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El personalísimo enjuiciamiento a Pinochet de Ariel Dorfman

En entrevista con El Mostrador.cl, el escritor cuenta qué significó para él repasar los días en que el ex General tuvo que hacer frente en Inglaterra y Chile a las acusaciones de violación a los derechos humanos. De pasada, también habló sobre las últimas declaraciones de Cheyre y la propuesta de la UDI.


Una obsesión, un fantasma que merodea en cada rincón de la vida privada y pública de nuestro país. Pinochet, Pinochet y más Pinochet. Hasta el hastío, hasta la médula, hasta en la sopa.



"Siempre Pinochet, ese hijo de puta de Pinochet, el responsable, siempre Pinochet el que me separaba de la tierra a la que se me prohibía volver", exclama desde las entrañas en su ensayo Más Allá del Miedo que recrea el juicio en Londres y Santiago.



Su inmanencia, su figura casi fantasmagórica, lo fueron transformando en un personaje inasible para muchos chilenos y en especial para un Dorfman que tuvo que pasar de La Moneda como asesor de Allende al exilio que lo alejó por muchos años de Chile luego del Golpe.



Fue por eso que cuando Pinochet fue detenido en Inglaterra, Ariel Dorfman pensó que "podía ser un tema para hacer un libro, y con él, de alguna manera, sacármelo de la vida, puesto que sigue insistiendo en meterse en mi realidad y mis pesadillas, pese a mis deseos de ir más allá de él y del miedo que todavía sigue produciendo en nuestro país", confiesa a El Mostrador.cl.



Cargado de experiencias personales, Más Allá del Miedo es un ensayo en el que el escritor radicado en Estados Unidos se detiene para fusionar el juicio con recuerdos íntimos, lo que le da una perspectiva por cierto crítica y por cierto necesaria.



"Es que no sé escribir de otra manera", comenta como excusándose. "Además -agrega-, la estrategia literaria consistía en ir desde lo que era personal, como mis propios des-encuentros con Pinochet y el temor de contaminarme con su cercanía, hasta lo que es colectivo, en la medida de que el acoso al tirano va liberando a otras voces para que puedan hacerse presentes. Esta tensión entre lo individual y lo comunitario es central en toda mi obra".



Escarnecido, temeroso y humillado



Otro aspecto interesante en el estilo de su ensayo, es que narra los acontecimientos en presente, acercándolo, como él mismo reconoce, "a un tono novelístico.»



«Lo que ocurre es que me gusta que los lectores no sepan qué va a pasar, encerrarlos, como lo estaba yo, en un presente angustiante. ¿Qué mejor manera de derrotar la distancia y el tiempo y hacer que mi crónica sea, efectivamente, literaria?", explica.



– ¿Qué ibas sintiendo en la medida que escribías Más Allá del Miedo?
– Gran alivio cuando terminé lo terminé, puesto que no supe en qué me estaba metiendo cuando lo comencé. Creo que los chilenos todos pensamos que, por haber vivido tan a fondo, tan intensamente, el período de Pinochet, lo hemos comprendido y, hasta un cierto punto, controlado. Al ponerme a escribir el libro, me di cuenta de que esa certeza -de que a Pinochet lo conocíamos- era falso, aun para alguien como yo que tanto ha meditado sobre las secuelas de la dictadura, que ha explorado de tantas maneras el legado de Pinochet. Por mucho que yo hubiese recorrido los dolores como lo he hecho en mis poemas, calibrado qué sucede con la intimidad cuando lo público todo lo invade -como en las novelas Mascara y Konfidenz-, entendido cómo la perversidad de la dictadura tuerce la justicia y la memoria –La Muerte y la Doncella-, perseguido de qué manera la mentira en la vida cotidiana destruye la posibilidad de relaciones afectivas –La Nana y el Iceberg-, me sorprendí al descubrir cuánto había omitido en mi examen de los daños recibidos, cuán necesario era para mí y para todos, de derecha o de izquierda, volver a confrontar las consecuencias de lo que Pinochet hizo, lo que permitimos que él hiciera con nosotros.



– ¿Cuán frustrante fue para ti que no se le haya podido poner tras las rejas?

– Lo vi escarnecido, temeroso, humillado, huyendo de los ingleses y de los españoles y de los belgas y del mundo entero, abandonado por muchos de sus seguidores, juzgado por la humanidad y por las cortes en Chile, escurriéndose del castigo bajo el pretexto de la locura y la demencia. Me hubiera gustado que mi sueño se cumpliera, que se viera obligado a enfrentar una tras una a las mujeres de los desaparecidos -más por ellas que para mi propia satisfacción -, pero lo que se consiguió fue extraordinario.




– ¿Qué se ganó con el juicio tanto en Inglaterra como en Chile si finalmente fue dejado en libertad?
– Nosotros tendemos, en Chile, a sólo pensar en lo nuestro, preguntarnos si algo nos afecta en la pequeña patria. Más crucial fue que el caso Pinochet estableció un hito fundamental en nuestro avance planetario hacia la posibilidad de una justicia global, donde los gobernantes que cometen crímenes contra la humanidad saben que pueden ser juzgados por esos crímenes adondequiera que la humanidad se encuentre.



