradores latinoamericanos en los últimos 90 días», dice Jerimiah Taylor de Keller Williams en San Diego.

Taylor dice que los acaudalados expatriados mexicanos que normalmente pagan de US$2 millones a US$5 millones por una casa en San Diego están liquidando sus activos inmobiliarios en EEUU y tomando rumbo sur, hacia el otro lado de la frontera. «Yo estuve hablando con dos agentes que se ocupan principalmente de ese mercado. Uno sentía que estaba totalmente impulsado por la economía del peso débil. El otro sentía que había dudas en torno a la situación política con nuestro nuevo presidente electo», dice. “Sus clientes están preocupados de que sus hijos sean intimidados en la escuela”.

El número de compradores latinoamericanos ha disminuido en Miami también, dice Allan Kleer de Fortune International Realty. Según la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios (NAR, por sus siglas en inglés), el porcentaje de mexicanos que compran casas en EEUU disminuyó desde el 7.9 por ciento de las ventas internacionales en 2012 hasta un 4.6 por ciento el año pasado.

Entre marzo de 2015 y marzo de 2016, la NAR calcula que, para aquellos quienes compran en pesos, el precio promedio de una casa en EEUU aumentó en un 22 por ciento. Pero la dura retórica también ha jugado un papel.

El Paso, Texas.

El aumento de la hostilidad en EEUU hacia México puede trazarse en la proyección de las zonas fronterizas en el cine y la literatura, afirma Josiah Heyman, director del Centro de Estudios Interamericanos y Fronterizos de la Universidad de Texas en El Paso. Para 1956, el yodel del vaquero Gene Autry había dado paso al estridente ritmo de «Down in Mexico» de The Coasters, un sensual doo-wop clásico sobre un bar en Mexicali. Un año más tarde, después de recorrer EEUU en la novela beat «En el camino» de Jack Kerouac, Sal Paradise pasa por Nuevo Laredo en su camino hacia la Ciudad de México y queda encantado por la bebida barata y las mujeres. «Al fin habíamos encontrado la tierra mágica al final de la carretera», dice, «y nunca nos habíamos imaginado hasta dónde llegaba esta magia».

En 2015, la imagen era totalmente diferente. En la película «Sicario» de Denis Villeneuve, agentes del FBI persiguen a los carteles de la droga a través de las calles de Ciudad Juárez en vehículos con ametralladoras, vestidos de uniformes negros blindados. Parece un Irak destrozado por la guerra.

Ciudad Juárez, México.

Heyman estima que más de 1 millón de personas trabajan en el lado mexicano de la frontera, en las plantas de ensamblaje, o maquiladoras, que benefician a las compañías y a los consumidores estadounidenses. La ya concluida administración Obama estimaba que el comercio mexicano-estadounidense tenía un valor de aproximadamente US$1.6 mil millones al día.

«Francamente, muchas de las ideas que tiene EEUU sobre México son de abnegación hipócrita», dice Heyman. Estas proyecciones son «más un reflejo de nosotros mismos que de la realidad del otro».

Heyman dice que la percepción de la frontera con México como un lugar de libertinaje puede remontarse a la era de la prohibición de la década de 1920. «Creó un enorme negocio de alcohol, juego y sexo en el lado sur de la frontera», dice. «El hecho es que Tijuana no se habría convertido en una capital de tráfico sexual si no hubiera sido por la demanda del sur de California».

El papel de la demanda estadounidense se encuentra notablemente ausente en cualquier conversación sobre el muro de Trump, dice. Como elemento de disuasión para la migración ilegal, la política no reconoce que los migrantes indocumentados vienen a EEUU porque saben que pueden conseguir trabajo aquí.

Como medio para reducir el contrabando de drogas, no reconoce que, aunque las drogas llegan a EEUU procedentes de México, hay un comercio en la frontera que va en la otra dirección: las armas que van hacia el sur, de EEUU a México. El brusco aumento de la violencia armada entre los carteles de la droga mexicanos es resultado de la guerra contra las drogas encabezada por EEUU, dice Guadalupe Correa-Cabrera, una politóloga afiliada al grupo de estudio Wilson Center. «Las estrictas leyes estadounidenses han tenido la consecuencia involuntaria de obligar a los carteles a organizarse mucho mejor», asevera.

El contrabando de drogas y la trata de personas son negocios como cualquier otro, dice. La construcción de un muro fronterizo probablemente sólo aumentará el incentivo económico para la delincuencia. «Si hay más formas de ganar dinero, las bandas criminales se van a organizar más y se volverán más eficientes», afirma. «Y, me temo, mucho más violentas».

Si se construye el muro de Trump, la ganancia a corto plazo en las ciudades fronterizas generada por la afluencia de trabajadores de la construcción probablemente disminuirá conforme sus economías — que alguna vez fueran sufragadas por la relativamente libre circulación de personas entre EEUU y México — se volverían menos viables.

Los inversionistas que buscan el lado positivo harían bien en recordar el Muro de Berlín. Cuando se construyó, el área era una zona de exclusión para cualquiera, ni hablar de los compradores de propiedades; no es de extrañar que «una franja de muerte» en el barrio afecte los precios de la vivienda. Y, sin embargo, los nuevos apartamentos construidos en el lugar actualmente alcanzan los precios más altos de la ciudad. En 25 años, cuando alguien, sin duda, venga y derribe el muro de Trump, quizás regresará también el atractivo de las áreas fronterizas.

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