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El clóset laboral: trabajo y visibilización Lesbiana Yo opino

El clóset laboral: trabajo y visibilización Lesbiana

Carmina Vásquez Mejías
Por : Carmina Vásquez Mejías Abogada e integrante de la Redlesbofeminista
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¿Por qué marchamos las lesbianas? Pensando en el 8 de Marzo y la necesidad social de que todas las mujeres se sientan representadas, es necesario que el Estado se comprometa a fiscalizar a las empresas y generar incentivos para que efectivamente y según lo señala la ley, nadie se sienta discriminado por motivos de orientación sexual e identidad de género, estableciendo mecanismos que aseguren el derecho a expresarlo y trabajar en armonía con ello.


A pocos días del 8 de marzo, conmemoración del día de la mujer trabajadora, las lesbianas seguimos siendo “enclosetadas” e invisibilizadas en su entorno laboral. Hace algunas semanas la madre de Carolina Torres nos contaba las pocas oportunidades de trabajo que tuvo su hija por su orientación sexual y previo a eso nos enteramos de que una pareja de lesbianas, trabajadoras de la multitienda Hites denunció que vivió episodios de lesbofobia por parte de sus superiores y compañeros, lo que terminó en que una de ellas fuera despedida y denunciara a tribunales los hechos por Ley que establece medidas contra la discriminación (Ley Zamudio) e interpusiera una demanda de Tutela Laboral por vulneración de derechos fundamentales. Su polola, por otra parte, sigue trabajando para la marca y, según relató a diversos medios, continua siendo víctima de discriminación. Estos hechos, no son aislados, más bien, es pan de cada día.

A pesar que nuestro Código del Trabajo en su art. 2 señala que “son contrarios a los principios de las leyes laborales los actos de discriminación”; y luego agrega “los actos de discriminación son las distinciones, exclusiones o preferencias basadas en motivos de… orientación sexual, identidad de género (…)”, los reglamentos en las empresas debieran reflejar la visión de la persona jurídica sobre esta temática, incluyéndolo en su gobernanza. Así, los reglamentos internos, códigos de ética o conducta y protocolos son insuficientes, limitándose, en la mayoría de los casos, a señalar que el acoso sexual y laboral se encuentra prohibido, considerándose una falta grave, añadiendo que no se puede discriminar por sexo, condición o raza. Ello no es más que lo que señala el código antes mencionado, sin declarar cuál es el compromiso corporativo, junto con las medidas y mecanismos concretos que se establecen para que sus trabajadoras y trabajadores puedan expresar libremente y sin represalias su orientación sexual y/o su identidad de género, haciendo que ese respeto sea obligatorio para todos los trabajadores. En definitiva, así como la empresa prohíbe el delito, lo previene, establece mecanismos de denuncias y lo sanciona, debiera regular la prohibición de estas conductas discriminatorias, al mismo nivel y con la misma diligencia.

No hacerse cargo de este tema, lleva a que las personas de la comunidad LGBTIQ+ por lo general no hablen de su vida en el trabajo, ni de sus relaciones interpersonales, ni se involucren o siquiera conversen con sus compañeros y compañeras de trabajo, lo que irremediablemente los conduce a un aislamiento o bien, a una mimetización no voluntaria en la que se inventan una vida para poder encajar con los estándares cis-heterosexuales que imperan en el lugar de trabajo. Lo anterior contribuye a perpetuar el clóset en el que nacen y se desarrollan, tal como se refleja en los Resultados del Proyecto PRIDE de la OIT.

No salir del clóset es una medida de autoprotección, frente a los compañeros y jefes, de modo de no ser objeto de despidos arbitrarios y situaciones o comentarios acosadores e hirientes. Muchas personas día a día son obligadas a justificar y explicar en su ambiente laboral por qué no son heterosexuales o por qué su identidad no corresponde a su sexo biológico, lo que es del todo invasivo y violento. El costo para las personas LGBTIQ+ es enorme; esconderse en el espacio laboral implica un estrés innecesario que afecta al rendimiento y lleva a la alta rotación, al no sentirse comprendidos o aceptados. Tristemente, muchos ven en un trabajo precarizado, con menos retribución económica, pero con más libertad de expresar su identidad u orientación sexual, la única salida, renunciando a oportunidades al optar por cuidar la salud mental. Brutales en este sentido son las estadísticas que indican que la mayoría de las mujeres Trans en Chile y en general a nivel mundial, ejercen el trabajo sexual.

Pensando en el 8 de Marzo y la necesidad social de que todas las mujeres se sientan representadas, es necesario que el Estado se comprometa a fiscalizar a las empresas y generar incentivos para que efectivamente y según lo señala la ley, nadie se sienta discriminado por motivos de orientación sexual e identidad de género, estableciendo mecanismos que aseguren el derecho a expresarlo y trabajar en armonía con ello. Debemos reafirmar nuestro compromiso con las mujeres trabajadoras, cualquiera sea su orientación sexual, y exigir que se promueva el trabajo decente en condiciones de libertad y dignidad y especialmente visibilizando a las mujeres disidentes por su orientación sexual o su identidad de género.

Es por esto, para levantar nuestras demandas y visibilizarnos, las lesbianas marcharemos juntas como Bloque Lésbico, con la consigna #8L #lesbianasmarchando, con poleras rojas, moradas o rosadas, el día 8 de marzo a las 18.00 en la salida sur del metro Universidad Católica, pueden revisar más información al respecto en el Instagram @Redlesbofeminista

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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