– ¿Es un fracaso que no hayamos sido capaces de enjuiciarlo en nuestro país?
– Es una significativa victoria aquello que logramos pero, claro, fue insuficiente. Si el noventa por ciento de los chilenos hubiese deseado desesperadamente que ese juicio se llevara a cabo, si se lo hubiesen hecho saber al gobierno y a la oposición, el resultado hubiese también sido otro. El resultado, con toda su importancia, fue tan ambiguo como es Chile mismo, y un fiel reflejo de lo que somos, en lo maravilloso y lo mezquino.



– Hay quienes piensan que Pinochet no fue más que el producto de la fascistización del país y que a él simplemente le tocó encarnar un papel. ¿Compartes esto o crees que si otra persona hubiera estado en su lugar las cosas habrían sido distintas?
– Es una pregunta que hay que hacérsela a algún dios de los senderos que se bifurcan, alguien que sepa, como yo no lo sé hacer, separar historia y personalidad, necesidad y contingencia.



– ¿Cuánto crees que contribuyó la izquierda a la creación de Pinochet?
– En Rumbo Al Sur, Deseando el Norte, tengo un capítulo en que examino de qué manera haberle creado temor e incertidumbre a nuestros adversarios durante el gobierno de Allende contribuyó a crear las condiciones para la aparición de tal monstruo, pero la responsabilidad última no es de las víctimas. Nada de lo que se hizo en los tiempos de la Unidad Popular justifica, en lo más mínimo, las vesanías que se cometieron durante la dictadura. Cuando la derecha admita eso -lo admita de veras – vamos a tener posibilidades de un país profundamente democrático.



La UDI y el Ejército



– ¿Qué te pareció que luego del juicio la UDI tomara cierta distancia, al menos en el discurso público, de Pinochet?
– Me alegra ese distanciamiento de la UDI, porque creo en la posibilidad de que los seres humanos cambien y se rediman. Para que no se los pueda acusar -como se hace con mucha justificación- de oportunismo electoral, tendrían que acompañar sus palabras con hechos: renunciar a todos los privilegios que la dictadura les ha otorgado durante estos años de transición democrática. Les creería más si Sergio Fernández renunciara a todo puesto público y se callara por el resto de su vida. Les creería más si exigieran que sus partidarios devolvieran los bienes robados al fisco chileno en la era de las privatizaciones forzadas. ¿O no creen en las enseñanzas de Cristo?



– La semana pasada, la UDI, donde militan varios personajes que participaron en el Gobierno Militar, presentaron una propuesta para solucionar el tema de la violación a los derechos humanos. ¿Esa propuesta tiene validez moral si no han pedido perdón por las responsabilidades políticas que tuvieron?

– Que pidan perdón me da lo mismo. Que demuestren que han entendido el daño que sus correligionarios le hicieron a otros seres humanos, eso sí me interesaría verlo.



– Que haya sido el sector más cercano a Pinochet el que haya vuelto a poner el tema de los derechos humanos en el tapete, ¿es un indicio del fracaso que en esta materia han tenido los sucesivos gobiernos de la Concertación?
– En La Muerte y la Doncella, yo sugerí que no íbamos a poder ignorar los dolores de Chile. Van a seguir ahí hasta que no encontremos una manera de enfrentar todos juntos el pasado.



– Si a esta altura la justicia ya se ve inalcanzable, ¿hasta cuándo es sano políticamente que el tema de los derechos humanos esté en tribunales?
– Uno no pide la justicia absoluta. Solamente la necesaria. Y es mucho mayor el costo político de seguir creyendo que esto se va a resolver solo. Yo no creo en los puntos finales. Ni siquiera en las novelas o en las obras de teatro. Porque lo que se ha visto y vivido sigue viviendo en cada uno de nosotros. Lo que sí creo es que si logramos enfrentar bien el pasado, ese pasado se integra a nuestra existencia de una manera sana y nos enriquece el futuro en vez de encadenarnos a un trauma. Ojalá encontremos ese tipo de solución.

– Hace unos días, el actual Comandante en Jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, dijo que sentía dolor por lo ocurrido en Chile durante la dictadura y que en nunca más debe repetirse algo como el 11 de septiembre.
– Creo que se está progresando y que de un Cheyre a un Pinochet hay una distancia muy crucial. Pero esa declaración es sólo el comienzo de un diálogo y no su conclusión. Decir que no debe repetirse ese proceso me parece muy bien. Pero esa dictadura tuvo consecuencias y si de veras se siente el dolor que se causó, hay que buscar métodos más concretos para aliviar ese dolor. Hay una serie de acciones que el Comandante en Jefe del Ejército podría llevar a cabo para acompañar sus palabras. Las espero con confianza. En todo caso, Cheyre ha demostrado más valentía que la derecha chilena.



– Al final del libro escribes que tenemos que tener paciencia de que algún día recuperaremos el Chile previo a Pinochet. De verdad cuesta creerlo al constatar la desafección de la ciudadanía con la política y la falta de utopías colectivas como antaño.
– Yo no escribo para convencer a nadie de que tengo razón. Escribo para no volverme loco y cómplice.



– ¿Seremos capaces algún día liberarnos del fantasma Pinochet o la división que generó y construir un país más democrático y que tienda a una justicia social?
– Soy un optimista trágico. Si no enfrentamos estos fantasmas y si no miramos cómo limitar los desbordes del libre mercado, no vamos a poder nunca tener paz ni verdadera alegría.



– Por último, ¿dónde ves presente a Pinochet en la vida íntima de los chilenos, en la cultura nacional?
– En todo.

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