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Cien años de soledad, la obra mayor que según escritores es el Quijote de Latinoamérica El libro imprescindible

Cien años de soledad, la obra mayor que según escritores es el Quijote de Latinoamérica

«He leído el ‘Quijote’ americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar al mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas», le contaba el escritor mexicano Carlos Fuentes a Julio Cortázar y lo recordaba en el prólogo de la edición conmemorativa de «Cien años de soledad», preparada por las Academias de la Lengua Española. La Fundación Nobel, por su parte, lo destaca como «un curioso contador de historias».


“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

Extracto de Cien años de Soledad

La edición original, realizada en Buenos Aires por Sudamericana en 1967, constaba de 8.000 ejemplares que se agotaron rápidamente. Desde entonces el libro se ha traducido a 39 idiomas y ha vendido 40 millones de ejemplares.

El Quijote de América

Gabriel García Márquez decía que no había hecho otra cosa en su vida que escribir historias «para hacer más feliz la vida a un lector inexistente», y con ese deseo escribió también «Cien años de soledad», novela magistral del siglo XX y que, en palabras de Carlos Fuentes, es «el Quijote americano».

Así la definía Fuentes en la carta que le escribió a Julio Cortázar tras leer el manuscrito de la novela que pronto se convertiría en obra cumbre del realismo mágico y que al escritor mexicano le parecía «una crónica exaltante y triste, una prosa sin desmayo, una imaginación liberadora».

«He leído el ‘Quijote’ americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar al mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas», le contaba Fuentes a Cortázar y lo recordaba en el prólogo de la edición conmemorativa de «Cien años de soledad» preparada por las Academias de la Lengua Española.

libro

«¡Qué maravillosa recreación del universo inventado y re-inventado! ¡Qué prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario, en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario», afirmaba el escritor mexicano, gran amigo de Gabo desde 1962.

Fuentes fue testigo en México del nacimiento de la obra cumbre del Premio Nobel colombiano cuando lo acompañaba en 1965 por la carretera que lleva de Ciudad de México a Acapulco y vio que García Márquez «se transformó» como tomado por una revelación divina.

«Sin saberlo, yo había asistido al nacimiento de ‘Cien años de soledad’, ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual, en que todas las cosas del mundo se ordenan espiritual e intelectualmente y nos ordenan: ‘Aquí estoy. Así soy. Ahora escríbeme'», dice en ese prólogo.

Con 38 años, y con cuatro libros publicados ya («La hojarasca», «El coronel no tiene quien le escriba», «Los funerales de la Mamá Grande» y «La mala hora») García Márquez empezó a escribir las primeras palabras de su obra cumbre: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».

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No tenía «la menor idea» de lo que significaban esas palabras ni de cómo seguiría después. Pero no dejó de escribir «ni un solo día» durante 18 meses hasta que terminó el libro, contó el escritor en Cartagena de Indias (Colombia) en 2007, en el Congreso Internacional de la Lengua Española.

El escritor no sabía cómo sobrevivieron su mujer, Mercedes Barcha, y él durante el tiempo que duró el proceso de escritura, pero «no faltó ni un día la comida en la casa», recordó García Márquez en aquella ocasión.

«Jamás he trabajado en soledad comparable -le decía el escritor en una carta de los años sesenta a Carlos Fuentes- (…), sufro como un condenado poniendo a raya la retórica, buscando tanto las leyes como los límites de lo arbitrario, sorprendiendo a la poesía cuando la poesía se distrae, peleándome con las palabras».

Carlos Fuentes

Carlos Fuentes

«A veces me asalta el pánico de no haber dicho nada a lo largo de quinientas páginas; a veces, quisiera seguir escribiendo el libro el resto de mi vida, en cien volúmenes, para no tener más vida que esta», le contaba a Fuentes.

Mario Vargas Llosa analizó en profundidad «Cien años de soledad» en su ensayo «Historia de un deicidio», en el que afirma que esa obra es «una novela total, en la línea de esas creaciones demencialmente ambiciosas que compiten con la realidad real de igual a igual, enfrentándole una imagen de una vitalidad, vastedad y complejidad cualitativamente equivalentes».

Para Vargas Llosa, «Cien años de soledad» es uno de los raros casos de «obra literaria mayor contemporánea» que todos pueden entender y gozar.

En el origen de la genial novela está también el viaje que el escritor colombiano hizo en 1950 con su madre a Aracataca, para vender la casa donde había pasado su infancia, como evoca García Márquez en sus memorias, «Vivir para contarla».

Cuando llegaron al pueblo el choque con la realidad fue terrible. Aracataca se había convertido en un pueblo polvoriento y caluroso y parecía una ciudad fantasma: no había un alma en las calles.

Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa

La madre del escritor entró en una pequeña botica y se encontró con una antigua conocida. Ambas «se abrazaron y lloraron durante media hora. No se dijeron una sola palabra». García Márquez las miraba «estremecido por la certidumbre de que aquel largo abrazo de lágrimas calladas era algo irreparable que estaba ocurriendo para siempre» en su propia vida, cuenta en sus memorias.

Fue entonces cuando García Márquez vio claro que tenía que contar «todo el pasado de aquel episodio».

Años después escribiría «Cien años de soledad», ese libro que, según Álvaro Mutis, «cada generación lo recibirá como una llamada del destino y del tiempo y sus mudanzas poco podrán contra él».

Fundación Nobel

“Un día como hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: ‘Me niego a admitir el fin del hombre»

Extracto del discurso que el Nobel colombiano el 21 de octubre de 1982.

Gabo nobelLa Fundación Nobel recuerda en su página web a Gabriel García Márquez como «un curioso contador de historias» y reproduce el comunicado de la Academia Sueca de 1982, en el que se anunció la concesión del Premio Nobel de Literatura al escritor colombiano.

La Academia Sueca dijo en esa ocasión que no se podía decir que hubiera premiado a un escritor desconocido y destacó el éxito extraordinario de «Cien años de soledad», novela publicada en 1967 y que desde su aparición había vendido millones de ejemplares en diversos idiomas.

Un éxito así, agregaba la Academia, puede ser en ocasiones «fatal» para un escritor, pero no fue el caso de García Márquez que en sus libros siguientes refrendó una y otra vez su condición de «curioso contador de historias».

«Gradualmente confirmó su condición de curioso contador de historias mezclando elementos de la imaginación con elementos de la realidad», dice el comunicado que se reproduce.

Otras obras de García Márquez, como «El otoño del patriarca» (1975), «El coronel no tiene quien le escriba» (1961) o «Crónica de una muerta anunciada» (1981), están al mismo nivel literario de «Cien años de soledad».

«Su éxito internacional continuó, cada nuevo libro fue recibido con expectación por los lectores y los críticos como un acontecimiento importante en todo el mundo»

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