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Luis Ortigoza, el adiós del primer bailarín estrella del Teatro Municipal El artista se presenta por última vez con el Ballet de Mayerling

Luis Ortigoza, el adiós del primer bailarín estrella del Teatro Municipal

Cruzó la cordillera para venir a bailar a Chile siendo menor de edad. A los 18 años obtuvo su primer papel como solista en el Ballet de Santiago y un año después se convirtió en el primer bailarín de la compañía. La carrera de Luis Ortigoza fue agitada pero afirma que cuando se despida definitivamente de los escenarios el próximo 18 de abril, lo hará sin ningún arrepentimiento. El cariño del público ante la noticia de su retiro ha sido la mayor prueba de que hizo las cosas bien.


Al igual que varios acontecimientos importantes de su vida, Luis Ortigoza llegó al ballet de casualidad. El bailarín cuenta que tenía cinco años cuando vio por primera vez una clase de ballet e inmediatamente le llamó la atención. Lo cautivó la música, los movimientos, y decidió decirle a sus padres que eso era lo que quería hacer. “Siempre tuve claro que quería ser bailarín. Siempre”, afirma Ortigoza, quien hoy a sus 47 años se retira de los escenarios para dedicarse a la asistencia de dirección.

El ballet con el que el bailarín se despide de los escenarios es Mayerling, la historia del archiduque y heredero del imperio austrohúngaro Rodolfo de Hasburgo, quien junto a su amante fueron encontrados muertos por un tiro en la sien. Aunque se estableció que las muertes fueron producto de un suicidio, cada vez fue haciéndose más popular la teoría sobre un complot del gobierno austríaco.

Aquel final incierto sobre la muerte del archiduque y su amante fue creando un mito acerca de que el ballet estaba maldito, el cual al ligarse a distintos acontecimientos fue cobrando fuerza. El año 92 su creador, Kenneth Mcmillan, murió de un infarto mientras veía la coreografía tras bambalinas. En 2013, luego de la primera presentación de Mayerling, el Teatro Municipal de Santiago sufrió un incendio que arrasó con cientos de trajes de la obra y con las salas de ensayo del edificio. Pero a Ortigoza nada de eso le preocupa.

marerling

Si algo lo pone nervioso es el recuerdo de que el ballet es una disciplina extremadamente compleja, pero el poder hacer Mayerling e interpretar al príncipe Rodolfo de Austria lo considera un privilegio.

“Me gustan mucho los roles que tienen una historia por detrás. No hacer de príncipe ideal, sino aquellos roles que demuestran que tras el personaje hay un ser humano. Por eso creo que Mayerling es un ballet fantástico, es uno de los pocos ballets inspirados en una historia real donde puedes interpretar a un personaje así que transformó la historia mundial”, cuenta con entusiasmo el bailarín.

Mayerling se presentará desde el 12 al 18 de abril y será el espectáculo que inaugura la temporada 2016 del Teatro Municipal.

Partir lejos de casa

Fue de casualidad también que el trasandino terminó bailando en Chile. Recién había salido de la academia del Teatro Colón cuando escuchó que desde Chile venían a buscar varones para integrar el cuerpo de baile del Teatro Municipal de Santiago. Pero Ortigoza, que recién se había integrado al Teatro Argentino de la Plata, no consideró ético presentarse a otro lugar y decidió no ir a la audición.

El día lunes, aprovechando que era feriado cultural en Argentina, Ortigoza fue a clases particulares con su maestro de esa época. Al terminar la clase dos personas que lo habían estado observando se le acercaron a hablarle. Eran Luz Lorca, subdirectora del Ballet de Santiago, y Denis Poole, director artístico del mismo.

Luis Ortigoza en función de fin de año 1985

Luis Ortigoza en función de fin de año 1985

Le ofrecieron un contrato para bailar en el municipal de Santiago, pero debía entregar una respuesta ese mismo día. En el trayecto del estudio a su casa, Ortigoza se convenció y le dijo a sus padres que se iría a Chile. “Prácticamente no lo pensé. Dije, si esto se está cruzando nuevamente en mi vida, es por algo”, dice.

En ese entonces Ortigoza aún era menor de edad y necesitaba la autorización de sus padres para salir de Argentina. Y aunque a estos les preocupaba que su hijo se fuera a un país que seguía en dictadura, a mediados del 88 el bailarín ya estaba instalado en Santiago. De ahí en adelante su carrera escaló rápidamente.

En 1989, con 18 años de edad, es ascendido a solista interpretando la obra Percusión para seis. Un año después pasa al puesto de primer bailarín en la compañía y gana medalla de plata en el IV Concurso Internacional de Ballet de Jackson Mississippi, premio que le otorga reconocimiento internacional y la oportunidad de partir al extranjero. Pero Ortigoza desechó esa oportunidad. “Ya me había tenido que ir de Argentina y no quería volver a pasar por eso”, explica el bailarín, quien ya lleva casi tres décadas en Chile.

Ortigoza afirma que jamás pensó en volver a instalarse en Argentina y aunque dice que partir de su país no fue difícil, con el tiempo ha comenzado a sentir cierta nostalgia.

KARL BURNETT Y LUIS ORTIGOZA,.

