Publicidad
Arte y política en la cruda poesía de Guillermo Riedemann: CULTURA|OPINIÓN

Arte y política en la cruda poesía de Guillermo Riedemann:

Ramiro Villarroel Cifuentes
Por : Ramiro Villarroel Cifuentes Poeta, escritor y productor ejecutivo para cine y TV. Vive y trabaja en Temuco.
Ver Más

Este es un libro que lleva al extremo la noción de arte y política y es así como pasan por estas páginas muchos personajes fácilmente reconocibles para cualquier chileno.


“Qué es la literatura sino una forma de conocer el mundo

Una forma de conocer la realidad

Y por lo tanto la verdad”

A los ochenta poemas de la primera edición de “Para Matar Este Tiempo” de Guillermo Riedemann (Reumén, 1956), fechados en 1983 y que da título a este conjunto; a esta tercera edición el autor le suma cincuenta poemas fechados el 2018 y que da título a este segundo grupo, donde no falta la visión retrospectiva: “ Resulta que nos daba por escribir poemas/ Fotocopiarlos y salir a la calle/ Para regalarlos como lechugas como tomates”, cuestión que nos da una mirada y una voz que enfoca dos momentos de la historia contemporánea de Chile en los que el poeta nos entrega una visión crítica, basada en una posición ética de lo político y lo social, donde no deja de lado la reflexión metalingüística y lo erótico, dimensiones que se entrelazan en este libro de Riedemann cuyos personajes, tanto individuales como colectivos, son extraídos del mundo real y que son determinantes para el funcionamiento de la dictadura y la resistencia frente a ésta por parte del mundo civil y político “La página en blanco es el peor desafío para un poeta/ El pueblo en la calle es el peor desafío para un dictador”, cuestión que la segunda parte, 2018, como una secuela  de la primera, viene a mostrar la transferencia y continuidad en las prácticas que la dictadura le entrega a la concertación de partidos por la democracia para que los mismos atropellos y su consecuente impunidad, ahora tamizados, sigan operando: “La represión de los estudiantes en la calle/ La ordenó el ministro del interior de la dictadura/ Del mismo modo que la ordena el ministro/ Del interior del arcoíris made in Taiwán/ (…) Ayer y hoy no son más que las dos caras de la misma moneda/ (…) Qué culpa tenemos nosotros/ si los mapuche no quieren comer no podemos/ darles el pan en la boca”.

Si bien es cierto que nuestro interés se centra en lo político, es necesario también hacer mención a los rasgos metalingüísticos o reflexivos del trabajo escritural y poético, cuestión que el autor trata de manera clara y sin retórica en versos como: “Qué diría un académico de la lengua si lee mis poemas/ De seguro primero diría que ni siquiera son poemas/ Bueno y después de eso para qué va a decir nada más” o este otro poema que revela algo más de lo que realmente dice: “Les ruego que sean considerados con este servidor/ Suelo cometer errores de puntuación demasiado evidentes/ La palabra evidente me persigue como un individuo de civil/ Pero créanme he puesto lo mejor de mí en este poema/ Respetable público ahora voy a leerles otro poema”. Acá podemos leer un signo de paranoia, pulsión y sentimiento que lo embarga debido a que “uno de los organismos controladores y sensores más importantes (de la dictadura) fue la Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS), que para 1981 determinaba la censura previa a los libros y nuevos medios a través del Ministerio del Interior, mediante el envío de cuatro copias del ejemplar del libro impreso, las que eran revisadas por una comisión. Para matar este tiempo nunca fue presentado a Dinacos, (…) lo que significaba que inmediatamente el manuscrito entraba a la clandestinidad”, según las palabras de David Bustos en el postfacio del libro, cuestión por la que perfectamente el autor podía ser perseguido y sufrir los horrores de la dictadura como tantos otros y otras personas del arte y la cultura que por sus medios la enfrentaron como se ve lo hiciera y lo sigue haciendo Guillermo Riedemann.

Este es un libro que lleva al extremo la noción de arte y política y es así como pasan por estas páginas muchos personajes fácilmente reconocibles para cualquier chileno, como son: el dictador: “Ximena me dice –siempre me ha hecho esta pregunta/ ¿Cómo dormirá el dictador? ¿Tendrá pesadillas?/ ¿Tendrá insomnio? ¿Podrá dormir el tirano?/ Pobrecito el dictador con esas ojeras oscuras/ En la foto del diario de la mañana”; el carabinero: “Los carabineros de esta hermosa ciudad juegan/ A los bandidos con los habitantes de esta dulce ciudad/(…) Y vamos apretando cachete los animales/ De esta hermosa ciudad”; Kissinger: “visita Centroamérica/ Honduras san salvador costa rica Guatemala/ Incluso nicaragua el muy carajo/ Mientras la cia le paga a los contra/ Para que vuelen el puerto de corinto/ Kissinger killinger killerman va a hablar de paz”; los pingüinos: “Camilo también fue pingüino pelilargo/ Puño en alto por la alameda/ Se volvió tan responsable que los mismos/ Que aplaudieron su exilio aplauden ahora/ Su moderado discurso de presidente/ del senado que nos heredó el tirano”;  el jefe: “Al ingresar a la oficina del jefe/ Bajar disimuladamente la cabeza”; los comunistas: “Leemos en los diarios de esta prensa libre y democrática/ Que los viejos demócratas se reúnen y dialogan/ Claro dejando fuera los demonios comunistas”, la policía: “Hay toque de queda/ La policía patrulla la ciudad/ la CNI vigila/(…) Seguimos marchando y cantando todos juntos/ -VENCEREMOS” y así el MIR, el rico, el pobre, el poeta, el torturado, el traidor, el ejecutado y “La Princesa”, entre otras y otros, la que destaca para el poeta por encarnar la figura de la traición, la continuidad, lo indigno y la deshonra: “La princesa le dice tío a un cómplice del golpe militar/ Y los torturados de la academia de guerra/ Vuelven a sentir la picana eléctrica en el ano/ En la vagina en los pechos/ La princesa tañe la campana de wall street/ Y cuando llega a la casa a escuchar a Víctor Jara/ Que canta si tuviera una campana/ Cualquiera de estos días los poemas/ De la princesa serán publicados”, “La princesa le dice tío/ Al general Fernando Matthey”, cosa que nos hace pensar en que todo esto puede ser sólo una máscara de una lucha en que el pueblo no tiene lugar, ya que si recordamos bien la historia electoral reciente de nuestro país, podemos ver que para el segundo mandato de la acá llamada metafóricamente princesa, ésta se enfrentó a la hija del general Fernando Matthey, Evelyn. Podemos decir que los destinos de la patria se jugaron entre las dos hijas de altos generales de la aviación pertenecientes a bandos opuestos, una especie de sofisticada pichanga cuartelaria que el país vergonzosamente exhibe como democracia.

Para Matar Este Tiempo, Guillermo Riedemann, 3º edición, Editorial Bogavantes, Valparaíso, noviembre de 2018, 167 págs.

Ramiro Villarroel Cifuentes. Escritor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias