Se puede criticar o no, que la obra carece de teatralidad, en cuanto a su montaje escénico, diseño y vestuario, que no llaman particularmente la atención, pero lo interesante es que no hace falta. Impresiona que desde la sencillez, el despojo de materialidades, surja tanta vida en los personajes, pero esa vida tiene riqueza por el desarrollo de los mundos de los caracteres, puesto que estos respiran mundos internos en toda la escena, y eso hace que la comicidad no sea a través del “chiste” sino a través de los signos de patetismos que bordean lo trágico que ocurren en la escena.
Claudio Tolcachir, aterrizó en Santiago, en el teatro Finis Terrae con su Compañía Timbre 4 y nos a deja con una escena plena de naturalidad, disfuncionalidad familiar y relaciones humanas desnaturalizadas. La riqueza de la obra se transmite, principalmente, a través de los personajes y sus modos de construir relaciones.
Teatro Finis Terrae nos deja impregnados de la escena argentina con dos grandes visitas, comenzando con “La omisión de la familia Coleman”, que nace desde el teatro under de Buenos Aires para luego recorrer más de 22 países. Y para terminar este doblete bonaerense el fin de semana, se estrenará en Chile este jueves otro gran éxito de los dramas familiares argentinos, “Vigilia de noche” dirigida por Veronese, obra que aborda el tema de la crisis matrimonial y el desencanto que surge con la convivencia, la cuestión de la infidelidad desde una original perspectiva y los conflictos que acarrean la paternidad y la maternidad, poniendo en tela de juicio la noción tradicional de familia.
“La omisión de la familia Coleman”, podríamos decir que es, justamente, una seguidilla de omisiones que decantan en disfunciones del “modelo”, proceso típicamente desarrollado en la familia moderna, sin embargo, esta familia está llena de particularidades, puesto que ningún rol funciona como tal, la madre está a la altura de ser hija, los hijos parecen sus hermanos, la hija menor es la madre del hogar, en pocas palabras, una familia disfuncional, donde cada uno de sus componentes, finalmente, intenta de salvarse como puede (si es que puede) y estar en esa casa los contiene pero, al mismo tiempo, los encierra.
Temáticas que recorren la obra son la ausencia de padre, la madre completamente inmadura o, al menos, imposibilitada de constituir el rol que supone esa maternidad, un hijo con problemas y que todo el tiempo piensa en la muerte, una hija amargada y sola, un hijo al borde (o derechamente) instalado en la delincuencia; todos en su medida tienen mundos internos que aportan continuamente al conflicto. Desde la problemática de la falta de roles, emergen una serie de desordenes, problemas de dinero, diferencias, una vibrante desesperación que los lleva a un constante actuar errático que caracteriza a este mundo presentado por Tolcachir y Timbre 4.
La forma de habitar que tienen los personajes en la escena, de relacionarse, de vivir realmente un día en la casa, la naturalidad con la que generan las relaciones es lo que atrae de la puesta en escena y la mirada de Tolcachir.
El director apuesta por un teatro que trata de manejar el vertiginoso ritmo de la vida, donde rara vez hay tiempo para la reflexión y sus aciertos, sin duda, están vinculados a una especie de empatía y a la vez patetismo que genera la obra hacia la audiencia.
La escena, en primer lugar, nos muestra la cotidianidad, el mundo de esa particular casa, donde los diálogos rápidos, inconexos, rítmicos, simultáneos, tropezados, seguidos, manifiestan y emulan cotidianidad y, a su vez, se tiñen de acciones rutinarias, las que en ningún caso son inocentes, puesto que esas acciones se vuelven interesantes y completamente dotadas de significado porque, a través de ese accionar, opera el conflicto: siempre, los personajes están negando o tramando algo y por sobre todo, chantajeando al otro.
Desde la dirección, entonces, se hace un tejido muy pulcro, debido a que, comienza a entrelazar las relaciones y la profundidad de los personajes con una sensibilidad y una fluidez muy precisa, los texto van muy rápido, pero tienen un ritmo y musicalidad fascinante, lo interesante de esto es que el ritmo de texto y acciones se desarrollan con esa precisión, pero los actores no caen en una memoria mecánica de cómo decir los textos, porque los viven con verdad y pienso que este aspecto es lo que hace una gran diferencia respecto de otras obras en el mismo estilo realista. En este sentido, la acción y el texto tienen un ritmo cinematográfico y cotidiano muy bien logrado.
