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El «hechicero» Vargas Llosa: el libro sobre su giro ideológico para convertirse en portavoz del neoliberalismo CULTURA

El «hechicero» Vargas Llosa: el libro sobre su giro ideológico para convertirse en portavoz del neoliberalismo

El sociólogo argentino Atilio Borón afirmó que el escritor peruano «es una pieza fundamental en el masivo dispositivo de ‘lavado de cerebros’ y de propaganda conservadora que con tanto esmero practican las clases dominantes de las metrópolis y sus secuaces en la periferia”. En agosto vendrá a Chile a presentar «El hechicero de la tribu» (Editorial Akal) en Santiago, Valparaíso y Concepción, título del libro que no es gratuito ni casual, porque –según Borón– el Premio Nobel «te hechiza con el embrujo de sus palabras y te vende argumentos completamente insostenibles. Acá no es Atilio Borón desde el ángulo del marxismo criticando a un pensador liberal. Yo lo critico a la luz de los datos concretos, históricos, que surgen de Estados Unidos, de Europa, de América Latina, en contra de argumentos eminentemente propagandísticos que él escribe maravillosamente bien», remató.


«La Revolución Cubana es, hoy mismo, una sociedad más justa que cualquier otra sociedad latinoamericana y defenderla contra sus enemigos es, para mí, un deber más apremiante que honroso», dijo Mario Vargas Llosa. Era 1971, el escritor peruano –colaborador de Casa de las Américas desde hacía más de un lustro– estaba en disputa con el gobierno cubano por el episodio Heberto Padilla, cuando un verso de dicho poeta cubano había sido calificado como «contrarrevolucionario» y fue enviado un mes a prisión.

Vargas Llosa se opuso y renunció a Casa de las Américas. Sin embargo, ante los intentos de usar ese rechazo contra el gobierno de Fidel Castro, el hoy Premio Nobel de Literatura reiteró en aquel momento su defensa del proyecto socialista.»Quiero salir al frente de esa sucia maniobra y desautorizar enérgicamente el uso de mi nombre en esa campaña contra el socialismo cubano y la revolución latinoamericana. Mi renuncia es un acto de protesta contra un hecho específico que sigo considerando lamentable, pero no es ni puede ser un acto hostil contra la Revolución Cubana, cuyas realizaciones formidables para el pueblo de Cuba son llevadas cabo en condiciones verdaderamente heroicas, que he podido verificar personalmente en repetidos viajes a la isla», sentenció.

Eran otros tiempos.

En la fotografía aparecen José Lezama Lima, Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa, Jaime Sabines y Edmundo Aray en la Casa de las Americas, La Habana en 1965. Cela y Vargas Llosa fueron miembros del jurado.

Casi medio siglo después, Vargas Llosa se encuentra en las antípodas de esas palabras. El año pasado publicó La llamada de la tribu (Alfaguara), que en Chile presentó en la UDP acompañado del rector Carlos Peña, que es un compendio de las ideas neoliberales que hoy defiende en diarios como El País de España.

Según la reseña oficial, el libro es «una cartografía de los pensadores liberales que le ayudaron a desarrollar un nuevo cuerpo de ideas después del gran trauma ideológico que supuso, por un lado, el desencanto con la Revolución Cubana y, por otro, el distanciamiento de las ideas de Jean-Paul Sartre, el autor que más lo había inspirado en su juventud».

La reseña editorial prosigue:»Los autores que analiza son Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin, Jean-François Revel, quienes le fueron de enorme ayuda durante aquellos años de desazón, mostrándole otra tradición de pensamiento que privilegiaba al individuo frente a la tribu, la nación, la clase o el partido y que defendía la libertad de expresión como valor fundamental para el ejercicio de la democracia».

El propio Vargas Llosa puntualizó que, aunque no lo parece, el texto «se trata de un libro autobiográfico. Describe mi propia historia intelectual y política, el recorrido que me fue llevando, desde mi juventud impregnada de marxismo y existencialismo sartreano, al liberalismo de mi madurez, pasando por la revalorización de la democracia a la que me ayudaron las lecturas de escritores como Albert Camus, George Orwell y Arthur Koestler. Me fueron empujando luego, hacia el liberalismo, ciertas experiencias políticas y, sobre todo, las ideas de los siete autores a los que están dedicadas estas páginas: Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Isaiah Berlin, Raymond Aron y Jean-François Revel».

