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Literatura: Rockabilly, la vida en una noche

Miguel Wolter
Por : Miguel Wolter Licenciado en Literatura UDP
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Una fuerza extraña es la que guía a los personajes en sus actos, algo que está más allá de sus deseos y de su propia energía.


Una noche, extraña y bizarra, es suficiente para recorrer y vivir el suburbio (real y mental) en el que habitan los cuatro personajes de la nueva novela de Mike Wilson (1974), el escritor argentino – estadounidense radicado en Chile. En ella confluyen seres y sucesos inesperados. Todo comienza con la caída de un objeto en la casa de Rockabilly, que atraviesa el techo y aterriza en el patio de su casa. Al principio sin importancia, el zumbido  que ronda en su cabeza por conocer lo que ha caído en su patio se convierte en una obsesión. Guiado por un impulso que no reconoce, toma una pala y se dispone a cavar.

A partir de ese momento el resto de los personajes (candidatos perfectos a un circo de epifanías) empiezan a apoderarse de la historia con sus propias voces y desde sus propios lugares. Los nombres, casi una iconografía sucia del pop americano oscuro de los 50, Suicide girl, quinceañera con delirios de chica Pin-up; Babyface, quien sufre el estigma social de su infantilismo cráneo-facial, y Bones, el perro pensante ¿hilvanan? y modelan  la historia. En el cine, hay cultores célebres de los ambientes rockabilly, en esencia un género musical con músicos como Bill Halley, Roy Orbison o Buddy Holly. ¿No es rockabilly Blue Velvet o Twin Peaks de David Lynch?

Mike Wilson, la pone en literatura. Con la voz de sus cuatro personajes, arma una novela vertiginosa, capaz de mantenernos en vilo. La muerte guía a los personajes mientras se conocen hechos de sus vidas, del entorno que los convierte en lo que son. Problemas familiares, sociales o físicos, aparecen para determinar, más que explicar, lo que ocurre esa noche. Incluido Bones, experto en descifrar a las personas por el olor de sus traseros. Y todos girando en torno a Rockabilly, a su extraño y posesivo tatuaje que le cubre la espalda, y a la fosa que cava sin parar.

Una fuerza extraña es la que guía a los personajes en sus actos, algo que está más allá de sus deseos y de su propia energía.

Nadie sabe si en la vida las relaciones son conexiones o simples confluencias si razón aparente. En Rockabilly las posiciones de los personajes empiezan distantes al lugar en el que, finalmente, se resolverán los hechos. Pero les captura  ese magnetismo  que va cerrando el círculo y los aproxima y reúne.

Visualmente hay tres espectadores pendientes de lo que hace Rockabilly, que se juntan y acercan, en un movimiento poseído por una calma y tranquilidad acorde a la noche en que sucede el relato, en esa incipiente y acechadora parsimonia.

Rockabilly se lee rápido. Atrapa e incita a avanzar la lectura con el propósito de encontrar razones y respuestas. Aunque tal vez no sea esa la manera de aprehender hechos que simplemente suceden, que no tienen coherencia de razonamiento, que evocan y son evocaciones. Y ahí está el principal motor del relato, en la conjunción de eventos y personajes, en la forma de narrar desde distintas voces y puntos de vista, un suceso que escapa a normas sociales preestablecidas, a  patrones de conducta prefijados por el sentido común. Es una lectura sin promedios, como la mayor parte de la escritura de Mike Wilson. El freak show que plantea Rockabilly hay que leerlo y conocerlo.

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