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Todos somos «Maniac» CULTURA

Todos somos «Maniac»

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No te voy a mentir. A esta serie cuesta entrarle. Como toda obra con pretensiones de novedad y ganas de situarse en el bando enemigo de lo común, es arriesgada. Plena de pequeños detalles que embolinan la perdiz sobre un contexto que se reconoce, pero que no se termina por asentar en un espacio cronológico reconocible, puede llegar a incomodar a quién sólo busca la certeza en la interpretación correcta de los datos que ofrecen las imágenes. Llegados a este punto te animo a continuar. Si confías en algo en estas palabras, te prometo que la cosa mejora. O por lo menos, termino creyendo que mejora, porque tampoco nos perdamos en la gravedad de la reflexión: se trata de una comedia, de esas bien negras, que juegan a hacerte creer que te están tomando el pelo, cuando en realidad te están marcando una cachetada con la palma abierta.

Por allí vienen los tiros de Maniac, una producción limitada de Netflix creada por Patrick Somerville, basada en un trabajo homónimo noruego, fino y sarcásticamente dirigido por Cary Joji Fukunaga —cuya mano excelsa para la televisión ya controlamos desde la primera temporada de True Detective (HBO)— que contó con un elenco de Champion League: junto a la mencionada ganadora del Oscar, Emma Stone, que también las oficia como productora ejecutiva, te puedes felicitar por observar la calidad de Jonah Hill (Owen Milgrim), que sube y baja de peso como y cuando quiere de acuerdo al rol que interpreta, Justin Theroux (Dr. James K. Mantleray), en un papel que lo conecta —y mucho— con las situaciones inverosímiles que vivió en The Leftovers (HBO), o Sally Field (Dr. Greta Mantleray) y Gabriel Byrne (Porter Milgrim), de quienes a esta altura sobran las palabras.

En la superficie de Maniac encontrarás diálogos divertidos y acciones delirantes, decorados impresionantes por lo logrado, y también sorprendentes por lo rasca (ahí está el chiste), situaciones dramáticas amparadas en actuaciones precisas, saltos temporales como en la ciencia ficción, irracionalidad onírica y efectos sin causa lógica; porque como dice Pedro Calderón de Labarca —¿Qué es la vida? Una ilusión; una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son— Pues bien, esa idea es llevaba al paroxismo en sus diez episodios, y si te animas a escarbar en lo profundo, encontrarás una reflexión sobre la soledad del ser humano en una sociedad que tiende a la homogeneidad y que mira con sospecha la diferencia. Que digo mira, no acepta la diferencia. Esto ya te sonará a una discusión más cercana, porque créeme, quien más quien menos, todos cabemos en algún repertorio psiquiátrico. En este sentido y para ser precisos, el guiño a la literatura universal que encontramos en sus imágenes nos remiten a la locura, o mejor dicho a la locura “linda” del Quijote de Cervantes.

Maniac

Así, Maniac conjuga los mundos de Annie Landsberg y Owen Milgrim, dos seres humanos con sendos historiales psicológicos. El azar de la vida, o mejor dicho, la ciencia médica, los hace converger en un experimento de laboratorio que busca comprobar que la salud mental puede ser corregida por la química pura y dura. Madres que abandonan o castradoras como la de Norman Bates, padres controladores, o familias disfuncionales, producen efectos evidentes tanto en Annie, Owen, e incluso en el Dr. James K. Mantleray (los títulos académicos no aseguran la cordura), quien luego de años de investigación asegura tener la llave para alcanzar el maná del equilibro mental, y sobre todo, emocional.

Para que eso ocurra deben ser sometidos a experimentos que inducen el sueño a través de la ingesta de fármacos experimentales. Como es lógico, nunca peor dicho, las cosa se desmadra y todo se transforma en un salpicón a ratos incomprensible (aunque divertido), por mucho que hayas leído la interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Si te crees muy normalito, la propuesta te parecerá ancha y ajena. Pero qué quieres que te diga, todos somos Maniac. El sólo hecho de tener una fantasía caminando a tu trabajo te debería hacer empatizar con la historia. Si no es así, no pasa nada. Siempre quedará la opción de observarla como una comedia negra que reflexiona sobre la normalidad, las relaciones sociales, sin la pretensión de conducir a definiciones normativas o verdades científicas absolutas. Si al final, qué es lo bueno, qué es lo malo o qué es lo normal, como dice Annie Landsberg (Emma Stone).

Maniac

Maniac es un viaje circular que conduce al punto de inicio. Pero entre drama y carcajadas no vuelve a cero, porque los personajes terminan muy arriba, gobernando la pelota de la angustia. Lo dicho, todos somos Maniac.

Claudio Lagos /@ClaudiolagosO/  es analista de ficción y creador de la página web de críticas y reseñas de series de TV EnSerie 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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