Mamá y papá. Mamá y mamá. Papá y papá. Papá, papá y mamá. Tres: desde este número aborda la paternidad Sebastián Silva con su nuevo largometraje «Guagua Cochina» (2015). Genuino y honesto, así es el viaje hacia la parentalidad que nos trae el ya reconocido director chileno de la escena indie. Una apuesta interesante sobre una temática actual que da como resultado, gratos cien minutos frente a la pantalla grande.
La película trata de Freddy (Sebastián Silva), un chileno radicado en Brooklyn que intenta tener un bebé con su novio Mo (Tunde Adebimpe) con la ayuda de su mejor amiga Polly (Krysten Wiig). Sin embargo, todo se complica por el acoso que ejerce sobre ellos un vecino vagabundo apodado The Bishop. De a poco, el camino de los protagonistas se va tornando oscuro, nublando así el sueño de ser padres.
Es difícil encasillar la nueva película de Sebastián Silva en un género determinado. Si bien funciona como drama enfocado en la búsqueda de la paternidad frente al hostigamiento homofóbico de la sociedad; también contiene aires de comedia e ironía. A esto se le suman recursos como el suspenso, llevando el relato a otro nivel: una obra contemporánea que respeta la reinvención de los géneros. En términos de guión y construcción narrativa, el cineasta logra guiar entonces al espectador por un tránsito inesperado: del chiste a la tensión dramática, vuelta al relajo y la distensión para después volver a encontrarse con una tensión aumentada y el suspenso. Así sucesivamente, la última obra de Silva juega con lo inesperado de una manera sutil. Si bien pudiese molestar a los cinéfilos más clásicos, creo que funciona a la perfección para quienes buscan algo nuevo.
Llama la atención el trabajo de construcción de personajes y la dirección de actores, caracterizada por la libertad e improvisación. Los personajes de Silva se destacan por su genuinidad, claro ejemplo las interpretaciones de Michael Cera y Gaby Hoffman en su película anterior Crystal Fairy (2013). De una manera similar se presenta a Freddy (Sebastián Silva), protagonista de Guagua Cochina, un artista visual sin ningún miedo a hacer el ridículo con las interpretaciones que él mismo hace de un bebé. Lo mismo con Polly (Krysten Wiig), la amiga risueña, decidida y de actitud fuerte que le acompaña.
La fotografía por parte del excepcional Sergio Armostrong, se confabula de manera apropiada con la historia. Utilizando una iluminación suave, logra acercarnos a la humanidad de los personajes cuando estos se encuentran en situaciones cómodas; como también logra adentrarlos en la oscuridad cuando están en conflicto y tensión. Bajo la misma línea, la utilización de la cámara en mano durante toda la película es algo interesante: una cámara inestable frente al proceso de gestación de un bebé que se tergiversa y perturba. La estética pasa a denunciar el estado del relato.
Pero, así como la obra de Silva tiene logros bien definidos, también existen aspectos perfectibles. Si bien el trabajo de montaje ayuda a contar la historia, a ratos se extraña una mayor agilidad. Como si dentro de la muy interesante trama que se nos presenta, faltara potencia para que corra la historia.