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Fondos del CNTV: ¿Financiamiento para la innovación o mero subsidio para los canales? Las críticas contra iniciativa clave para la creación audiovisual en la pantalla chica

Fondos del CNTV: ¿Financiamiento para la innovación o mero subsidio para los canales?

Fue en 1993 que surgió como respuesta al clamor de realizadores y expertos interesados en mejorar la apuesta programática de los canales de televisión abierta. Por entonces los fondos concursables repartieron 35 millones de pesos a sólo cinco proyectos, mientras que hoy los montos bordean los 4 mil millones con más de 250 postulantes. Visto así todo parece perfecto, sólo que poco a poco algunos gestores culturales comienzan a deslizar lapidarias críticas a los canales, primeros responsables de la presumible desnaturalización de una iniciativa que todos valoran.


La serie “El Reemplazante” ha conseguido todo lo que un realizador y guionista sueña al momento de acometer la compleja tarea de producir una serie de ficción en Chile, una apuesta siempre riesgosa para el mercado local: alta aceptación de la audiencia, una crítica especializada que se deshace en elogios por la calidad del guión y el notable trabajo de sus actores, el saludo de observadores por abordar fenómenos preocupantes como el estado de la educación pública chilena y la alta segmentación social y urbana, el reconocimiento de sus pares a través de sendos galardones en los Premios Altazor 2013 y el apoyo del organismo que financia su realización…

Los montos suben año a año de manera sostenida, y cada vez son más los proyectos que se presentan para disputar un trozo de la torta. Pero algo ocurre tras bambalinas que impide que la algarabía sea completa, algo que directores y productores apenas musitan por temor a perder bonos frente a los que controlan la incipiente industria nacional de contenidos audiovisuales: si bien los fondos concursables del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) son una iniciativa bien inspirada, éstos parecen ir más en beneficio de los canales de televisión que de aquellos creativos y realizadores que hacen todo el gasto.

“Seamos justos: si no fuera por el Consejo Nacional de Televisión, no habríamos visto ninguna de estas series. Lo único terrible es que CNTV, si bien es un incentivo para mejorar las condiciones de producción, en la práctica es un subsidio para los canales, y no un mecanismo de financiamiento para producciones nuevas”, dice Matías Stagnaro, realizador y académico, autor de “Bim Bam Bum”, producción que se adjudicó fondos en la categoría de serie de ficción en 2011.

Según reconocidos directores y productores, este subsidio opera sobre la base de financiar incluso producciones que ya lograron alzar el vuelo, como ocurre con “Los ’80”, en circunstancias que los propios canales, con todos los ingresos que perciben por publicidad al transmitir estos programas en horario prime, bien podrían asumir el costo de una serie  probada y consolidada, permitiendo así destinar esos fondos al financiamiento de nuevos proyectos. En esta línea, parece todo un contrasentido que el CNTV reserve fondos para una categoría de “apoyo a nuevas temporadas”, de la que precisamente se benefició “El Reemplazante”.

En suma: los canales ven sus programaciones enriquecidas con productos de calidad sin prestar más que la pantalla a modo de escaparate, captan cuantiosos recursos publicitarios en caso de que el producto resulte exitoso y, de pasada, externalizan servicios de producción. Negocio redondo, un sueño para toda empresa que adhiere a un singular concepto de eficiencia que apunta a maximizar sus utilidades al menor costo posible.

“Por otra parte, los dineros asignados por concurso no siempre pueden solventar todos los costos asociados a la realización audiovisual, lo que abre otro problema”, sostiene la productora cinematográfica y experta en desarrollo de proyectos audiovisuales y gestión cultural, Macarena López Bergeret: “Una serie recibe $ 20 millones por capítulo y resulta que la producción cuesta 30. El canal inmediatamente te dice que no está dispuesto a poner el complemento. Eso limita la calidad de la producción”.

Otro problema complejo dice relación con el respaldo que otorgan los canales. “Un proyecto podía  adjudicarse fondos sin problemas, pero si no aparecía ningún canal dispuesto a prestarle pantalla, el proyecto se caía. Eso pasaba mucho antes, así que, con el tiempo, se incluyó como requisito tener carta de compromiso del canal. El tema está en que el canal, a cambio de apoyar el proyecto, puede perfectamente apropiarse de él o apurar la firma de un contrato muy desventajoso para las productoras”, agrega Macarena López,  académica de la Universidad de Chile.

“Uno creería que los canales podrían compensar entrando una fracción de los dineros que ganan por la vía de los auspicios”, afirma López, “pero eso nunca o casi nunca sucede”, agrega.

