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Feministas en dictadura: la importancia de la segunda ola del movimiento para conseguir «democracia en el país y en la casa» BRAGA Créditos: Archivo Gob.cl

Feministas en dictadura: la importancia de la segunda ola del movimiento para conseguir «democracia en el país y en la casa»

Natalia Espinoza C
Por : Natalia Espinoza C Periodista - Contacto: braga@elmostrador.cl / (sólo wsp) Fono sección: +569 99182473
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Durante la dictadura, las feministas, sobre todo de un sector político de izquierda, se vuelven a unir para hacer frente a la violación de derechos humanos y a las políticas neoliberales que ocurrieron durante el tiempo que el país fue encabezado por Augusto Pinochet. Desde este nuevo centro, según connota Memoria Chilena, las mujeres comienzan a producir conocimiento y a sentar las bases del nuevo movimiento feminista que perdura hasta el hoy.


Este 11 se septiembre se conmemoran 48 años desde el golpe de Estado mediante el cual se privó la libertad y los derechos humanos de miles de personas en nuestro país. En este sentido, la evolución del movimiento feminista continuó a pesar de las adversidades, sobre todo durante la década de los ochenta, momento en el que se desarrolló la llamada “segunda ola”.

Según Memoria Chilena, la primera ola, que aconteció en los años cuarenta, tomó forma cuando diversas organizaciones de mujeres se unieron para obtener el sufragio femenino. Una vez alcanzado en 1949 y puesto en práctica por primera vez en la elección presidencial de 1952, el movimiento perdió fuerza, aquellas organizaciones que convocaban a mujeres de izquierda, se malograron con la persecución al Partido Comunista, el MEMCH, una de las organizaciones más potentes, se disolvió tras la pérdida de un alto componente de sus socias, quienes debieron pasar a la clandestinidad.

Luego de tres décadas, el movimiento feminista retornó a fines de los años setenta, gatillado por la dictadura, fue la recuperación de la democracia el propósito de unión de las organizaciones femeninas. El fenómeno respondía a una demanda política nuevamente, y a la iniciativa de mujeres de izquierda.

La segunda ola comenzó con la formación de grupos dedicados a defender los derechos humanos. Hacia 1980 las colectividades se multiplicaron y diversificaron a través de coordinadoras, como el Memch 83, se organizaron para articular jornadas, actos masivos, manifiestos y petitorios, así como protestas.

El feminismo empapó todo tipo de organizaciones, aunque muchas de ellas no contemplaran esta posición en su origen, hecho que fue asentándose al incorporar en las discusiones la reflexión sobre la identidad femenina, el cuestionamiento a los roles de género tradicionales y la crítica a la condición desigual de las mujeres en la sociedad chilena.

Esta toma de conciencia fue estimulada por la influencia del movimiento internacional de mujeres y por organizaciones que analizaban la subordinación femenina desde las ciencias sociales y la perspectiva de género. La virtud de estas instituciones, entre las cuales destacó el Círculo de Estudios de la Mujer, fue reforzar la legitimidad del movimiento mediante el conocimiento.

Según Memoria Chilena, hasta entonces, “no existían investigaciones que construyeran la historia de las mujeres en el país, que rescataran su contribución a la economía o las luchas emprendidas para alcanzar el derecho a votar”. El trabajo intelectual y el activismo generaron que  el movimiento exigiera acabar con las discriminaciones de género y denunciaba el autoritarismo en el mundo privado, realidad que se tradujo en la consigna «Democracia en el país y en la casa».

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