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San Joaquín: del estigma «del riesgo social» a modelo de gestión cultural de exportación El CNCA pretende replicar el modelo de San Joaquín al resto del país

San Joaquín: del estigma «del riesgo social» a modelo de gestión cultural de exportación

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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En ocho años el Centro Cultural de San Joaquín (creado gracias al aporte del Consejo de la Cultura y las Artes (CNCA) no solo logró consagrarse como un centro cultural comunitario de estándar internacional, sino que eliminó el temor a convertirse en «elefante blanco» gracias a un nuevo concepto de gestión denominado «cariño social», a través del cual los equipos del centro combinaron técnica con sensibilidad artística para penetrar en los territorios a fin de crear «ciudadanos culturalmente activos».


La gestión partió siendo intuitiva. En el 2006 un grupo de artistas y gestores, liderados por el ex Sol y Lluvia, Jonny Labra, se dieron cuenta que a las políticas de acceso a la cultura, o de reducción de brecha entre quienes podían asistir a un evento y los que no, les faltaba algo. Las políticas noventeras de llevar arte y más arte a las comunas vulnerables no estaba dando el resultado esperado. La gente no se motivaba. En esos años, la generación de audiencias, tampoco era tema ni concepto. Entonces innovaron: a las modernas metodologías de gestión cultural que emanan de diplomados dentro y fuera de Chile, le sumaron la sensibilidad artística para estrechar los lazos con la comunidad. Nació así un nuevo concepto de gestión, el «cariño social».

Ocho años después, el Centro Cultural de San Joaquín, se ha convertido en el modelo de gestión cultural más admirado del país, sinónimo de éxito para el Consejo de la Cultura, en triunfo del pensamiento crítico por sobre la cultura basura y ventana de exportación para artistas locales.

Territorio antes que infraestructura

«En cultura existe una vieja excusa para no hacer lo debido: falta de infraestructura», dice Labra al recordar los primeros años de la gestión. En la comuna de San Joaquín, una de las más pobres del país, donde se encuentra inserta la población La Legua, que por muchos años fue sinónimo de delincuencia y estigmatización, la infraestructura -cuenta Labra- no podía convertirse en freno de la gestión. «Había que crear un vínculo con los artistas locales y sus dirigentes para producir un cambio en la comunidad», explica Labra, director de contenidos y programación del Centro Cultural San Joaquín.

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Fiestas Culturales Foto: Gentileza Centro Cultural San Joaquín

En respuesta a ello surgieron los «Encuentros Artísticos culturales» cuya finalidad era promover la participación, el protagonismo social y el rescate de la identidad barrial. «La idea siempre fue crear un clima cultural en el territorio», precisa el músico.

Lo que se hizo fue dividir geográficamente la comuna en 7 territorios y enviar a los gestores a la calle para conocer in situ el aporte, las inquietudes y las necesidades de la comunidad en términos culturales. El resultado fue la creación de Mesas Territoriales de Cultura que funcionaran con un objetivo claro: agrupar a los artistas del barrio y la comunidad interesada para organizar una fiesta cultural por barrio, que reflejara el éxito asociativo de dicho proceso.

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Fiestas Culturales Foto: Gentileza Centro Cultural San Joaquín

«Este fue un proceso muy fuerte. Había que estar en todos los lugares. Porque la cultura no es un mero pasatiempo, es un derecho humano esencial, que garantiza la dignidad. La acción artística tiene un efecto transformador», asegura Labra, quien se bajó de los escenarios para introducir esta visión desde dentro. «En los escenarios mi visión era siempre limitada. Había que bajar y ahora estoy feliz con esa decisión», recuerda.

Para el presente año los Encuentros incluyen, junto a las Mesas y Fiestas Territoriales, un primer catalogo artístico comunal y un documental audiovisual que sirva como memoria visual del programa y su impacto en la comuna.

Estándar de calidad

En su primer año, las fiestas culturales alcanzaron tal nivel de éxito que la incipiente institución cultural en Chile, llamada Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, en el primer gobierno de Bachelet, puso su atención en San Joaquín. Tras un conversación de pasillo -recuerda Labra- con la ex ministra Paulina Urrutia- comenzó a trabajarse en un proyecto de sede cultural que incluyera los más altos estándares de calidad.

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La vinculación estrecha con el proyecto hizo que se pensara en todo: accesos garantizados para acercar un camión directo a la parte trasera del escenario; equipos de sonido y luces de calidad, sector de cafetería y salas de ensayos. Todo en pleno corazón de la población.

Este proyecto, luego se repitió en otros sectores del país y se convirtió en una de las políticas culturales más exitosas de la gestión del Consejo. «Habiendo logrado parte de la penetración territorial en la comuna y con un centro cultural de estándar internacional, ahora sólo había que dotarlo de participación social. El gran temor era que se transformara en un elefante blanco», recuerda el director de contenidos, para quien el temor en poco tiempo se convirtió en orgullo.

