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La huella que deja sufrir maltrato psicológico y físico en la adolescencia BRAGA Créditos: Foto de EFE / Santi Carneri

La huella que deja sufrir maltrato psicológico y físico en la adolescencia

Compartir las contraseñas, leer conversaciones telefónicas privadas o mantener un continuo contacto por WhatsApp son algunas de las formas con las que el chico ejercía la violencia psicológica sobre Begoña.


Cuando Begoña tenía 14 años sufrió maltrato psicológico y físico por parte de su entonces pareja, un año mayor que ella. Sus amigas, Ana y Rocío, nunca la dejaron sola y gracias a la experiencia, diez años después han aprendido a identificar y frenar la violencia en sus propias relaciones.

Para Begoña, los signos del maltrato psicológico eran muestras de amor hacia su pareja: compartir las contraseñas de las redes sociales, tener solo amistades asociadas a él, controlar su apariencia o compararla con otras chicas. Ahora las tres chicas extremeñas (con nombres ficticios) reconocen con claridad a esos signos como violencia machista.

El eco de la violencia en las amigas

Para Ana, el hecho de que su amiga sufriera maltrato psicológico y físico con 14 años ha condicionado “mucho” su relación con los hombres. Las dos amigas reconocen a Efe que ese episodio de la adolescencia ha marcado sus futuras relaciones.

Fue esa experiencia la que ayudó a que Ana y Rocío hayan aprendido a detectar con rapidez los signos de este tipo de violencia en las relaciones y a poner límites.

“Me ha faltado tiempo para ver las señales de alarma y romper”, comenta Ana al explicar que el maltrato que sufrió su amiga le hizo terminar varias relaciones en las que vio un abuso de poder.

Las amigas reconocen que de alguna forma lo que vivieron en la adolescencia les ha “beneficiado” ahora que son más mayores. Cuando conocen a un chico, se fijan en la forma que tiene de resolver los conflictos y a partir ahí deciden si dan “un paso para adelante” y empiezan la relación.

“Llevamos siempre la historia de Begoña con nosotras”, confiesan. Este aprendizaje no solo les sirve a ellas en sus relaciones, también tratan de, a través del ejemplo de su amiga, ayudar a alguna chica que pueda estar en una situación similar.

Las tres han aprendido a reaccionar para prevenir el maltrato psicológico que sufrió Begoña durante dos años de su adolescencia. Si ven que una amiga tiene cambios de comportamiento o “está pasando por una mala época”, intentan descubrir si tiene que ver con la relación de pareja.

“Yo no quería ver a mis amigas”

Desde un primero momento, el maltrato que su expareja ejercía sobre Begoña repercutió en su relación con sus amigas. De estar todo el tiempo juntas pasaron a verse solo en el instituto.

De los momentos que compartían Ana y Rocío recuerdan a una Begoña siempre “pegada al móvil“, discutiendo con su expareja y peleando. Poco a poco se alejó de ellas: “Yo no quería ver a mis amigas”, reconoce visiblemente afligida Begoña.

Su novio comenzó “sutilmente” a controlar lo que hacía y sobre todo a intentar romper los lazos con su entorno. “No sabía si ver a mis amigas como un punto de apoyo o de ataque, porque él me convencía de lo segundo”, confiesa Begoña. Él las veía como una amenaza.

Precisamente en la época en que Begoña empezó a sufrir ese maltrato, hace unos diez años, las administraciones ya detectaban un incremento de la violencia de género entre los adolescentes en España, debido, fundamentalmente, al aumento del uso de las nuevas tecnologías.

Compartir las contraseñas, leer conversaciones telefónicas privadas o mantener un continuo contacto por WhatsApp son algunas de las formas con las que el chico ejercía la violencia psicológica sobre Begoña.

Presión para mantener relaciones sexuales

En la adolescencia, las jóvenes están expuestas también a la violencia sexual. Un estudio presentado este año por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género muestra que un 14 % de las adolescentes afirman haberse sentido presionadas para mantener relaciones sexuales.

Begoña recuerda la primera vez que mantuvo relaciones sexuales con la que era su pareja como una situación “horrible”. Explica que en ese momento no se encontraba aún preparada para mantenerlas, se lo hizo saber y, aun así, él insistió y presionó.

Durante ese primer encuentro sexual no sangró, lo que él utilizó para cuestionar su virginidad: “Hizo que ese momento fuese un auténtico bochorno para mí”. Este episodio y esas actitudes “son de una persona que ni te respeta, ni confía en ti”, asegura ahora con perspectiva.

“Si me necesitas, llámame”

Las tres chicas han canalizado esa experiencia que vivieron con 14 años en su formación profesional: Rocío es ahora psicóloga y Begoña y Ana trabajadoras sociales.

En concreto, Begoña, experta además en género e igualdad, trabaja en la fundación Ana Bella, donde se encarga de impartir charlas y formación en colegios contando su historia personal a los más jóvenes.

Cuando se encuentra con una chica que puede estar viviendo una situación similar a la suya, la joven le brinda su apoyo: “Si me necesitas llámame, aquí tienes mi teléfono”, les dice.

También aconseja a los chicos cómo actuar en caso de que sea uno de sus amigos el que ejerce este tipo de maltrato para que pueda frenarlo.

En el momento en el que Begoña decidió salir de la situación de maltrato, asegura que sabía que “tenía a dónde volver”. El viaje de regreso de la violencia la condujo de nuevo hasta sus amigas.

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