Publicidad

Lanzan segunda edición de «Contra Viento y Marea. Hasta erradicar la desnutrición»

Se trata del libro autobiográfico del médico Fernando Mönckeberg Barros, fundador de CONIN y Premio Nacional de Ciencias Aplicadas.


Pocos parecen conocer al timonel  que logró arrancar de raíz  la desnutrición en Chile, cuyas cifras son hoy comparables a la de países desarrollado s, un avance que reiteradamente destaca nuestro país frente al mundo. No sólo miles de lactantes dejaron de morir, sino que rescató de los sobrevivientes el daño físico-intelectual que, de lo contrario, perduraría hasta el resto de sus vidas.

Esta historia particular se forjó durante varios gobiernos de turno, una aventura de investigación, creatividad y voluntad, salpicada por episodios fantásticos que bien podrían ser una condimentada materia para una película.

Los acontecimientos, contados tal como sucedieron,  se narran en la obra autobiográfica “Contra Viento y Marea. Hasta erradicar la desnutrición”  (Editorial Aguilar, 362 págs.). Su autor es el doctor Fernando Mönckeberg Barros, ganador del Premio  Revista del Libros 2010, organizado por El Mercurio y auspiciado por la CMPC.

El libro premiado sacó ahora su segunda edición, auspiciada por Nestlé, éxito poco usual en estos concursos. Es de esos libros que se leen a prisa para continuar con la encrucijada que muestra. Parte con la vida de alguien tímido, sin madre, inseguro y con malas notas en el colegio. Alguien cuya dislexia lo lleva a pensar que no sirve para nada hasta que ingresa al servicio militar y se convierte en el mejor telegrafista. Cada letra Morse tenía música y de esto sabía.

Más tarde, el joven milico decide estudiar Medicina, persuadido por una señora bondadosa y acaudalada que visitaba todas las semanas como  monaguillo. Ella mandó a llamar a su amigo Carlitos, quien resultó ser Carlos Casanueva, un molesto rector de la Pontificia de la Universidad Católica por la petición que se le hacía.

Ya abandonada su baja autoestima, este estudiante termina la carrera. Se dedica a la investigación hasta comenzar con una serie de fechorías desde que advierte en la población infantil de La Ligua a niños con bajo CI y un déficit promedio de 10 centímetros en la talla, todos ellos en medio de la pobreza y la marginalidad.  Su amigo desde los inicios de la visualización de esta tragedia era el cura Maroto, quien después colgó la sotana para servir de vocero al MIR.

Consciente de que había que revertir esta situación, se lanza contra viento y marea para alcanzar su objetivo, desde convencer a los médicos de los hospitales que los niños se mueren por desnutrición crónica (algo que no aparecía en los certificados de defunción) hasta investigar a fondo cómo resolver el problema y permitir la expresión de la potencialidad genética de cada chileno.  Mientras tanto, su señora, Angélica, inicia la cría de aves y cerdos para mantener a la familia; en total ocho hijos.

Había que convencer a políticos, economistas, sociólogos y planificadores que, hasta entonces, no habían considerado la importancia del recurso humano como el factor fundamental para lograr el desarrollo y el bienestar. El doctor Fernando Mönckeberg crea CONIN y el concepto tanto de afecto como de estímulos que debe recibir un niño para recuperar su cerebro casi atrofiado, como un árbol podado que después se llena de ramas y frutos (lo que observó al microscopio).

El autor cuenta sin tapujos sus encuentros con Jorge Alessandri, Salvador Allende,  Augusto Pinochet —, incluyendo a su esposa— y otras autoridades y políticos. Fuere con quien fuere, él fue siempre directo, claro y, se podría decir, un “arrogante con causa”.

Los diálogos y las anécdotas que narra el autor, tanto en Chile como en el extranjero durante su formación,  son  tan entretenidas como su personalidad y audacia para crearlas. Su buen humor, coraje  y optimismo resalta en cada momento.  No en vano lo que hoy es el  INTA de la Universidad de Chile nació a partir de una inusitada libertad bajo la dictadura militar, cuando sólo había investigadores que lo seguían, sin edificio ni plata concretar el proyecto.

El legado que deja Fernando Mönckeberg se comprende a cabalidad en su libro, una enseñanza para cada chileno joven emprendedor. A buen ahora este país le concedió el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas. Hasta ahora él, ya a sus 81 años, dicta conferencias fuera de frontera para repetir este singular modelo chileno en otros países.  Más aún mantiene la revista CRECES de divulgación científica para contribuir a la educación chilena, pese a su convencimiento de que ésta debe comenzar con calidad desde los primeros años de vida.

Publicidad

Tendencias