Karl Burnett y Luis Ortigoza

“Al principio se me hizo fácil partir porque yo tenía 18 años y lo único que quería era bailar, bailar, bailar. Después de unos años como que sentí esa cosa de que no estás creciendo a la par con tu familia. Los ves esporádicamente, una o dos veces al año. Los ves crecer, pero no de manera constante, extrañaba eso de ver envejecer a tus padres. Pero me di cuenta de eso bastante tiempo después”, cuenta.

El accidentado comienzo con Nagy

Uno de los acontecimientos que marcó la trayectoria del argentino fue sin duda su relación con el coreógrafo húngaro Ivan Nagy.  Al bailarín le tocó trabajar con el director en el segundo periodo de Nagy en la compañía y desde que supo de su llegada tuvo una mala impresión. Motivado por los malos comentarios sobre su carácter y sus métodos de trabajo, Ortigoza fue al despacho del director y le ofreció su renuncia. Su acción sorprendió al húngaro, con quien a partir de entonces se transformaron en una dupla mítica del Ballet.

“Ahí comenzó una relación de trabajo súper sincera porque aunque de repente teníamos diferentes opiniones sobre una u otra cosa, podíamos discutir, discutir en el buen sentido de la palabra. Siempre lo respeté muchísimo, porque me di cuenta que era un hombre que estaba dispuesto a enseñarme mucho. Cuando se fue de Chile y dejó de dirigir mantuvimos el contacto y fuimos grandes amigos hasta el día de su muerte”.

LUIS ORTIGOZA EN SYLVIA PAS DE DEUX

Luis Ortigoza en Sylvia Pas de Deux

Ortigoza admite que en parte su reacción fue producto de una cierta rebeldía. Nagy tenía un método de trabajo bastante fuerte, pero el bailarín no lo juzga. Eran otros tiempos y cree que eso explica la actitud del director húngaro.

“Las cosas han cambiado mucho en cuanto a la forma de trabajar, de cómo comportarse. Es una cosa estúpida, pero por ejemplo en esa época no habían celulares. Yo estoy seguro que si él hoy estuviera vivo, dirigiendo una compañía, y ve a alguien dentro de la sala con un celular, lo echa, lo saca de la sala”, afirma.

En ese sentido el estilo de la actual directora del Ballet de Santiago, Marcia Haydée, dista mucho del de su antecesor. Con Haydée también logró establecer una relación cercana y fue de la mano de ella que Luis Ortigoza llegó a ser nombrado primer bailarín estrella. Ese mismo año además incursionó como coreógrafo con La Bayadere, una experiencia que aunque dice tampoco haber buscado, la cataloga como absolutamente positiva.

¿De dónde vienes?

Durante los 27 años que Ortigoza ha participado en el Ballet de Santiago lo ha visto crecer y cree que si hoy la compañía baila las coreografías que baila es gracias a la gestión de dos directores, Ivan Nagy y Marcia Haydée. Ellos fueron trabajando para abrir el repertorio y hacer crecer una compañía que hace algunos años pocos conocían.

MARCELA GOICOECHEA Y LUIS ORTIGOZA - MANON

Marcela Goicochea y Luis Ortigoza en Manon

“Chile geográficamente está muy lejos del circuito, entonces es muy difícil que pongan la vista acá. Al principio cuando salía a bailar todo el mundo me preguntaba despectivamente de dónde venía y les respondía del Ballet de Santiago de Chile, y me volvían a preguntar de dónde. Ya después cuando me veían bailar la cosa cambiaba y ya me saludaban mejor. Pero antes no había muchas referencias de la compañía. Eso es un trabajo de hormiga que se fue haciendo y estoy seguro que lo que se logró fue gracias a esos dos directores”, relata Ortigoza.

Aunque el bailarín trasandino celebra el crecimiento de la disciplina en el país, critica la falta de espacios, el no poder hacer, por ejemplo, una temporada en otro espacio y para otro público que no sea el del Teatro Municipal. Menciona el caso del Teatro Municipal de Iquique, un lugar que considera precioso pero que ya ni recuerda la cantidad de años que lleva cerrado. Para Ortigoza esta es una de las dificultades para realizar giras nacionales y lo lamenta porque sabe que la gente tiene interés en ver más ballet.

“Creo que el ballet tiene esa capacidad de cautivar a la gente muy rápido, porque como es una cosa visual la gente lo ve y tiene la facultad de que le guste o que no le guste. Es más fácil de entender a lo mejor que una ópera o que otro tipo de arte”, explica.

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Luis Ortigoza en Cascanueces. Foto Patricio Melo

El bailarín está listo para dejar los escenarios y comenzar a trabajar con las siguientes generaciones, traspasar sus conocimientos y experiencias tal como lo hicieron con él cuando llegó a Chile. Por eso el argentino aconseja a quienes comienzan en el ballet jamás creerse el cuento de que uno llegó, porque no funciona así. Para Ortigoza el ballet es trabajo y más trabajo. No basta con el talento.

Al mirar hacia atrás y ver todo lo que ha ocurrido en las redes sociales tras el anuncio de su retiro, el bailarín se muestra satisfecho. “Hay gente extremadamente cariñosa conmigo, me han escrito infinidad de mensajes diciendo que no lo pueden creer, que por qué. Las cosas fantásticas que me dicen de cuando ellos me veían bailar, no sé, me da como el pie para pensar que estuvo bien hecho el trabajo. Cuando vos recibís ese mensaje del público de que les llegó eso que querías mostrar, pucha buen trabajo entonces porque quiere decir que el objetivo está cumplido”, concluye Ortigoza

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