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El documental que cuenta el viaje de dos chilenos al festival de rock argentino de Cosquín

El film, realizado en un formato hiperrealista, permite conocer uno de los eventos más importantes de la música trasandina, un pequeño Woodstock alejado de la lógica comercial donde lo único que importa es la pasión por la música. Un encuentro que gana cada vez más adeptos en Chile, donde un grupo de compatriotas ya se está organizando para viajar el próximo mes.


Hay un festival de rock que se celebra desde 2001 y donde han estado estrellas como Charly García, Deep Purple y Café Tacuba, aunque el fuerte sea el rock argentino de todo tipo. Un festival donde la onda no es ir a mostrarse sino escuchar tu banda favorita, donde la idea no es lucrar, sino compartir, un festival que dura tres días, con 40 mil asistentes por noche, y cuya próxima versión comienza el 25 de febrero.

Este festival se celebra todos los años en la localidad argentina de Cosquín, en la provincia de Còrdoba, y desde hace un par de años viene ganando adeptos entre el público chileno. De hecho, actualmente un grupo de compatriotas se está organizando para viajar en un mes más para ir a ver en esta ocasión a artistas como Los Fabulosos Cadillacs, Fito Páez y Pedro Aznar.

Uno de los entusiastas, el periodista chileno Guillermo Adrianzen, acaba de terminar un documental, «Cachai Cosquín», donde junto a su amigo Cristián Escobar intenta mostrar cómo se desarrolla el evento y qué significa para los asistentes.

Ante su cámara no sólo desfilan grupos de chicos que pueden ir a ver a una banda desconocida incluso en Argentina, a la que sin embargo siguen con fervor, sino también familias con abuelos y niños incluidos, una madre que perdió a su hijo y que asiste al festival como forma de rendirle homenaje, así como periodistas chilenos como el periodista local Carlos Costas o el vocalista del grupo Guachupé, Tomás Maldonado.

Un chileno en Cosquín

Adrianzen es seguidor del rock argentino desde temprana edad y hace dos años cumplió su sueño de ir por primera vez a Cosquín Rock. Armado sólo con su celular, grabó varios clips que terminaron convirtiéndose en un video que sin quererlo funcionó como teaser, “Un chileno en Cosquín”, «sencillo pero a la vez muy emotivo», en sus palabras.

La producción del festival lo encontró en Youtube y lo compartió en sus redes. Tuvo una muy buena acogida en el público y sobre todo la gente que se encontró ahí.

Fue entonces que le surgió la idea de hacer un documental más largo, esta vez con alguna banda chilena que fuera a tocar a Cosquín 2016. Y aunque en esa ocasión no participó ninguna banda de nuestro país, decidió filmar igual y armar algo con un enfoque chileno. Fue un desafío «gigante», porque siempre fue un proyecto independiente.

A lo Woodstock

El resultado fue un film donde el protagonista, sin duda, es el público.

«Todo circula en mostrar la energía que despierta el Cosquín. Las personas tienen diferentes motivos para ir y a veces son mucho más fuertes que ir a ver en particular a una sola banda», explica. «Gente que hace muchos sacrificios por ir al festival y vivir la experiencia del camping con amigos o la familia».

El film funciona de maravillas para mostrar lo que es este festival, donde básicamente tocan bandas locales «y la gente demuestra un gran respeto por ellas».

Hay distintos escenarios y convergen varios estilos, pero generalmente el público es musicalmente educado en el sentido de respetar a quien está arriba del escenario, comenta el director. Agrega que esto sucede con grupos de música más nuevos que fueron como público y soñaron con tocar a Cosquín que ya están completando el círculo, con lo cual es un espacio tan valorado por el arista y el fanático.

«Cosquín se hace una zona rural donde llueve mucho, pero igual por noche hay cerca de 40 mil personas. En medio de las montañas y al lado de un río, el espacio geográfico es privilegiado porque se respira mucha naturaleza», resalta.

«La gente va al camping, a la aventura y escaparse un poco de la ciudad y escuchar música. En Chile hay un par iniciativas independientes que van por el mismo lado, como Woodstaco y Rock en Rio Itata, y ojalá sigan creciendo porque tienen un la característica de agregar valor a la música».

«No es ir a ver a la banda que te gusta en un gimnasio techado en la mitad de la ciudad; hay un viaje, un paisaje, un campamento y al final estos elementos construyen una experiencia que la gente no olvida. Se reúnen los de verdad», remata.

Una «verdad» que también transpira este documental, inspirado según su autor en un par trasandino llamado “Que sea Rock” y y también varios registros de lo que pasa en el festival de Glastonbury, en Inglaterra.

«También leímos varios ensayos sobre cómo surge el fenómeno del rock argentino y en qué contexto. Hay muchos libros de rock argentino que nos ayudaron, quizás más que referencias visuales. En la estética quisimos reforzar el mensaje que entregan las canciones, porque una frase en el momento justo te marca, viniendo de quien sea».

Cómo es el rock argentino

¿Cómo se vive el rock en Argentina? ¿Qué diferencia hay con Chile? Para Adrianzen la clave es el «amor inmenso» por el artista nacional que sienten nuestros vecinos, aunque no es algo exclusivo del rock.

«Socialmente en Argentina siempre ha sido así y hay ejemplos claros en el siglo pasado que van desde Carlos Gardel hasta Diego Maradona», cuenta. «En Chile hay grandes grupos y músicos, pero acá como público somos bastante ingratos con lo nuestros. Parece natural que un festival con bandas de afuera que se haga en Chile se venda el doble de caro y convoque cuatro veces más gente que una cumbre con artistas nacionales».

Para él, nuestro público es poco tolerante. «Revivieron la “Cumbre del Rock” y todas críticas eran a por qué se llamaba cumbre del ‘Rock’ si había artistas populares que cantan pop o cumbia. Con esa estrechez mental es difícil soñar con que se haga un cumbre del rock que dure tres días y sea un evento que despierte convocatoria a nivel nacional. La gente quiere que le vaya bien a la banda que le gusta y el resto da lo mismo».

«Una vez me tocó ver a De Saloon teloneando a Deep Purple y les tiraron frutas, que las vi romperse contra de las guitarras. Pudo ser mal elegida para la ocasión, ¿pero se merecen eso? No hay tolerancia y el respeto por el artista nacional es muy pequeño».

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