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Industria cultural, información y capitalismo Libros

Industria cultural, información y capitalismo

Este texto es la presentación del libro escrito por el autor brasileño.


industria-cultural-informacion-y-capitalismo-9788497847544Este trabajo comparte la tendencia, que se viene afirmando en Europa en los últimos años, de abordar la problemática de la comunicación y de la industria cultural con el instrumental de la teoría económica. En lo que se refiere a los análisis marxistas que adoptan ese punto de vista, ha sido común la crítica a los abordajes más antiguos de los medios de comunicación de masas, que los entendían fundamentalmente desde el punto de vista de la dominación política y de la reproducción ideológica. La economía de la comunicación y la cultura, en su vertiente crítica, al contrario, ha intentado indagar sobre las funciones de los medios en el propio proceso de acumulación de capital, con lo que prioriza, ora la problemática de la publicidad, ora la de los medios de comunicación de masas como locus privilegiado de la acumulación de capital en el actual estadio de desarrollo del capitalismo.

También comparto de esa perspectiva más reciente, lo que se refiere a las críticas levantadas sobre las insuficiencias de los abordajes políticos anteriores. No obstante, defiendo la necesidad de una comprensión del fenómeno de la industria cultural que dé cuenta, tanto de sus funciones en el proceso de acumulación de capital, como de las relacionadas con la reproducción ideológica del sistema. Pero eso significa que, dejando de lado las inconsistencias más o menos importantes de cada uno de los abordajes específicos, en el nivel teó- rico en que la problemática es habitualmente situada, no se puede hablar seriamente de dos alternativas generales de análisis, sino de dos perspectivas distintas y cuya complementariedad, sin ser inmediata, se sitúa como una posibilidad de ser definida en términos de regulación. Es con base en esa discusión como se puede extraer un cuadro de análisis.

Pero antes de llegar a eso es posible intentar, a un nivel más abstracto, la complementariedad esencial, que se opone a la no complementariedad aparente, entre dos lógicas distintas que determinan la necesidad de constitución de una instancia de mediación como la industria cultural —la definida por las exigencias del Estado y las derivadas de las necesidades del capital. Sostengo que eso es posible desplazando la discusión al nivel de la forma, como lo hicieran, en la explicación del Estado a partir del capital, Blanke, Jürgens y Kastendiek, siguiendo las pistas de Paschukanis y la discusión sobre el método de autores como Rodolski o Zélèny. Es básicamente esto lo que haré en el capítulo 1. En nuestro caso, sólo interesa definir, en ese nivel más elevado de abstracción, el concepto más simple y más general de información, tomando inicialmente la relación de intercambio como una acción comunicativa completa en el sentido de Habermas, para verificar enseguida lo que ocurre con el concepto cuando se considera la relación de capital. Con eso creo que es posible definir las diferentes formas de la información bajo el capitalismo y sus contradicciones, tanto en lo que se refiere a la relación mercantil, como a la relación de capital y al proceso de trabajo, así como a la competencia capitalista.

Para los intereses de este trabajo, es importante discutir mas específicamente las dos formas generales de información relacionadas con la comunicación de masas, a saber, la forma publicidad y la forma propaganda, cuyas contradicciones se relacionan, aunque no se confundan, con las contradicciones de intereses entre Estado y capital en lo que se refiere a la comunicación con las masas. A partir de ahí se puede volver a la cuestión de las funciones de la industria cultural en los procesos de acumulación de capital y de reproducción ideológica del sistema en los marcos del capitalismo monopolista, retornando así al nivel en que la cuestión es generalmente planteada.

Mas el desarrollo lógico del concepto de información y sus contradicciones es insuficiente para la particularización de la industria cultural, lo que exige un análisis histórico subsecuente ligado, entre

otras cosas, a la discusión sobre la constitución de «modos de vida» adecuados a las diferentes necesidades de reproducción del sistema. Aunque un análisis histórico completo de la génesis y el desarrollo de la producción cultural capitalista no podrá hacerse de forma satisfactoria en los límites de este trabajo, serán explicados los temas generales y los momentos que me parecen más importantes para la referida particularización y que podrán ser eventualmente retomados de modo más sistemático en otro contexto. Interesa, además de eso, mostrar cómo las contradicciones de la información se materializan en el capitalismo clásico, en aquello que Habermas llamó la «esfera pública burguesa».

El capítulo 2 tendrá como objetivo definir los elementos teórico-históricos necesarios para la completa particularización de la industria cultural, que representa la nueva forma de materialización de las contradicciones de la información en la situación histórica del capitalismo monopolista. En el capítulo 3, las principales corrientes marxistas que se dedicaron al tema serán clasificadas según el privilegio que dan a la función publicidad o a la función propaganda en la descripción de su objeto. En el capítulo 4 se hará una lectura crítica de la escuela francesa de la economía de la comunicación y de la cultura, y en el capítulo 5 trataré de proponer un cuadro de análisis alternativo que podrá servir como punto de partida para estudios empíricos.

Se trata de un modelo analítico de tipo regulacionista, cuya articulación, en términos epistemológicos, con la propuesta más general formulada en los dos primeros capítulos, está explicitada en Bolaño,

2003a. En el presente contexto sólo debo decir que la estrategia teórica adoptada ofrece un paso de la derivación a la regulación con base en la definición de la publicidad y de la propaganda como formas generales y contradictorias, inherentes a la información capitalista, que en el nivel de análisis de la competencia se constituyen en dos funciones globales, referidas a las diferencias de intereses del capital y del Estado capitalista en la comunicación de masas, exigiendo una discusión sobre el mecanismo que garantice su compatibilidad y la efectividad de ambos en relación, respectivamente, con proceso de acumulación de capital y de reproducción ideológica del sistema. Es con base en esa dinámica implícita función-regulación, como se montará, en el capítulo 5, un modelo analítico capaz de dar cuenta del estudio de casos concretos.

Pero una estrategia derivacionista, como la adoptada en inicio, sólo nos permite una aproximación al tema de la industria cultural con base en la perspectiva unidireccional de la determinación que sobre ella ejercen el Estado y el capital, de las funciones publicidad y propaganda. Mas para que el proceso de masificación se dé y la comunicación de clase aparezca efectivamente como comunicación de masas, la instancia de mediación debe responder también a las necesidades de tipo psicológico o psicosocial del propio público. Así, para utilizar los términos de Habermas, la industria cultural debe sustituir eficazmente mecanismos internos de reproducción simbólica del mundo de la vida, para poder colonizarlo a favor del capital y del Estado, garantizando así el trabajo de mediación para el cual existe.

Es interesante el hecho de que sea justamente esta consideración del tema de la mediación social el que permita explicar la importancia, en el cuadro teórico general aquí propuesto, de nuestra contribución a la economía de la comunicación y la cultura, especialmente con relación a la escuela francesa. Nuestro análisis también se preocupa esencialmente por esclarecer las especificidades del producto cultural, de los procesos de trabajo incluidos en él, de las formas específicas de valorización del capital en el sector, al mismo tiempo que evidencia la necesidad y la centralidad del análisis de la competencia, tema al cual esa escuela ha dedicado poca importancia. De hecho, son las estrategias competitivas de las empresas de televisión, por ejemplo, limitadas por su situación en una estructura dada de mercado, las que van a definir un patrón específico de producción cultural, el cual permitirá, a la vez, hacer el puente entre las estrategias competitivas de las empresas de lo que he venido llamando el «sector ampliado de bienes de consumo diferenciado» y las de «distinción», para citar a Bourdieu, del público y vender en el mercado anunciante una mercancía audiencia también diferenciada.

El  mecanismo  de  mediación, constituido  históricamente  como «compromiso institucionalizado», para usar la expresión de la escuela de la regulación, capaz de resolver en su seno, de forma evidentemente provisoria, la contradicción publicidad-propaganda-programa, es la industria cultural, que surge con el capitalismo monopolista, pero que sólo aparece de forma completa, como sistema integrado, en la posguerra. En ese momento, se constituyen, por ejemplo, los dos modelos generales (comercial y de servicio público) de organización de los sistemas nacionales de televisión, lo que significa la adopción de dos soluciones distintas, históricamente determinadas, que resuelven, de alguna forma y por algún tiempo, las tensiones entre las necesidades de publicidad y de propaganda del sistema y entre los imperativos del Estado y los del capital en relación con la comunicación de masas. Estamos aquí de lleno en la dinámica regulación-crisis-regulación.

Desde el punto de vista del capital, la solución europea sólo es aceptable como solución provisional, en un momento en que importantes factores de orden político ponen los mecanismos de la propaganda como prioritarios, con relación a los de la publicidad, para el mantenimiento del equilibrio social y para el esfuerzo de reconstrucción nacional de la posguerra, hecho semejante al que ya había ocurrido anteriormente con la radio. Pero la perpetuación de ese tipo de organización limita la acción del capital, impidiendo, por un lado, el pleno desarrollo de los mecanismos de la publicidad, cruciales para el propio proceso de acumulación del capital bajo el capitalismo monopolista, y por otro, cerrando un campo de inversión crecientemente interesante para el gran capital en función de la propia importancia, en el capitalismo avanzado, de ese mecanismo de mediación funda- mental que es la televisión.

