Según diversos estudios, no es lo mismo tener un amigo que una amiga. Sin embargo, los expertos insiste que son diferencias sociales y no biológicas
Es una noche cualquiera, y el bar está lleno de hombres que gritan y se abrazan mirando la pantalla del televisor, celebrando un gol de su equipo. A la misma hora, un grupo de amigas ha decidido que ese día no saldrán, pero más de una llamará por teléfono a otra para comentar cualquier novedad en la vida de ambas. La escena descrita suena a un discurso más sobre las diferencias de género; sin embargo, según Robin Dunbar, investigador de la Universidad de Oxford (Reino Unido), refleja de manera precisa el modo distinto en que hombres y mujeres alimentan la amistad, informó El País.
Dunbar, biólogo evolutivo, presentó recientemente un estudio en el encuentro anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS). Tras analizar los vínculos amistosos de 30 jóvenes de ambos sexos, concluyó que, en el caso de las chicas, si estas lograban mantener una amistad con otra mujer a lo largo del tiempo —incluso si había distancia de por medio— es porque se preocupaban de establecer un contacto telefónico continuo y prolongado. Los chicos, por su parte, conservaron a sus amigos gracias a hacer cosas juntos.
¿Más diferencias? Las féminas, añade el experto, suelen tener relaciones de amistad mucho más fuertes y cercanas que los hombres, y estas son «muy parecidas a las relaciones románticas, en el sentido de que si rompen, lo hacen catastróficamente», explicó en el congreso. Los hombres, sin embargo, al no ser tan drásticos en sus relaciones amistosas, tendrían más probabilidades de mantener su grupo con el correr de los años.
El trabajo de Dunbar es uno más de los muchos que subrayan las disimilitudes entre ellos y ellas respecto a sus relaciones amistosas. En 2007, un estudio realizado por el profesor Jacob M. Vigil, de la Universidad de Nuevo México (EE UU), distinguió entre «grandes coaliciones funcionales en los hombres y relaciones íntimas y seguras en las mujeres».
¿Pero acaso no somos iguales?
A la hora de encontrar explicación a estas aparentes diferencias, Carmen Rodríguez, doctora en Pedagogía y autora del libro Género y Cultura Escolar, sugiere que es la herencia cultural —y no la biológica— la que está detrás de esas actitudes. La experta insiste en que no existen diferencias de género en las relaciones de amistad de niños con niños y niñas con niñas que no sean construidas socialmente: «Desde que nacen están condicionados en sus juegos y en las expectativas y estereotipos para comportarse como se espera que lo haga un chico y una chica”.
“A ellas, los modelos estereotipados de princesas y amor romántico las hacen dependientes; y a ellos, la exigencia de ser fuertes y valientes les lleva a no expresar con facilidad sus sentimientos y tener dificultades de adaptación”, dice Rodríguez, para quien esas construcciones sociales “hacen que las niñas jueguen más a contar historias y a divertimentos narrativos que se relacionan con el lenguaje, mientras que ellos utilizan el espacio y el movimiento”.
Sobre este asunto, Niobe Way, profesora de Psicología Aplicada en la Universidad de Nueva York (EE UU), asegura en su libro Deep secret: Boy’s friendship and the crisis of connection («Secreto profundo: la amistad del chico y la crisis de la conexión») que, hasta las primeras etapas de adolescencia, tanto mujeres como hombres comparten sus secretos y sentimientos más profundos de la misma manera con otros chicos de su mismo género; sin embargo, a medida que los varones van creciendo, se vuelven desconfiados y piensan que para “convertirse en hombres” deben volverse estoicos e independientes. Para esta especialista, la solución para evitar lo que llama una “crisis de desconexión” de los varones durante la adolescencia radicaría en exponer y visibilizar las inexactitudes de nuestros estereotipos de género.
A una conclusión similar llega Geoffrey Greif, investigador de la Universidad de Maryland (EE UU). Según explica, los hombres, desde una edad temprana, son educados por la sociedad para tener dificultades a la hora de establecer y mantener amistades. “Hemos sido criados para competir y no cooperar”, asegura. Todos los expertos consultados ven clave la educación para que la amistad carezca de género más allá de los 16, se forme en un partido de fútbol o a través de una larga conversación telefónica.