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Crítica a Don Giovanni en el Municipal de Santiago: impecable en lo musical y flojo en lo teatral CULTURA

Crítica a Don Giovanni en el Municipal de Santiago: impecable en lo musical y flojo en lo teatral

Doña Anna tuvo a dos descollantes sopranos en ambas funciones, la norteamericana Michelle Bradley y la rusa Oksana Sekerina. Mientras Bradley lució un potente material que desbordó los límites mozartianos, el poderoso timbre metálico de Sekerina fue más efectivo en el estilo. Sin embargo, ambas son promesas que seguro darán mucho que hablar.


Don Juan Tenorio es la leyenda que sirvió de base para que Mozart creara, sin lugar a dudas, su ópera prima. Estrenada en Praga en 1787 sigue siendo un hit que repleta salas de ópera en todo el mundo. Esta joya de la lírica se presenta en siete funciones el Municipal de Santiago en abril y esta crítica repasa las funciones del lunes 16 ( internacional) y del sábado 21 de abril (estelar).

¿Cuál es la magia de su vigencia? Inspirada en la historia del libertino Don Juan, el genio de Salzburgo le dio una grandeza universal. El dramma giocoso ( combina lo bufo y el drama) es fascinante con una partitura magistral y un libreto ágil que no decae, nada le sobra; las tres horas y media de duración se pasan volando.  

Musicalmente, la propuesta del director de la versión internacional, Attilio Cremonesi, es histórica y sus tempos barrocos fueron claves para mantener la atmósfera mozartiana. Esta perspectiva fortaleció la homogeneidad y los equilibrios entre el foso y el escenario. El maestro chileno y Director Residente de la Orquesta Filarmónica, Pedro Pablo Prudencio, enriqueció esta propuesta en su versión del estelar. Los recitativos combinaron el clavecín junto con el cello, lo que potenció estos intervalos que son básicos para que la acción se desarrolle.

El rol principal de fue interpretado por dos jóvenes cantantes: Levent Bakirci y Daniel Miroslav en ambos elencos. Dueños de un sólido material vocal resuelven con gran inteligencia al desvariado e irreverente antihéroe. Sin duda, el contrapunto en el personaje de su siervo, Leporello, tuvo excelentes intérpretes en Edwin Crossley- Mercer y el chileno Sergio Gallardo; este último le dio gran humanidad. El aria del catálogo en las que resume las amantes de Don Giovanni demostraron la versatilidad de ambos intérpretes.

Doña Anna tuvo a dos descollantes sopranos en ambas funciones, la norteamericana Michelle Bradley y la rusa Oksana Sekerina. Mientras Bradley lució un potente material que desbordó los límites mozartianos, el poderoso timbre metálico de Sekerina fue más efectivo en el estilo. Sin embargo, ambas son promesas que seguro darán mucho que hablar.

[cita tipo=»destaque»]Musicalmente, la propuesta del director de la versión internacional, Attilio Cremonesi, es histórica y sus tempos barrocos fueron claves para mantener la atmósfera mozartiana. Esta perspectiva fortaleció la homogeneidad y los equilibrios entre el foso y el escenario. El maestro chileno y Director Residente de la Orquesta Filarmónica, Pedro Pablo Prudencio, enriqueció esta propuesta en su versión del Don Giovanni estelar. Los recitativos combinaron el clavecín junto con el cello, lo que potenció estos intervalos que son básicos para que la acción se desarrolle.[/cita]

Doña Elvira, la amante esposa engañada tuvo a dos chilenas en el escenario: Paulina González y Pamela Flores. Mientras González deslumbró en todo sentido, Flores tuvo un regreso triunfal ya que estuvo alejada un tiempo. La famosa aria fue sin duda uno de los momentos de gloria de ambas funciones. Sin embargo, el rol fue pensado para una soprano dramática e incluso una mezzosoprano, lo que hizo que en estas versiones no escuchamos los graves que caracterizan el drama de doña Elvira.

Don Ottavio, el novio de Doña Anna es el único tenor de la ópera y fue abordado por el francés Joel Prieto y el argentino Santiago Burghi  Ambos en el estilo y con excelente técnica lucieron hermosos timbres con elegancia y agilidad.

El Comendador, a cargo del bajo norteamericano Soloman Howard, en ambos elencos es simplemente descollante, terrorífico; su potente material hace temblar y retumba en cada rincón del teatro.

Los jóvenes campesinos son Zerlina y Masetto. Fueron interpretados en ambos elencos por cantantes chilenos. Las sopranos Marcela González y Yaritza Véliz dueñas de materiales tímbricos de bellos colores y voces que “corren”, sin perjuicio de sus excelentes dotes de humor dándole vitalidad a sus personajes. Por su parte, los barítonos Matías Moncada y Eleomar Cuello también destacaron en los múltiples desafíos musicales y actorales de sus roles.

En cuanto a la presencia de cantantes chilenos aquí se dio paridad, ya que, de los catorce roles, siete por función, la mitad son chilenos y las combinaciones en el casting fueron muy acertadas.

La visiones de Don Giovanni son múltiples lo que permite miradas que a veces se enfocan en la crítica social dándole un cariz dramático y otras veces en las obsesiones y locura de Don Giovanni y estas caen en visiones bufas. En la reciente propuesta este fue el tono con un innecesario subrayado en lo erótico, casi vulgar. La propuesta teatral a cargo de Pierre Constant tomó el mismo escenario vacío de del 2017 pero aquí funcionó mejor. El hemiciclo sólo tiene múltiples puertas sin más elementos. Transgrede y provoca con la bacanal en la fiesta de la boda; en la cena de Don Juan no hay mesa solo un mantel en el suelo y, obviamente, no hay una estatua que represente al Comendador. La intencional simplificación a lo esencial para resolver lo teatral deja inconexos y fuera de contexto algunas claves esenciales de la ópera. Creo que la ausencia de la estatua del  Comendador en la escena final (que cante desde el foso) potencia lo musical pero le quita la fuerza teatral. El final con una gigantesca cuerda por la que cuelga el antihéroe es sin lugar a dudas una solución novedosa.

La iluminación diseñada por Jacques Rouveyrollis y realizada por Christophe Naillet tampoco tuvo la intensidad que el texto señala, pero concorde a la mirada simplificada de Constant funciona bien. El vestuario es tradicional para los cantantes pero los comparsas son unos tenebrosos Ku Klux Klan y los siervos que limpian la sangre tienen un tono mas medieval. ¿Por qué?

En resumen, musicalmente impecable con una propuesta teatral que no le habla a todos.

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