Nicolás Acuña, director de “El Reemplazante”, una de las más brillantes producciones del último tiempo, matiza estas afirmaciones: “Yo en realidad me limito a dirigir, así que no me meto mucho en los temas de financiamiento. La serie es de una productora independiente que se llama Parox, y tengo entendido que la realización está cofinanciada con platas del CNTV y TVN”.

No obstante, la desnaturalización del objetivo esencial de estos fondos llegaría al paroxismo con una nueva categoría destinada a premiar proyectos de telenovelas, aun cuando el financiamiento de ese tipo de producciones, cuya calidad narrativa siempre está en entredicho, antaño corría por cuenta de los propios canales. “Buscando a María” se adjudicó $ 220 millones y será transmitida por Chilevisión.

serial los 80

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Caballo bueno, repite

Los entendidos en la materia sostienen que este tipo de problemas ciertamente limitan las posibilidades de desarrollar una industria televisiva con base en las series de ficción, producciones que hoy viven una verdadera “edad dorada” en Estados Unidos, situación que contrasta con la crítica situación financiera que exhibe la industria del cine en ese país. En la actualidad, los premios Emmy rivalizan en audiencia y sponsors con los Oscar, y los presupuestos que manejan canales como HBO son cada vez más millonarios. Hoy no es nada extraño ver actuando en ellas a figuras que se encuentran en la cúspide de sus trayectorias artísticas, en circunstancias que antaño sólo lo hacían actores ignotos o bien aquellos que se veían enfrentados al ocaso de sus carreras.

“En Chile se han hecho cosas interesantes. Además de ‘Los ‘80’, ‘Los Archivos del Cardenal’ o ‘El Reemplazante’, me pareció muy entretenida ‘Huaiquimán y Tolosa’. En Chile hay todo un tema con la serie de ficción. En Chile cuesta atreverse a entrar en este terreno”, indica Matías Stagnaro, quien destaca los enormes avances del género en Brasil, México y Colombia.

Así como Stagnaro, todos los entrevistados por El Mostrador Cultura + Ciudad sostienen que hay mentes innovadoras y creativas capaces de dar un fuerte impulso a las series de ficción. Sin embargo, a cada tanto emerge en la memoria un fenómeno que, según muchos, afecta muy particularmente a nuestros hombres de negocios: esa aversión al riesgo que les impide probar fórmulas completamente nuevas, condición que los alejaría de la genuina condición de empresarios.

El director de la Carrera de Cine y Televisión de la Universidad de Chile, el galardonado documentalista Carlos Flores, cree que, en efecto, la posición dominante de los canales en el mercado de la industria audiovisual termina por favorecer a figuras ya consagradas. En desmedro, claro está, de los jóvenes talentos. Lo que afirma Flores hace recordar un clásico dicho del mundo pinguero: “Caballo bueno, repite”.

“¿Cuáles son los canales que pasan series de ficción en la televisión abierta? TVN, más atrás el Canal 13, seguido por Chilevisión y, por ahí, si es que, entra Mega. No es casualidad que estos canales pongan sus fichas por figuras como Andrés Wood, realizadores ya posicionados en la industria local y latinoamericana. Y eso pasa no sólo porque tienen oficio y son capaces de hacer un trabajo de indudable calidad, sino porque también cuentan con una infraestructura propia muy bien armada. Por eso es que terminan ganando siempre”, sostiene.

En suma, en el mundo audiovisual también se reproduciría la concentración que se da en cualquier ámbito de la economía nacional. Por cierto, Andrés Wood fue uno de los beneficiados en esta última pasada con su proyecto “Una vida, nuestra historia” (recibió casi $ 515 millones). Los otros proyectos ganadores son “La Alcaldesa”, dirigida por Nimrod Amitai (recibió casi $ 380 millones) y “Príncipes de barrio”, dirigida por Sebastián Araya (se adjudicó algo más de $ 470 millones).

¿Hay más? “Hay muchas cosas más de las que hablar”, añade Macarena López, conocedora al dedillo del engorroso proceso de postulación, quien suscribe lo dicho por Carlos Flores en orden a que las exigencias contenidas en las bases impiden una carrera en igualdad de condiciones: “Es un proceso costoso y nada fácil de realizar. Hay que cumplir con un sinnúmero de requisitos y procedimientos, entre ellos montar un teaser (N. de la R.: una muestra de anticipo) de la producción. Es decir, hay que tener espaldas para montar escenas con todo lo que eso implica, al menos en términos de conseguir los actores y realizar las tareas de edición. Más encima las bases impiden que la productora pueda obtener utilidades que superen el 5% de los dineros adjudicados. Y eso es muy malo para una productora que pretende prosperar como empresa”.

Pese a todos los esfuerzos, fue imposible conocer la posición de la Asociación Nacional de Televisión (ANATEL), entidad que agrupa a los canales de señal abierta.

 

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