«En siete años nunca no han rayado las baños, ni las butacas del teatro. A veces pareciera que el recinto se acaba de estrenar» acota.

Pensamiento crítico y catálogo de artistas

Patricio de la Rosa, sociólogo y músico, quien es el coordinador de un documento con la sistematización de la metodología que se entregará  –a pedido de este– al Consejo para replicarlo en otros centros culturales, opina que es clave dotar a la comunidad de estímulos para reforzar el pensamiento crítico. «En la programación de nuestro teatro no vas a encontrar al cantante de tv de los 80 para el día de la madre» dice. «Nuestra programación intenta combinar la entretención con la educación. Estimular el pensamiento crítico de los miembros de la comunidad es vital para garantizar un desarrollo más integral», comenta.

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Este pensamiento crítico –añade Labra– ha sido uno de los fórmulas empleadas también, no sólo para llevar obras o música a la gente sino para estimular la creación particular. «Desde el 2006 a la fecha hemos pasado de 10 a 90 organizaciones culturales de la comuna», explica.

Pero aparte de las organizaciones, el catálogo de artistas locales se ha visto fortificado. «Las agrupaciones artísticas en la comuna se han ido profesionalizando junto con la experiencia del centro cultural», dice Labra.

Por el teatro de San Joaquín –con capacidad para 400 personas– no solo pasan por artistas de fuera. El 30 por ciento  de la programación–precisa el director de contenidos– es con artistas locales, de la comuna, que gozan de gran calidad.

Dania Neko y su agrupación  Foto: Gentileza Centro Cultural San Joaquín

Dania Neko y su agrupación
Foto: Gentileza Centro Cultural San Joaquín

Uno de los ejemplos de este modelo es el éxito alcanzado por agrupaciones como Raipillán, agrupación de danza folclórica que fue lo más aplaudido de la pasada versión del Festival del Huaso de Olmué. Pero, además de esta agrupación, San Joaquín se ha convertido en semillero de nuevas tendencias musicales y teatrales. Así se tiene a la rapera Dania Neko, quien este 2014 está llevando a cabo el proyecto Lince, que combina instrumentalización de guitarra y contrabajo con letras cargadas de crítica y sensibilidad, bajo la melodía del hip hop en baterías clásicas, envuelta en una atmósfera de efectos análogos y digitales. 

Pero también se cuenta con la cumbia clásica latinoamericana, de ritmo festivo, a manos de la agrupación «Taco Aguja», el rock latino de reminiscencias ochenteras de los «Ermitaños con chequera», la compañía de teatro «Sol Naciente», la clásica «Legua York», el colectivo artístico «Perro Viejo», la fusión latinoamericana de «Tierra Sagrada», el cuerpo de baile «Millantú» que trabaja en La Legua y el cantautor Yeicot González, entre muchos otros.

Barrio cultural

En San Joaquín se desarolla actualmente el programa «Estaciones Cultura (Bus cultural). Tu viaje al mundo de las Artes». Este proyecto –como se adelanta en aclarar Labra– no se trata del típico acarreo municipal para que algún evento tenga el mínimo de público ante la llegada de la autoridad. «No se trata de eso. Se trata de ir a buscar a la gente de los territorios más alejados, ganarse su confianza con seriedad y traerlos a ver espectáculos, que de otra manera no podría verlos».

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Estaciones Cultura (Bus cultural) Foto: Foto: Gentileza Centro Cultural San Joaquín

«En los buses la gente viene cantando, haciendo rutinas cómicas, como un verdadero paseo», explica el sociólogo de la Rosa, quien puntualiza que lo más difícil fue ganarse la confianza de la gente, la credibilidad.  «Si tu haces algo chanta o simplemente para figurar, después la gente no vuelve y con toda razón aseguran que es más de lo mismo. Por eso nosotros trabajamos los territorios, para que la gente sepa que esto es de verdad», aclara.

El objetivo de este proyecto explica Labra es «facilitar el acceso, participación y vinculación activa de la comunidad con la Corporación Municipal de Cultura de San Joaquín, propiciando la creación y fortalecimiendo las audiencias críticas reflexivas y el intercambio sociocultural. Buscamos crear ciudadanos culturalmente activos».

A este trabajo – sostiene el director de contenidos– que combina la técnica en gestión, la sensibilidad artística y el cariño social, también debe sumarse la mirada política que entiende a la cultura como un factor de desarrollo. «En nuestra caso contamos también con la sensibilidad del alcalde Sergio Echeverría en la materia, todo ello da como resultado que nos planteáramos un nuevo desafío: convertir a San Joaquín, en el barrio cultural de Santiago.»

«Hemos logrado un sello específico con nuestro propia historia, lenguaje visual, estético y musical que descansa en el reconocimiento de la identidad cultural de barrio. Ese es nuestro propósito, convertirnos en un barrio cultural para la ciudad de Santiago», remata Labra.

 

 

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