Tolcachir es inteligente en el modo de configurar los roles y, a su vez, los tipos de relación que conllevan los personajes. Por ejemplo; el personaje de Marito, es sin duda, un rol clave en este sentido, funciona como un eje central para desarrollar el caos familiar, puesto que siempre esta en el centro del conflicto, rematando así todo tipo de situaciones y, precisamente, al poseer una especie de problema mental o inmadurez (no queda claro en la obra, pero se infiere que es una persona especial, que incluso posee ciertas visiones), termina por instalar una sistema de relaciones tensionadas por este fenómeno; este es un aspecto que hace al personaje incursionar en un lugar ominoso, todo texto terrible que este personaje manifieste, se justifica, e incluso,a medida que avanza la escena, se enriquece notablemente y potencia de manera formidable la obra.
El espectador lo sigue y se identifica con él, generando una suerte de empatía pero a la vez compasión de todo lo que sucede por él y a través de él, puesto que este siempre esta dando el pie del conflicto y terminando inverso en los puntos álgidos de las situaciones. En este caso, el actor Fernando Sala (actor que está en la piel del emblemático personaje “Marito”), se encuentra a la altura, sin duda, del personaje, generando un equilibro entre la naturalidad y el exceso, puesto que su personaje oscila entre un niño y un loco, lo que le permite todo, él no comenzó desde el elenco original, sin embargo, manifiesta una naturalidad impresionante, para decir cosas terribles y mantiene el rol durante toda la obra, generando una comicidad, justamente, desde su seriedad y apatía.
Verónica, interpretada por la actriz Inda Lavalle genera un contraste interesante con la familia, puesto que es hija de Meme (la “madre”), pero fue criada en otro entorno, lo que permite que, al juntarlos, haya un punto de comparación , es la vía para que estos personajes salgan al exterior y se manifiesten desde lo que son y todos los personajes tendrán una obsesión o rechazo con ella, es decir, con el “afuera”.
La abuela, interpretada por Cristina Maresca, es la tercera abuela que pasa por la escena de Tolcachir y, en efecto, logra una gran simpatía y le brinda agilidad a la escena. Es un personaje contenedor de la familia Coleman, al igual que Gaby, -representada por la actriz Tamara Kiper- están constantemente intentando sostener al resto, pero al mismo tiempo, no son capaces de sostenerse a ellos mismos. Tamara Kiper a través de su interpretación -muy competente- expresa ese personaje endurecido por sus propios miedos y que ejerce muy bien el proceso de cómo estos odios profundos se van desenmascarando a lo largo de la obra.
El personaje de Marito y Meme, sin duda, son dos grandes aciertos e inteligencias de Tolcachir, “tesoros que emergen desde los ensayos y experimentación” como dice él, no obstante, se denota en el montaje, que para encontrar estos aciertos, hubo experimentación y viaje; es por esto que sale a la luz que los personajes pueden tener otro conflicto y siguen funcionando de la misma manera, es decir, se pueden extraer de la obra, e invitarlos a un bar y estos seguirán con sus delirios y disputas todo el tiempo, en general, todos lo personajes funcionan de este modo, no obstante, desde mi apreciación personal, estos roles son los que más destacan y movilizan el montaje.
El personaje de Meme es interpretado por Miriam Odorico, actriz del elenco original, que realiza un excelente trabajo; detallado, verosímil, desde mi perspectiva, es el más destacable del montaje, dándole una tridimensionalidad y profundidad al personaje, desde sus miradas, kinética y sus formas de decir los textos se trasluce ese infantilismo, inseguridad, falta de firmeza en todo ámbito, que posee esta madre inmadura pero a momentos cruel, que finalmente es la matriz de todos los conflictos de la obra. La escena que tiene con su hija menor, habla de las parejas que ella ha tenido, es una escena, que retrata gran parte de su personaje y este también es merito de la obra, puesto que tiene escenas y acciones que funcionan como resúmenes de todo el mundo presentado, que hablan por si solas y permiten emerger verdades internas de los personajes.
