La escritora nacional que ha publicado varios libros de cuentos como «Malas noches» (2000), «Últimos fuegos» (2005) y «Naturalezas muertas» dijo en un encuentro en el sureste de España que «un cuento también puede leerse como si fuera una novela, con la misma intensidad, y una novela, como si fueran muchos cuentos sin una línea de unidad. Soy partidaria de salir de los límites tradicionales de los géneros y de sus estructuras».
La escritora nacional se manifiesta encantada con el resurgir del cuento, un género tradicionalmente considerado «menor», que esta viviendo en los últimos años un «realce» y una «revalorización de su gran potencialidad».
La autora explicó en Cartagena (sureste de España), donde hoy participa en un encuentro con la escritora Alia Trabucco y mañana ofrece un recital de relatos en el marco de la sección literaria del festival La Mar de Músicas, que este año tiene a Chile como país invitado.
Costamagna, que ha publicado además de varias novelas, los libros de cuentos Malas noches (2000), Últimos fuegos (2005) y Naturalezas muertas (2010), subrayó el entusiasmo que siente por ese género, que durante años fue considerado un «hermano menor» de la novela.
El hecho de que el Premio Nobel de Literatura recayera en 2013 en la autora de relatos Alice Munro fue, resalta, un gran apoyo para ese género que, si bien tiene sus particularidades, está comenzando «a dialogar, a mezclarse» con otros estilos.
«Un cuento también puede leerse como si fuera una novela, con la misma intensidad, y una novela, como si fueran muchos cuentos sin una línea de unidad. Soy partidaria de salir de los límites tradicionales de los géneros y de sus estructuras», reflexionó.
En ese sentido, destacó la importancia de saltar las fronteras tradicionales de la literatura, como ella misma hará en el recital de relatos.
«Parece que un recital solo puede ser de poemas, es a lo que estamos acostumbrados, pero hay que romper con esas dinámicas, porque la narrativa puesta en voz alta es también una forma de activar la lectura», asegura.
Así, considera que leer cuentos y otros textos en prosa en voz alta permite poner el énfasis no solo en la escritura, sino en la «musicalidad y el sonido» propios de la narrativa, que no son exclusivos del verso.
En su opinión, eso ayuda también a intercambiar los papeles entre el lector y el escritor, un ejercicio que recomienda a todos los autores para conseguir más cercanía con su público y lograr ser honesto con uno mismo desde su escritura.
«La lectura lleva a la escritura», afirma, e insiste en que cualquier escritor debe partir de la lectura como una «clave fundamental en su vida» para poder después transmitir su visión particular del mundo y su interés personal a través de sus obras.
Sobre las letras chilenas, destaca que se definen por su «enorme heterogeneidad y diversidad de voces» y reflexiona sobre el «momento propicio» que vive la literatura latinoamericana en general para circular por el mundo y llegar a otros países como España.
«Hace años había una perspectiva en la que los autores españoles miraban a los latinoamericanos desde la perspectiva en que el primer mundo mira al tercer mundo, pero ahora creo que se puede hablar de una retroalimentación de las culturas», agregó.
Las nuevas tecnologías han facilitado esa reacción, así como la aparición de nuevas editoriales independientes que permiten un intercambio literario, muchas veces en formatos diferentes al papel, con mucha menos dependencia del mercado que en el pasado.
Por eso, aunque asegura sentir una especie de «amor por el libro de papel» porque se crió con ese formato, afirma que las nuevas tecnologías son compatibles con los libros tradicionales y ambos pueden coexistir e impulsarse mutuamente.