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Premio Nacional de Literatura peruano: «Apelar al ‘contexto’ son justificaciones para hacer razonable un abuso masivo» CULTURA

Premio Nacional de Literatura peruano: «Apelar al ‘contexto’ son justificaciones para hacer razonable un abuso masivo»

Una serie de actividades cumplirá en Chile José Carlos Agüero (Lima, 1975), quien ha escrito una conjunto de libros sobre el tema del terrorismo de Estado y la violencia política en su país. Agüero ha cobrado fama en Perú por abordar estos temas de forma íntima y personal, siendo además hijo de dos militantes del Sendero Luminoso que murieron en el enfrentamiento entre esta organización maoísta y el Estado entre 1990 y 1993. Según cifras oficiales, el conflicto causó unas 30 mil víctimas. «Los senderistas cometieron terrorismo, sí, cometieron miles de crímenes bárbaros en nombre de la revolución», sostiene. En agosto pasado obtuvo el Premio Nacional de Literatura en la categoría de no ficción por «Persona».


«En su casa, en un barrio de Lima Norte, una señora guarda en una bolsa de plástico un trozo de falange. Es de su esposo. Lo sacó a escondidas de una fosa mal hecha, antes de venir a la capital huyendo de su pueblo. No solo lo guarda. Le reza. A veces, le habla».

Esta historia es parte del libro Persona (FCE, 2017), del escritor e historiador peruano José Carlos Agüero (Lima, 1975), quien desde este martes cumplirá una serie de actividades en Chile.

«Una mujer que perteneció a Sendero Luminoso me cuenta cómo ha intentado olvidar a su hijo. Recién nacido, obligada por sus mandos, lo abandonó flaquito, sin pelo casi, cubierto con ramas y piedras para que su llanto no los delatara en su escape, en la persecución del ejército. Estaría grande como tú, me dice. También me dice que lo ve en la lluvia. Que se hizo parte del ciclo del agua. Y que cuando llueve, él regresa», se lee en otra parte del mismo texto.

[cita tipo=»destaque»]»Los senderistas cometieron terrorismo, sí, cometieron miles de crímenes bárbaros en nombre de la revolución y el socialismo como ellos los entendían. Un largo proceso de cuatro décadas los ha construido como entes malignos e irracionales, agentes del miedo, tanto del miedo del pasado como del que se pueda administrar hoy. Esta construcción de entes del mal es muy funcional tanto para gobernar, controlar poblaciones, estigmatizar críticas al sistema como para evadir responsabilidades desde el Estado, las fuerzas de seguridad y las clases políticas, pues el Mal los coloca naturalmente como su contraparte».[/cita]

Agüero ha escrito una serie de libros sobre el tema del terrorismo de Estado y la violencia política en su país, y conversará de temas como «contexto», el Museo de la Memoria, los desaparecidos y los derechos humanos, en víspera del aniversario 45 del golpe militar de 1973.

Para él, apelar al «contexto» para justificar la violencia «es una vieja apelación, no solo chilena, no solo de derecha».

«El ‘contexto’ o ‘la historia’ son justificaciones para hacer razonable y necesario un abuso masivo transformado en búsqueda de un bien», afirma en una entrevista con El Mostrador.

«Para las derechas el bien suele ser acabar con el desorden, la inseguridad, alguna amenaza contra ‘el progreso’. Para las izquierdas el bien ha sido romper con la naturalidad de la dominación, del colonialismo, el imperialismo, la enajenación, o sea, la amenaza de la inmovilidad. Pero sobre todo el bien ha sido la revolución. Todos estas grandes cosas bien han valido violencias y luego, pasados los años, intentos de reescritura de la historia».

El «montaje» del Museo de la Memoria

Agüero ha cobrado fama en su país por abordar estos temas de forma íntima y personal, siendo además hijo de dos militantes del Sendero Luminoso que murieron en el enfrentamiento entre esta organización maoísta y el Estado entre 1990 y 1993. Según cifras oficiales, el conflicto causó unas 30 mil víctimas.

Su padre murió en 1986, en una masacre en la cárcel de El Frontón, cerca de Lima, tras un motín, y está desaparecido hasta hoy. Su madre, en tanto, fue secuestrada por una patrulla en 1992 y apareció baleada poco después en una playa de la capital peruana.

Se hizo famoso con su libro Los rendidos (Instituto de Estudios Peruanos, 2015), donde habla en primera persona de lo que significa para él cargar con su historia, y en agosto pasado obtuvo el Premio Nacional de Literatura en la categoría de no ficción por Persona (Fondo de Cultura Económica, 2017). Además publicó Cuentos heridos (Lumen, 2017). Asimismo, realizó trabajo de campo en zonas rurales de Ayacucho para la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).

-En Chile, un ex ministro de Cultura calificó hace poco al Museo de la Memoria como un «montaje», tras lo cual debió dejar su cargo. ¿Cómo debemos enfrentar el tema de la memoria y los derechos humanos? ¿Cómo se ha enfrentado en Perú?

«Enfrentar el tema sin banalizarlo pero con apertura a nuevas miradas», responde. «Sin sacralizarlo pero sin decaer en el relativismo. Los sitios de memoria han sido importantes en el mundo, han actuado y aún lo hacen como marcadores de consensos sobre pasados recientes y bárbaros. Están íntimamente relacionados con el enfoque de derechos humanos que nos ha acompañado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Ponen un piso de verdad dura sobre crímenes y responsabilidades que sentimos que nos ayudan a refundar nuestras relaciones de posguerra o posdictadura o postragedia en general».

Para él, estos procesos son cambiantes. «Los consensos no son eternos y siempre son negociaciones. Reflejan momentos de la distribución del poder y no solo del movimiento de la moral. Que un ministro llame montaje al Museo de la Memoria es signo de este tiempo conservador que es global, y tiene este tono casi restaurador de viejas ideas sobre el alto valor de la idea de civilización, patria y orden. Con su matriz monocultural, machista y violenta», apunta.

Por otra parte, a Agüero le resulta interesante también que se acuda a una idea fuerza del historicismo: “La historia la escriben siempre los vencedores”.

«Algo que en América tiene una tradición sentimental fuerte, pues apela a la simpatía respecto de la ‘visión de los vencidos’, es decir, de los olvidados por los procesos de desarrollo. Bueno, en este momento las derechas de la región han adquirido para sí no solo este lenguaje sino también esta aura de hablar desde el lugar del tratado injustamente. En Argentina, en Perú, en Colombia, ahora se puede solicitar sin mayor dilema que se tome, al ‘hacer memoria’, el punto de vista de los represores. Porque han sido construidos como los nuevos excluidos. Es una apropiación tramposa, sí. Una forma de negacionismo del siglo XXI. Y hay que denunciarlo y, sobre todo, desmontarlo», sostiene.

Sin embargo, «también nos debería dar la oportunidad de revisar por qué esto es posible. Por qué esta gramática de derechos y humanitaria brinda un marco razonable y sentimental para dar sustento a estas posiciones. No todo se puede explicar solo como cinismo».

Actividades

Este martes, a las 18:30 horas, Agüero brindará la conferencia «Salvar a los padres», en la sede del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la U. de Santiago, en el marco de un proyecto de investigación Fondecyt de la periodista Tamara Vidaurrázaga, doctora en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile.

«Esta invitación a José Carlos Agüero hace parte de un Fondecyt de Iniciación que interroga sobre las voces de quienes fueron madres e hijos en la nueva izquierda revolucionaria, en un contexto donde el proyecto político era la prioridad, y que pospuso –como si fueran menores– las cuestiones del mundo privado: los afectos, los deseos, las ganas de sobrevivir pese a todo», explica Vidaurrázaga. «Eso nos lleva a pensar en la actualidad qué tipo de militancias queremos para nuestras vidas y a costa de qué, aun asumiendo que las luchas colectivas continúan teniendo sentido y siendo necesarias», agrega.

Asimismo, el miércoles Agüero realizará una presentación de Persona, a las 18:30 horas, en la librería del FCE (Paseo Bulnes 152, Metro Moneda). Además será uno de los escritores invitados a la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA), que se realizará del 25 de octubre al 11 de noviembre próximo, y donde el país invitado es Perú.

«En tiempos de arremetida negacionista por parte de la derecha, revisitar la historia de nuestra región y sus horrores es un ejercicio necesario y fructífero», señala Vidaurrázaga.

«Mirar ese tiempo desde la perspectiva de quienes fueron niños en las dictaduras recientes, y particularmente los hijos e hijas de la militancia revolucionaria, permite comprender cuestiones por las que apenas comenzamos a preguntarnos, pero que nos avanzan para democratizar la palabra respecto de lo que nos tocó vivir a una sociedad completa y no solo a las víctimas directas del terrorismo de Estado», plantea.

El libro Persona.

Mis padres senderistas

La violencia que ejerció en Perú el Sendero Luminoso, no solo contra el poder estatal sino contra otro militantes de izquierda, ha llevado a que hoy la imagen de ese grupo sea mayormente negativa. ¿Cómo ha enfrentado Agüero esa imagen en el Perú actual?

«Intentando romper el tabú sobre la parte política de la historia de lo que nosotros en el Perú llamamos ‘terrorismo'», responde.

«Los senderistas cometieron terrorismo, sí, cometieron miles de crímenes bárbaros en nombre de la revolución y el socialismo como ellos los entendían. Un largo proceso de cuatro décadas los ha construido como entes malignos e irracionales, agentes del miedo, tanto del miedo del pasado como del que se pueda administrar hoy. Esta construcción de entes del mal es muy funcional tanto para gobernar, controlar poblaciones, estigmatizar críticas al sistema como para evadir responsabilidades desde el Estado, las fuerzas de seguridad y las clases políticas, pues el Mal los coloca naturalmente como su contraparte».

Sin embargo, insiste en que los senderistas «eran personas, o sea, sujetos, y más, eran sujetos políticos complejos».

«Recuperarlos entonces en sus propios procesos y dimensiones nos ayuda a pensar mejor nuestra historia y sus efectos hoy. Pero no nos debería ayudar a justificar sus actos. Esa es la diferencia entre solo recordar y apelar a lo sentimental de la memoria militante, a la herencia, y relacionarte con la memoria en tensión no para reproducirla sino para pensar», afirma.

Libros de enorme intimidad

Lo cierto es que los libros de Agüero son de una enorme intimidad. En Persona, por ejemplo, escribe: «Mi madre, ¿qué huellas ha dejado? ¿Hay que reconstruirla por sus pasos, sus rutinas, sus hitos, sus amores, sus hijos, sus fotos, sus amigos, su tiempo, su época, su militancia, su idea de sí, la idea que tenía de su vida, de su cuerpo, de sus motivos, de sus deseos, de sus sueños?».

¿Por qué ha decidido exponer su historia de esa forma?

«Algo hay que ofrecer para empezar una relación», responde. «En este caso, una relación con la comunidad de mi país, que ha sufrido demasiado por la violencia. Y tiene miedo y una alta sensibilidad hacia estos temas por los cuales nadie les ha dado explicaciones ni pedido excusas. Lo contrario, pedir lo que no se me da, es un gesto político egoísta: ‘No me escuchan’, ‘mi memoria no ha sido incluida’, ‘merezco amnistía, reconciliación'».

«Creo que genera más posibilidades de encuentro salir de lo que uno necesita y entregar(se) para establecer un nuevo tipo de relación, de conversación», continúa.

«Renunciar a la defensa de la memoria revolucionaria de mis padres me permite no solo indagar mejor sobre ella, ya que deja de ser mítica, sino sobre todo ofrecer un piso de valores democráticos donde nada justifica la violencia criminal, que otros pueden identificar para detener una cadena interminable de miedo, defensa y agravio», recalca.

Violencia en Perú

En Perú hubo una enorme violencia política, como en el resto de Latinoamérica, especialmente a partir de 1980. La inestabilidad política y los golpes de Estado de los 70 explotaron en los 80 con Sendero Luminoso, cuando el país volvía a la democracia, cuyo segundo capítulo fue la dictadura de Alberto Fujimori que duró hasta 2000. ¿Cómo él explica la violencia en el caso de su país?

«Esto es muy complejo, la Comisión de la Verdad peruana ha dado una explicación extensa y creo que muy poderosa y aún vigente», contesta.

Hubo «procesos de modernización truncos en sociedades poscoloniales, racistas, con violencia y exclusión, que dejó a grandes sectores de la población sin posibilidades de realizar las expectativas o promesas de la educación y la ciudadanización creciente», dice. «Y al mismo tiempo, una tradición de radicalismo que llegó a extremos de suspensión del sentido común en algunos partidos maoístas, que se decidieron a hacer la guerra a cualquier costo. Y esto paradójicamente justo cuando el país iniciaba un proceso de transición a la democracia».

Agüero también destaca que en Perú no se usa la expresión “terrorismo de Estado”.

«La Comisión de la Verdad señaló que las fuerzas de seguridad del Estado cometieron violaciones a los derechos humanos de manera sistemática y generalizada en algunos momentos y lugares. Hasta allí se ha podido denotar. Y esta conclusión no ha sido aceptada por los grandes actores», sentencia.

«Sin aceptación de responsabilidades, es difícil encarar de modo coherente, integral y eficaz lo que pervive de la violencia. Aún no se ha podido establecer una agenda de posconflicto seria», dice.

Desafíos pendientes

En cuanto a los desafíos pendientes en América Latina en estos temas, Agüero cree que se ha avanzado mucho desde el «Nunca más», el informe oficial sobre las violaciones a los derechos humanos de Argentina de 1984.

«Tenemos algunos puntos básicos como la idea, antes exótica, sobre la vigencia del paradigma de los derechos humanos, que debería ser de no retorno», afirma. «Igual respecto de la condena a la represión, el consenso sobre los crímenes de lesa humanidad e incluso el progresivo reconocimiento de la memoria como un derecho», ahonda.

Sin embargo estos activos no son eternos, advierte.

«Hay que defenderlos porque son parte de la disputa política, no solo intelectual. Y observar la debilidad de nuestras propias posiciones y discursos. Una buena manera de hacerlo puede ser, también, revisar nuestros puntos ciegos. Nuestra propia construcción de discursos desde el lado de ‘los justos'», expresa.

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