Se puede criticar o no, que la obra carece de teatralidad, en cuanto a su montaje escénico, diseño y vestuario, que no llaman particularmente la atención, pero lo interesante es que no hace falta. Impresiona que desde la sencillez, el despojo de materialidades, surja tanta vida en los personajes, pero esa vida tiene riqueza por el desarrollo de los mundos de los caracteres, puesto que estos respiran mundos internos en toda la escena, y eso hace que la comicidad no sea a través del “chiste” sino a través de los signos de patetismos que bordean lo trágico que ocurren en la escena.
A veces, es más fácil suplir cosas a través de una espectacularidad o parafernalia, sin embargo, en este montaje nos enfrentamos a un despojo total, son sólo los actores, sus acciones, su cotidianidad y sus relaciones. El discurso, justamente, está puesto en las relaciones y no hay una intensión forzada de hacer reír, sino por el contrario, se muestra un mundo tal cual es, y esa verosimilitud y modo de relacionarse casi sórdido, es lo que por consecuencia trae risa, pero justamente la genialidad de la obra, el efecto de comicidad justamente es la crudeza natural con la que se muestran los personajes.
Luego de reflexionar de naturalidad, realismo, cotidianidad, me surge la pregunta; ¿Como nos enfrentamos en Chile al realismo?, en este caso, Tolcachir, llega al realismo, desde la experimentación, antes de fijar el texto deja que los actores experimenten y encuentren (y se encuentren) en la escena, realizando un camino profundo de experimentación, no sólo el actor se enfrenta con un texto y lo sigue o lo enuncia, sino que lo vive desde un proceso previo. Es interesante evaluar el proceso, puesto que se ve que hay vida en la escena y en la rapidez de los textos, puesto que estos están en el cuerpo lo que provoca una organicidad.
“La omisión de la familia Coleman es el fruto de nueve meses de ensayos diarios, trasnoches y madrugones en donde este grupo, este maravilloso conjunto de talentos humanos, de actores sobrenaturales se entregó sin especulaciones a la gestación del que sería mi primer texto teatral” Claudio Tolcachir
Bajo este punto de vista, me permito decir que en Chile , en general, hemos desviado la idea de realismo y lo entendemos como algo aburrido o incluso pasado de moda, no obstante, tal vez el problema se centra en cómo lo estamos enfocando. Pienso que es falta trabajo previo, de experimentación y, además, se ha generalizado la idea de un sonsonete vocal que emula al realismo, como si actuar realistamente supusiera tener una musicalidad y un tipo de voz, tal vez es hora de replantearse estilos teatrales, quizá el público, a veces, le teme al teatro porque no quiere ir a encontrarse con tonos de voz graves y textos que no le llegan a nadie, sino que solo son repeticiones de obras y de autores, una y otra vez.
Por supuesto que esto no se da en todas las obras, por ejemplo, Cordillera, obra que debutó el año pasado, justamente es una de las excepciones de un realismo rico en relaciones y humanidad, donde los personajes generaban empatía, desde el sector que fuera la audiencia.
Es interesante el tipo de trabajo de dramaturgia experimental que realiza Tolcachir, puesto que involucra a los actores en la dramaturgia, y los textos de este modo nacen del cuerpo, algunos dramaturgos chilenos también realizan este trabajo, por ejemplo Luis Barrales -y otros- en alguna de sus obras. Es atrayente reflexionar sobre este proceso de dramaturgia que es muy valido, puesto que el actor aporta, la experiencia y los ensayos contribuyen a este espacio creativo. En la escena moderna se visualiza como ese dialogo va evolucionando y puede salir un trabajo muy favorecido y enriquecido desde esa comunión, aveces es importante que el dramaturgo se vaya sólo con sus textos, pero no deja de ser interesante que este ingrese al cuerpo artístico.
Pienso que gran parte del resultado que tiene actualmente esta compañía es por ese fiato, y ese espacio de experimentar nueve meses, darse el tiempo necesario para investigar los mundos de los personajes.
Es positivo que nos visiten montajes extranjeros, sin duda, nos sirve para observar nuestra propia escena, mirarnos a nosotros mismo, y para dialogar con otros modos de accionar frente al teatro, de todos modos, esta iniciativa de Finis Terrae, es desde todas los puntos de vista enriquecedora culturalmente.