Presentan “Habeas Corpus”, el documental que retrata la lucha de la Vicaría de la Solidaridad

Por : Marco Fajardo

Estará acompañado de una campaña pro educación en derechos humanos. “Pensamos que era importante y urgente detenernos a escuchar lo que los miembros de la entidad tenían que contarnos. Queríamos poner en valor el testimonio de los protagonistas de esta historia”, señala la realizadora Claudia Barril, que dirigió la obra junto a Sebastián Moreno.

Un documental que relata la historia de la Vicaría de la Solidaridad, la entidad que defendió los derechos humanos durante la dictadura y que funcionó entre 1976 y 1992, será estrenado este sábado a las 20:00 horas en la Plaza de la Constitución, en el frontis de La Moneda.

Se trata de «Habeas Corpus», de los realizadores Claudia Barril y Sebastián Moreno. La obra será acompañada de una importante campaña de difusión y compromiso de audiencias a través de la recolección de firmas, llamada “Yo quiero Educación en Derechos Humanos”, que comenzará a operar ese mismo día y se extenderá hasta el 31 de diciembre.

Moreno (1972) debutó en 2006 como director con su primer largometraje documental «La Ciudad de los Fotógrafos», film que obtuvo la nominación a mejor documental en la categoría de opera prima en el Festival internacional de Documentales de Ámsterdam (IDFA). Barril (1970), en tanto, estrenó en 2009 su primer documental, «En defensa propia», sobre la cultura del miedo y la inseguridad de un grupo de ancianas del barrio Club Hípico.

Gran cantidad de material

El proyecto se remonta a 2007, cuando Barril y Moreno realizaban el documental “La Ciudad de los Fotógrafos”.

“Fuimos a buscar fotografías de Luis Navarro al archivo de la Vicaría de la Solidaridad y nos impresionó la enorme cantidad de materiales que había”, recuerda Barril. “Estaba escrita en estos archivos la historia del Comité Pro Paz y de la Vicaría de la Solidaridad. En este archivo además testimoniaba de primera fuente y con material inédito la historia de las violaciones a los derechos humanos ocurridos en Chile durante la dictadura cívico militar. Estábamos frente a una historia que nos pareció muy poderosa y que aún no había sido contada”.

Sin embargo, con esta obra, los realizadores no sólo han querido contar la historia de la Vicaría, sino también la forma en cómo, tras una estrategia de protección al alero de la Iglesia Católica chilena, se articuló también la contrainteligencia a la dictadura militar. Desde los inicios de la dictadura, los profesionales que trabajaron en la Vicaría comprendieron el valor de la información e implementaron una red para obtenerla, analizarla y resguardarla, acota Moreno.

“Gracias a este trabajo lograron descubrir y probar los grandes secretos de la dictadura militar: su comportamiento represivo, la forma como operaba el método de la desaparición forzada, los principales agentes represivos y los centros clandestinos de detención”, dice, una información que el régimen intentó ocultar, sin éxito.

“Los funcionarios de la Vicaría tuvieron que investigar la misma información que era relevante para la DINA o la CNI, pero con el objetivo de salvar vidas”, afirma, quien añade que los datos permitirían saber cuál fue el destino de muchos detenidos desaparecidos.

“Esta historia paralela no está escrita en ninguna parte. Queríamos poner en valor el testimonio de los protagonistas de esta historia, buscamos interrogarlos, teníamos muchas preguntas”, complementa Barril, en una investigación que duró tres años.

Los protagonistas

Para el documental, los realizadores entrevistaron a diversas personas que trabajaron en la Vicaría, cuidando articular un relato completo del trabajo que se hacía con la información desde que llegaba una persona a solicitar ayuda hasta el procesamiento, análisis y uso de ésta, explica Moreno.

“La información era algo que era parte del trabajo cotidiano en todos los estamentos de la Vicaría, desde el secretario ejecutivo hasta el portero, pasando por secretarias, asistentes sociales, administradores y abogados”, comenta. “Todas eran voces que nos parecían relevantes para comprender la forma que tomaba el trabajo de contraintenligencia en las oficinas de la Vicaría”.

El realizador menciona entre otros a José Zaquett, Carmen Hertz, Gustavo Villalobos, Álvaro Varela, Javier Luis Egaña y Héctor Contreras, entre mucho otros.

“A muchos de los personajes que participaron del documental nunca nadie les había preguntado sobre su trabajo”, reflexiona Barril. “Y en ese sentido es que tenemos testimonios inéditos sobre el trabajo que realizaron. Pensamos que era importante y urgente detenernos a escuchar lo que ellos tenían que contarnos. Sentíamos que teníamos mucho que aprender de ellos. Nos interesaba reconstituir la escena pasada y los entrevistamos en un espacio que funcionara como espacio de confesión o bien una sala de interrogatorio, en estudio”.

Por eso, entre otros, les pidieron a los protagonistas del documental que interactuaran con distintos documentos y materiales que eran parte de su trabajo: máquinas de escribir, fichas de atención, documentos de trabajo, mapas, planos, prensa, expedientes, microfilmados, testimonios y fotografías, por ejemplo.

Otra de las cosas que llama la atención en esta obra es el uso de soldaditos de plomo para recrear algunos acontecimientos.

“En muchos momentos el relato central de los personajes era sobre aquello de lo que no había registro documental”, explica Barril. “Y quisimos recrear archivos que no existían. Es así como comenzamos a intentar reconstituir el imaginario del horror a partir de estos monitos: Los métodos de exterminio y aquello que los sobrevivientes pudieron relatar sobre su estadía en los recintos secretos de detención y que hoy sabemos gracias al trabajo que realizaron de los protagonistas de este film”.