Así, la discusión sobre la privatización es recurrente en el conjunto de los países europeos y ya en 1954 se establece el sistema mixto en Inglaterra, al mismo tiempo que, desde el inicio, la televisión privada de Luxemburgo representa una amenaza constante para la estabilidad de los sistemas estatales de sus países vecinos. Pero es a partir de los años setenta cuando la cuestión se torna dramática: la crisis económica, al socavar las bases del Welfare State, relanza el argumento neoliberal. Por otro lado, el desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación fragiliza constantemente los sistemas nacionales de te- levisión, en una situación de avance de la competencia internacional en ese sector que ya adquiría prioridad para el gran capital.

Agréguese a eso el hecho de que la propia sociedad civil, sobre todo a partir de los acontecimientos de Mayo del 68 en Francia, pasa a cuestionar de forma importante la acción del Estado en el sector, reduciéndose la legitimidad del sistema estatal, por lo menos de la forma como se había estructurado hasta entonces, principalmente en Francia y en Italia, evidenciando que, también bajo el capitalismo monopolista, existe una esfera pública actuante, constituida por una serie de instituciones como la educación pública, los sindicatos, los partidos políticos y las asociaciones de todo tipo, que reducen de forma significativa el poder de manipulación de los medios. Son todos estos factores los que, conjugados, van a dar inicio al gran debate sobre la reforma del sector audiovisual, que culminará con la constitución de un importante sector de mercado en los más importantes países europeos, revirtiendo la situación vigente en la posguerra.

Es bueno dejar claro que ese proceso no se limita en modo alguno a Europa. La internacionalización de la competencia en el sector de la televisión y el interés de nuevos y grandes capitales —inclusive capitales financieros que desean explotar las perspectivas de integración entre las telecomunicaciones y el audiovisual hacia donde apunta el desarrollo tecnológico en el momento— amenazan las propias estructuras oligopólicas que se desarrollarán en los países del sistema comercial, como los de América Latina, donde el tema de las relaciones entre Estado y capital en la industria cultural adquiere particular importancia, en un momento en que la consolidación de la democracia exige una discusión profunda sobre la democratización de la informa- ción y la estructura ideal de los sistemas de comunicación social.

Desde un punto de vista global, la tendencia actual parece ser la de la consolidación de un grupo reducido de grandes empresas oligopolistas que actúan a escala mundial, articuladas de diferentes formas con los grupos nacionales y con las propias empresas estatales que, a su vez, también se adaptan a las nuevas condiciones tratando de ganar competitividad. El avance de la competencia internacional en el sector, las profundas transformaciones que vienen ocurriendo con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación y el avance de la televisión segmentada, la generalización de los procesos de desregulación, agregan nuevos ingredientes que tornan aún más complejo el problema y hacen más urgente la necesidad de un cuadro teórico y analítico amplio que intente dar cuenta de las múltiples cuestiones allí incluidas. Estoy convencido de que la construcción de ese cuadro es un esfuerzo necesariamente colectivo e interdisciplinar. El presente trabajo procura ofrecer una pequeña contribución en ese sentido.

El libro contiene lo esencial de la tesis de doctorado Capital, Estado, industria cultural, defendida en abril de 1993 en el Instituto de Economía de la Universidad Estatal de Campinas (IE-UNICAMP). Como parte de un proyecto más amplio de estudio de la economía política de la comunicación, iniciado con el análisis del mercado brasileño de televisión (Bolaño, 1988), permanece restringido a una discusión teórica en el interior del campo del marxismo, aunque eventualmente recurra a autores de fuera de esa tradición. Sea como fuere, el potencial crítico de la alternativa teórica aquí propuesta en relación tanto con los abordajes convencionales, neoclásicos y funcionalistas, de la economía y de la sociología de la comunicación, como con los autores posmodernistas y los teóricos de la llamada sociedad de la información, quedará establecido a lo largo del análisis. El capítulo 1, especialmente, apunta a la posibilidad de desarrollos teóricos ulteriores hacia una crítica general de las teorías de la comunicación tradicionales y de las de la posmodernidad.

 

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