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El viejo garaje, un espacio de creatividad e invención FT Weekend

El viejo garaje, un espacio de creatividad e invención

Ofrece flexibilidad y libertad, y ha contribuido al despegue de muchos sueños y empresas «startup», desde Hewlett-Packard hasta Apple.


Por Edwin Heathcote

Apple, Google, Amazon, Hewlett-Packard y Walt Disney. ¿Qué tienen en común? ¿Ventas multimillonarias? ¿Capitalismo voraz? Sin duda. Pero quizás lo más interesante es que cada una de ellas comenzó en un garaje suburbano.

El garaje es el lugar más prosaico, más funcional, menos aislado y probablemente más desordenado de una casa. Pero, quizás precisamente porque es un espacio tan marginal, ha podido albergar una gama casi ilimitada de usos. Un garaje puede ser adaptado, adoptado y reinventado como taller, estudio de música o calabozo fetichista y se ha convertido, en cierto modo, en el nexo de la cultura contemporánea y el comercio. Los modestos cobertizos originales de Disney y Hewlett-Packard son ahora piezas de museo, preservadas y restauradas como artefactos culturales.

Esta situación cultural es poco intuitiva. Cuando pensamos en creatividad, tendemos a pensar en las ciudades, en la colisión fortuita de clases y razas, en las chispas de inspiración que ocurren cuando las personas están hacinadas juntas en diversas comunidades y las mentes más brillantes son atraídas por el imán multicultural de la riqueza. Eso, al menos, es el consenso urbanista contemporáneo.

Dave Packard y Bill Hewlett, en 1939, probando un oscilador de audio que desarrollaron en el histórico garaje donde nació la compañía HP.

Sin embargo, extrañamente, pueden ser sólo los suburbios — el soso y aburrido ecosistema de casas idénticas y callejones uniformes— los que han sido el motor detrás de los desarrollos en la tecnología, la música, el cine y la ingeniería que han impulsado el crecimiento durante todos estos años.

Estoy escribiendo estas mismas palabras desde un espacio que una vez fue mi propio garaje. Sus paredes están forradas de libros, pero detrás de esos lomos están los desnudos ladrillos de la década de 1960 que alguna vez albergaron un auto y un piso de hormigón lleno de aceite. De hecho, esa fue la razón por la que compré esta casa, la idea de que este espacio tan poco atractivo se convirtiera en una oficina perfecta.

Curiosamente, exactamente en el momento en que estamos potencialmente dándonos cuenta del valor del garaje, está pasando de moda. Los nuevos desarrollos urbanos (al menos en el mundo occidental) tienden a despreciar el automóvil en favor del transporte público.

Es una perspectiva que los desarrolladores pueden mantener como un compromiso virtuoso con la caminabilidad y la intensificación urbana pero que, casualmente, les ahorra una cantidad enorme de dinero. Mientras tanto, los desarrollos suburbanos como los que impulsaron el enorme crecimiento de posguerra en EE.UU. y Australia, y también en la periferia de las ciudades europeas más históricas, se les cuestiona como expansión urbana. El resultado es una crisis de vivienda popular sin precedentes en urbes como Londres, Nueva York, París y otras.

El mito dice que Steve Jobs y Steve Wozniak crearon la marca Apple dentro de un garaje. Wozniak, sin embargo, salió en septiembre de 2015 a desmentir esa versión.

Esto no es una defensa de los suburbios, sino una elegía a la idea de un espacio que puede ser lo que uno quiera.

El título de un pequeño nuevo libro de la artista Olivia Erlanger y el arquitecto Luis Ortega Govela es “Garage: Hate Suburbia”. El encantador y ligeramente extravagante libro (autopublicado) propone el garaje como «el héroe silencioso del siglo XX».

Erlanger y Govela reúnen un elenco de personajes ilustres para ilustrar el estado del garaje en la cultura contemporánea, desde Frank Lloyd Wright hasta Lester Burnham, el personaje de Kevin Spacey en American Beauty. Para Burnham, dicen, el garaje suburbano es un lugar donde él puede «fumar, ejercitarse, masturbarse», es la perfecta cueva de hombres para acomodar la crisis de la mediana edad.

Frank Lloyd Wright entra en la historia como, quizás, el primer gran arquitecto que reconoció el potencial transformador del auto. Su Robie House (Chicago, Illinois) de 1908 a 1910 fue, según los autores, la primera en integrar un garaje en la estructura de la propia casa.

El doctor Emmett Brown, interpretado por el actor Christopher Lloyd, utiliza un garaje como laboratorio en la película «Volver al Futuro».

