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En días de prohibicionismo, Las Lanzas, mítica Fuente de Soda de Ñuñoa, sale al rescate de la identidad cultural con concurso de cuentos La iniciativa forma parte de la celebración de los 50 años del clásico café restorán

En días de prohibicionismo, Las Lanzas, mítica Fuente de Soda de Ñuñoa, sale al rescate de la identidad cultural con concurso de cuentos

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Aunque las medidas restrictivas de Providencia no le atañen, la administración familiar del emblemático restorán de la Plaza Ñuñoa decidió celebrar el aniversario número 50 resaltando la identidad cultural de los barrios, de su gente, de sus puntos de encuentro. «Porque el ocio y la copas, el barrio y la gastronomía, también son cultura», Manolo Vidal decidió celebrar a sus parroquianos abriendo el concurso «Lánzate un cuento con Las Lanzas», la primera aventura literaria cocinada entre copas y mesas de restorán.


afiche_finEl café restorán o Fuente de Soda Las Lanzas cumple 50 años. Medio siglo de tradición en Ñuñoa.

Desde sus inicios, en 1964, hasta hoy, el local ha sido referencia obligada de políticos, actores, músicos y escritores. Pero también de jornaleros, funcionarios municipales, estudiantes, profesores y muchos, muchos vecinos.

Manolo Vidal, actual administrador y heredero de una tradición familiar que partió hace 5 décadas con su tío, el inmigrante gallego Julio Vidal, aclara que Las Lanzas «no es un modelo de negocio», no es una franquicia que con solo el nombre intente traspasar identidad a sucursales nuevas. «Eso es imposible. La identidad, la tradición, no la forma el negocio. La hacen los barrios. Su gente», aclara.

Las Lanzas no es un sándwich de road beef en pan toscano. Las Lanzas es un chacarero en marraqueta. No es restobar, es Fuente de Soda. Es Ñuñoa, es barrio. «Los restoranes no son una cuestión solo de servicios. Lugares para comer hay muchos. Se trata de entender que el ocio, la mesa, la conversación, la copa nocturna, también son cultura», asevera Vidal, sentado frente a la Plaza Ñuñoa, junto a sus parroquianos.

«Y si los barrios son cultura. Nuñoa es cultura. ¿Por qué no celebrar el aniversario con cultura? ¿Por qué no celebrar la identidad cultural de los barrios?». Esa fue la pregunta clave o el asalto de convicción que impulsó a Vidal a dar vuelta la tortillla española. «La celebración será de la gente… de sus historias, de sus cuentos», remarca.

portadilla las lanzas

Así nació, con ese fin, la celebración de las bodas de oro con «Lánzate un cuento con Las Lanzas», el primer concurso literario cocinado en una mesa de restorán que, a diferencia de los prohibicionismos de moda en otras comunas, busca resaltar la ciudad, la creatividad, el completo de día y la arrancada nocturna.

El concurso que tendrá como jurados a los escritores Alejandra Costamagna, Camilo Brodsky y Jaime Hales Dib, es abierto a toda la comunidad. El tema será la ciudad, las historias de barrios y los textos pueden enviarse de desde hoy y hasta el 04 de diciembre.

De la España de Franco a Ñuñoa

«En la España de mi padre, la España de Franco, sólo había tres posibilidades para su gente. O hacías lo que hacía tu padre, eras soldado o eras cura», parte contando Manolo, como punto de partida para la narración de historias. La suya, la de su familia, es una historia de inmigración, de falta de oportunidades en un país controlado «por la voluntad de Dios», como rezaban las monedas en los tiempos de general golpista que, tras la toma del poder en 1936, condujo a España a la Guerra Civil.

Julio Vidal (izquierda) y Manuel Vidal (de lentes) enfrente.

Julio Vidal (izquierda) y Manuel Vidal (de lentes) enfrente.

En plena década de los 50, su tío Julio Vidal y su padre Manuel parten a América de manera independiente. Julio lo hace por cuenta propia, tras conocer gran parte del mundo como marino mercante. Su padre lo hace invitado por un tío materno, que había llegado a Chile años antes, luego de trabajar como jornalero en la construcción del Empire State, en Estados Unidos.

En Madrid, donde Julio había sido maître, se hizo asiduo de Las Lanzas, un prestigioso restorán que, con su nombre, celebraba al clásico cuadro de Velázquez, La rendición de Breda o simplemente Las Lanzas. «Le gustó el nombre y frente a la Plaza Ñuñoa, tras comprar una florería y un almacén, instaló Las Lanzas, la Fuente de Soda», explica.

Su padre, cuenta Manolo, era de esos que había tomado la tercera opción en España, la de ser cura. De niño, mientras estudiaba en una escuela parroquial de Arcade, una aldea de Galicia, el destino le borró la posibilidad de tomar las primeras opciones. «Era la década de los 40 cuando mi padre, intentando reproducir la novedad del año, que era los lápices de grafito con goma en la punta, encontró un tubito, que calzaba perfecto. Por un extremo, le ponía el lápiz y, por el otro, las migas de pan. El plan era perfecto».

Manolo Vidal, Víctor Manuel, doña Nancy y don Manuel, en Las Lanzas, tras el cierre de la campaña del No.

Manolo Vidal, Víctor Manuel, doña Nancy y don Manuel, en Las Lanzas, tras el cierre de la campaña del No.

