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Aída en el Municipal: un trabajo elegante que no interpela en lo teatral Crítica musical

Aída en el Municipal: un trabajo elegante que no interpela en lo teatral

En la noche de estreno la gran mayoría del público echó de menos la marcha triunfal que fue reemplazada por una coreografía cargada de erotismo exacerbando el cuerpo humano totalmente fuera del contexto. Un rey ( faraón) lejano y en lo alto, una Amneris sin el glamour de ser la princesa, el degradado Amonasro relegado a categoría de animal, un juicio sin jueces (se oyen fuera del escenario), una tumba de lujo para Radames, el general condenado por traición; en fin son muchos los motivos que le quitan fuerza y debilitan la propuesta teatral.


El último título de la Temporada Lírica del Municipal presentó una de las óperas más taquilleras de Verdi, Aída, la historia en el antiguo Egipto que combina la grandeza militar con el amor prohibido. La ocasión permitió el regreso del director musical chileno Francisco Rettig y una controvertida propuesta del afamado regisseur, Hugo de Ana.

Ambientada en la época, Hugo de Ana propone la pirámide como punto de partida escénico que se interpone en varios planos apoyado con proyecciones. La escena ocurre en un espacio interior en que los muros están recubiertos de espejos para apoyar las diferentes miradas al escenario. Todo el piso estaba grabado con jeroglíficos que revela el gran detalle a los que llegan las propuesta de Ana. Todo ocurre dentro de una pirámide, tanto los interiores como exteriores y tuvo un punto en el acertado de las tonalidades, pero por otro lado, su propuesta tuvo grandes reparos en las decisiones de movimiento.

En la noche de estreno la gran mayoría del público echó de menos la marcha triunfal que fue reemplazada por una coreografía cargada de erotismo exacerbando el cuerpo humano totalmente fuera del contexto. Un rey ( faraón) lejano y en lo alto, una Amneris sin el glamour de ser la princesa, el degradado Amonasro relegado a categoría de animal, un juicio sin jueces (se oyen fuera del escenario), una tumba de lujo para Radames, el general condenado por traición; en fin son muchos los motivos que le quitan fuerza y debilitan la propuesta teatral.

Más allá de seguir narrando detalles, Hugo de Ana hace un trabajo personal de extraordinaria elegancia y refinamiento pero que en lo teatral no interpela a la audiencia. Reforzando lo anterior, el trabajo de vestuario combinada con la acertada iluminación a cargo de de Ricardo Castro, aportan la exquisita paleta visual que fue muy aplaudida. De Ana es grandioso como pocos pero deja muchas puertas abiertas.

En lo musical tuvimos lo más sólido. La presencia en el podio de Francisco Rettig permitió traer de regreso a un director que lleva años en el extranjero e injustamente varias décadas fuera del Municipal. No tuvo problemas de abordar las dificultades de los diferentes planos musicales, permitiendo una lectura sólida con la emisión de notables momentos orquestales a cargo de las cuerdas donde las maderas fueron el plato fuerte en el foso y los bronces desde los palcos brillaron para la música triunfal.

El Coro que tiene un gran protagonismo en la primera parte fue muy aplaudido pero lamentablemente no aparecieron al finalizar la ópera.

En cuanto a los solistas, el tenor coreano Alfred Kim fue vitoreado ya que exhibió un dominio vocal incuestionable. Con líneas líricas, fraseo elegante y buen volumen su aporte fue vital. Por su lado, la soprano Cellia Costa creó una Aída menos sólida ya que los matices de su personaje no siempre estuvieron impecables. En su famosa aria Ritorna Vincitor, intentó con relativo éxito la combinación de sus líneas melódicas contrapuestas. Sin embargo, en lo teatral convenció y nunca se amilanó en los poderosos concertados. Tanto el tenor como la soprano recrearon a la infortunada pareja convenciendo hasta a los más exigentes.

Amneris a cargo de la bella mezzo rusa Marina Prudenskaya, exhibió un material vocal con sólidos centros y bajos al igual que el Amonasro del barítono, también ruso, Vitaly Bilyi. Ramfis a cargo del bajo In-Sung Sim estuvo impecable tanto en lo vocal como su presencia actoral. Al rey de Egipto a cargo de Pavel Chernivsky no lo vimos ya que estaba en lo alto con lo que su voz perdió fuerza, en cambio fue muy efectivo el mensajero a cargo de Rony Ancavil y destacamos a la excelente soprano chilena Paola Rodriguez como sacerdotisa en la mitica escena del templo de Vulcano.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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