Previamente los coches se guardaban cobertizos separados más similares a establos porque se los consideraba un grave riesgo de incendio. El trabajo empezó en Robie House el mismo año en que el primer Ford Modelo T saliera de la línea de producción, por lo que las historias del garaje suburbano y de la arquitectura avant-garde están sorprendentemente entrelazadas.

Pero otros personajes también entran y salen de la historia. Está Steve Wozniak, el peludo compañero en los inicios de Steve Jobs, quien se dice que desarrolló los primeros productos de Apple en un garaje, aunque él mismo relata que el garaje se utilizaba principalmente para almacenamiento (a veces el mito es más fuerte que la realidad).

Están Gwen Stefani y Kurt Cobain y el surgimiento de las bandas de garaje. Y, por supuesto, están las ventas de garaje, los gimnasios caseros, los estudios de grabación, los estudios de artistas y las galerías. Parece que el garaje es un depósito vacío, capaz de acomodar casi cualquier fantasía.

El garaje de Kurt Kowein marcó el inicio de la banda Nirvana.

Arquitectónicamente, incluso cuando están integrados en una casa moderna, el garaje suele tener una calidad cruda e inconclusa en contradicción con la domesticidad del hogar que lo envuelve. Con sus paredes de ladrillos expuestos, sus pisos de hormigón, sus estanterías de acero y sus sistemas de pesadas puertas mecánicas, representa la invasión del espacio industrial en lo doméstico.

De apariencia inacabada, es un lugar donde la estructura de la casa se revela francamente, en lugar de ocultarse obsesivamente, y sigue siendo uno de los pocos espacios (quizá junto con la bodega y el desván) que permiten la imposición de la imaginación y las posibilidades ilimitadas de la reinvención.

Si el garaje es el espacio de la invención, también es un sitio de angustias existenciales. Lester Burnham sufre su crisis de los cuarenta en su cueva de hombres. Hay un sinnúmero de películas en las que el garaje se convierte en un espacio transformacional, como Back to the Future (Volver al Futuro), donde funciona como laboratorio. Es también el escenario de dramas de la vida real, un espacio oculto que las personas utilizan para suicidarse dejando el motor en marcha y dejando que el humo lentamente los ahogue. El garaje es una habitación de la casa que no tiene ventanas, es la más privada y, en consecuencia, de un modo extraño, la habitación más íntima.

El garaje es también el símbolo de la intimidad de los superhéroes, como en el caso de Batman.

Puede convertirse en el espacio de la obsesión. Existe el deseo casi sexual del coche en el garaje, recordemos Ferris Bueller’s Day Off (Un experto en diversión) u otra versión, más antigua pero igual de mágicamente transformacional como Chitty Chitty Bang Bang. O incluso la baticueva de Batman, la esencial cueva de alta tecnología para hombres, garaje suburbano glorificado y espacio de transformación.

La razón por la que el garaje es tan abierto a la adaptación es que, efectivamente, es redundante. Diseñados para una época en la que los autos se oxidaban y goteaban aceite cuando se dejaban a la intemperie, no son realmente necesarios para los vehículos modernos.

Quizás esa redundancia armoniza con la crisis contemporánea de la masculinidad. Lo que una vez fue el espacio masculino ahora es obsoleto. Necesita ser reapropiado y lo que una vez fue el sitio de la crisis masculina de los cuarenta, tiene que adaptarse a otro tipo de crisis.

Originalmente los garajes estaban destinados a guarecer a los automóviles para eitar su oxidación y deterioro a la intemperie.

El aumento de los precios de las propiedades en muchas ciudades ha llevado a los jóvenes a permanecer mucho más tiempo que nunca antes en sus hogares familiares. Los garajes están siendo adaptados y ampliados como alojamiento para hijos adultos. Una especie de opuesto diametral al departamento de la abuelita. El departamento del bebé, quizás.

Mientras se adaptan los garajes en sí, su esencia misma se ha convertido en el material de la arquitectura.

El arquitecto Teddy Cruz, quien trabaja en las zonas urbanas transfronterizas como San Diego/Tijuana, me señaló cómo muchos mexicanos, a menudo involucrados en la industria de la construcción a lo largo de la frontera, que han tomado los escombros de garajes demolidos y obsoletos del auge de la construcción suburbana de la posguerra en EE.UU. y los han readaptado al sur de la frontera como elementos de asombrosas viviendas autoconstruidas.

Una venta de garaje.

Las coloridas y características puertas de garaje de mediados de siglo aparecen ahora como paredes y cobertizos, como puertas y cubiertas de porches en ejemplos ocasionalmente brillantes de adaptación y reutilización inventiva.

Aparentemente, el garaje suburbano verdaderamente es el regalo que nunca se acaba.

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