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…no veo el rostro feliz de los televisores…. Opinión

…no veo el rostro feliz de los televisores….

Fernando Codoceo
Por : Fernando Codoceo Activista de Derechos Humanos
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“Antu Kai Mawen” es una caravana estética que va por los bordes. Usa el lenguaje de los afectos y no el de la razón. No son filósofos teorizando sobre las complejas técnicas de control. No son ideólogos con la pañoleta al cuello y de boina gastada comunicándonos, con pesadumbre, los impactos de la economía mundial.


Sorprende lo que provoca el grupo “Antu Kai Mawen”, la banda liderara por Charles Labra que decidió separarse del mítico “Sol y Lluvia” y que es posible escuchar en las calles del país. La gente se agolpa a su alrededor y lo que causan es un acto de magia colectiva surgida desde los afectos. Es la manera en que se plantan “sobre el escenario” y lo que comunican lo que consigue que los espectadores callejeros queden momentáneamente atados, como si se estuviesen siendo parte de una comunidad religiosa espontánea e itinerante que comparten, por un instante, una cómplice felicidad colectiva…

Tras haberme encontrado con ellos por tercera vez -la última fue en la calle Placer del Persa de Biobio- me fui, como las otras dos veces, con el pecho apretado, deseando escribir algo sobre ellos y preguntándome lo mismo que hago acá: ¿cómo es posible que un grupo de músicos con artefactos tan sencillos consigan provocar un ambiente de tanta conexión con uno mismo y confraternidad colectiva?…

Mi respuesta es que ellos representan un acto de resistencia y reposo y que, a través de ello, logran comunicarse con los afectos de muchos seres humanos que viven avergonzados y reprimidos por la exitista mensajería neoliberal que nos impide ser nosotros mismos. Alrededor de sus presentaciones se reúnen los “agotados” de vivir la vida en la insinceridad del simulacro. Que los transeúntes se saquen las máscaras de la “vida  feliz” y que se desprendan del pesado y tormentoso traje de la “apariencia exitosa” no cambia nada, pero,  en una comunidad política dominada por la comunicación neoliberal, es una conquista de liberación político-exitencial. Los chilenos y chilenas no vivimos en un régimen económico neoliberal, en el sentido de que no se trata de una fuerza externa a nosotros mismos. El neoliberalismo es hoy, después de 40 años de darnos con el martillo del dinero y la mercantilización de la vida, una criatura viva que habita en nuestros cuerpos, que domina nuestros deseos y direcciona nuestras pulsaciones vitales.

“Antu Kai Mawen” es una caravana estética que va por los bordes. Usa el lenguaje de los afectos y no el de la razón. No son filósofos teorizando sobre las complejas técnicas de control. No son ideólogos con la pañoleta al cuello y de boina gastada comunicándonos, con pesadumbre, los impactos de la economía mundial. Desde luego que tampoco pertenecen a esos burócratas de izquierda que, ocultos tras la retórica del “servidor público”, esperan su turno en el gobierno y están dispuesto a la justificación de las peores atrocidades.  Ellos son estetas que van de frente y poniendo sus propios cuerpos como testimonio personal de que la emancipación cultural es un artefacto de resistencia – minúsculo todo lo que se quiera -, pero en marcha y que aquello no es el resultado de una gran convergencia social;  que para actuar no requieren de un tratado teórico fundante que oriente sus decisiones, porque lo que hacen nace en el contacto comunicativo con el otro, se alimenta de la intuición calleja y crece en el cultivo de la vida solidaria y fraterna.

Haber hecho de “la calle” el escenario de sus presentaciones habituales es una decisión estético-política que decidió bajarse de la lógica exitista y ostentosa con la que, la mayoría, vivimos la vida en el Chile de hoy.  Quiero creer que ellos viven genuinamente desde el margen y que nos comunican algo distinto y esperanzador.  Quiero creer que ellos viven, sienten y valoran la vida de otra manera y que, como efecto de ello, no pueden ser atrapados ni entusiasmados por las fantasías de placer que promete la comunicación del consumo.

Charles Labra y todos quienes le acompañan son una envidiable caravana estético libertaria. Representan eso que muchos quisimos ser…viven desde la memoria, saben quienes son y por eso son libres, por eso están ahí, por eso los escuchamos… ellos le cantan y le bailan a la vida fraterna…ellos son, aunque nos cueste reconocerlos, nuestros afectos encubiertos y nuestras conciencias negadas por “el rostro feliz de los televisores”….

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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