El problema, relata Manuel, era que el tubito era un detonador, herencia de la guerra civil. La explosión le arrancó la vista de un ojo, y perdió gran parte de una mano. «Esa es la pobreza de la guerra», califica su hijo.

Sin poder ser soldado, ni marino, sólo le quedaba ser cura.

«Entró al seminario, pero al poco tiempo los curas le dijeron que no podía continuar, porque alzar la hostia con esas manos era una falta de respeto a Dios». Así, sin más que elegir, aceptó la invitación de su tío de venirse como inmigrante a Chile.

Laboratorio de ideas

En los años 60, Ñuñoa era una comuna que bullía en ideas, sobre todo políticas. Muy cerca de Las Lanzas, en una casona, estaba la sede del PS; al lado, en otra casona, estaban los Radicales; muy cerca de ahí, también el PC.

«En la calle Manuel de Salas vivió Salvador Allende, a menos de kilómetro y medio Eduardo Frei, a tres cuadras Gabriel González Videla. En esos años se le conocía como la comuna intelectual, una comuna que representaba además muy bien a Chile, su estratificación social», explica Manuel.

Parroquianos de Las Lanzas, en los 80.

Parroquianos de Las Lanzas, en los 80.

Con la Universidad de Chile cerca (hoy Umce, ex Pedagógico) y el campus oriente de la Católica, el barrio era habitado por estudiantes y profesores. «Muy rápidamente muchos empezaron a llegar aquí. Se convirtió en un laboratorio de ideas. Acá se cuajaron libros, se armaron candidaturas, aquí se bajaron candidaturas; se formaron, se separaron y conciliaron matrimonios», cuenta.

Mientras su padre armaba otro restorán en Estación Central, su tío Julio capitalizó el valor de una sociedad que se transformaba a gran velocidad, y le dio a Las Lanzas un nombre, un prestigio como punto de encuentro.

La llegada del Golpe coincidió con el período más oscuro del local. El mismo año 1973, Julio Vidal decidió venderlo y entregó su administración a un alemán. El lugar perdió identidad y se transformó, según la familia Vidal, en un antro, que además contaba con el beneplácito de los militares.

La oscuridad, el regreso y el reencuentro

Mientras Las Lanzas se hundía en los grises de la época, Manuel Vidal con su señora Nancy atendían un local en el barrio neoclásico de París con Londres. Había mucha actividad, especialmente clandestina, en una casa vecina signada con el número 38 de calle Londres.

Manuel García y Manuel Vidal

Manuel García y Manuel Vidal

«Nadie sabía con claridad lo que ocurría, pero transitaban militares y que después supimos eran agentes», cuenta Manolo.

En una oportunidad, su madre se enfrentó cara a cara con el Wally, el torturador y agente de la Dina, Roberto Fuentes Morrison. «Llegó curado al local y pidió que lo atendiera. Yo le dije que se fuera, que no podía entrar así. Me gritoneó y preguntó si yo no sabía quién era él. ¡Claro que lo sé!, le dije, por eso mismo le pido que se vaya. Y se tuvo que ir», rememora Nancy. A ese episodio, le sucedieron otros. Como cuando Manuel vio que de Londres 38 sacaban bultos, de 1.70 metros, a lo que le siguieron gritos: “Camine pa’ adelante no más, don Manuel, no mire».

Eso fue suficiente, se vendió todo, y la familia regresó a Galicia. En los 80, con más nostalgia de Chile que de España, Manuel y su familia deciden regresar. Por el diario, se enteran que Las Lanzas estaba en venta. Lo compraron, sanearon los malos hábitos adquiridos en los tiempos del alemán, y el negocio volvió al seno familiar. Al poco tiempo, se sumaron los clientes y se adosó nuevamente al barrio.

Resistencia cultural

Mauricio Pesutic y Rodolfo Bravo, en los 80.

Mauricio Pesutic y Rodolfo Bravo, en los 80.

Si en lo 60-70 era posible ver a Víctor Jara o Violeta Parra en el local, en los 80 el restorán se convirtió en el espacio donde la resistencia cultural a Pinochet encontró acogida. «Acá venían a comer todos los que estaban haciendo la franja del No. De hecho, para el debut en la televisión, los realizadores lo vieron en Las Lanzas. Mi padre bajó la cortina y le dio todo el volumen a la tele», cuenta Manolo.

De ahí, en adelante, la Fuente de Soda se consagró como punto de encuentro. Para el cierre de campaña del No, los organizadores y los invitados especiales, como Víctor Manuel, se fueron a celebrar… ¿a dónde? A Las Lanzas.

«Historias como esas han pasado muchas. Por eso te digo, que la identidad cultural de los barrios no la hacen los negocios, estos son meros puntos de encuentro. La identidad la forma la gente. Sus hábitos, sus ideas, sus aventuras», enfatiza Manolo, convencido.

Gastón Soublette, otro parroquiano

Gastón Soublette, otro parroquiano

«Podríamos celebrar los 50 años con un gran carrete. ¿Pero es buena idea celebrar a nuestro vecinos curándolos? No creo. Las cultura trasciente, las borracheras se olvidan a la mañana siguiente».

«Por eso, invito a celebrar lo que somos contando nuestras historias en este Concurso de Cuentos, festejando los barrios, porque son ellos los que nos permiten vivir y no solo sobrevivir», concluye Manolo Vidal.

Los dados están echados. ¡Participa!

Descargar las bases en el banner del concurso o aquí.

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