«Manejo tendencioso»

Es justamente este libro el que desmenuza Atilio A. Borón –doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard y analista político de larga trayectoria en Argentina– en su libro El hechicero de la tribu, que será presentado en Chile del 5 al 9 de agosto, en Santiago, Valparaíso y Concepción. Su autor ya hizo lo propio recientemente en España.

Una a una, el académico de la Universidad de Buenos Aires examinó las consideraciones del Nobel, para llegar a la conclusión de que, si bien Vargas Llosa es un escritor enorme, indiscutible como literato, su incursión como teórico ha sido un paso en falso y está lejos de sus dominios.

Borón no duda en criticar «su elemental y tendencioso manejo de las categorías y las teorías del análisis político», al tiempo de reconocer «la maestría con que maneja los sofismas y las ‘posverdades’».

Borón quiso escribir este libro porque, a su modo de ver, Vargas Llosa «como sociólogo y politólogo es el mayor diseminador de las ideas liberales», no solamente en Latinoamérica, sino también en el mundo angloparlante.

«Su voz es muy respetada, y sobre todo, reproducida casi hasta el infinito, llegando a tener una influencia en la conformación de la conciencia popular y colectiva absolutamente extraordinaria. Por eso me pareció importante salir a dar un debate y hacer una crítica a las ideas centrales que él maneja, que además exhiben hoy todos los gobiernos de derecha en América Latina», explicó.

El argentino precisó que se centró en el «El llamado de la tribu» para su análisis porque, en primer lugar, es un libro abiertamente autobiográfico de Vargas Llosa y, segundo, «porque ahí revisa una serie de autores que yo, como profesor de teoría política, he estado enseñando, desde una perspectiva crítica, en los últimos 30, 40 años», como Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper y Isaiah Berlin, entre otros. «Son gente que enseño, enseño sus escritos, y critico», remató.

Al argentino le interesaba saber cómo Vargas Llosa utilizaba esos autores para fundamentar sus argumentos. «Demuestro las inconsistencias en sus argumentos. Hay un hilo conductor a lo largo de todo el libro y es que el liberalismo es precondición necesaria, y te diría suficiente, para acceder a la conquista de la democracia. Esta es la tesis central del libro de Vargas Llosa», afirmó.

Borón relató que «lo que digo es que la experiencia histórica demuestra que eso no es así y que el liberalismo nunca ha desarrollado un proyecto democrático. La prueba está en la Constitución de los Estados Unidos, considerada por ellos como el paradigma máximo de la sociedad liberal por naturaleza, de la sociedad que se nuclea en los principios del liberalismo, no como en Europa donde llega como reacción al orden feudal. En cambio, en Estados Unidos, al ser un continente solo poblado por poblaciones originarias, que fueron exterminadas, ahí la sociedad se constituye como capitalista y liberal desde el inicio. Bueno, es un dato muy significativo, que por supuesto Vargas Llosa soslaya, que ni en la Constitución de Estados Unidos ni en ninguna de sus enmiendas se menciona una sola vez la palabra democracia y eso no es casual, porque el liberalismo nunca tuvo entre sus metas construir un orden democrático».

En el capítulo final de su libro, Borón aportó una serie de evidencia histórica y argumental, demostrando que «en la medida en que queramos construir una democracia, tenemos que alejarnos del liberalismo. No de todo el liberalismo, pero sí del liberalismo económico, que yo llamo ‘liberismo’ en el texto, siguiendo a Norberto Bobbio, y digo que en la medida en que este liberalismo económico se ensañe o entronice en nuestras sociedades, las democracias van a estar profundamente debilitadas».

Intelectual público

Para Borón, el tema teórico a Vargas Llosa «le quedó grande, porque no es un tema de él. Es un gran escritor. Yo no voy a caer en la torpeza que noto en alguna gente de que porque no le gustan las ideas de Vargas Llosa lo disminuyen como escritor. Es uno de los grandes escritores que tiene el mundo hispano parlante, no cabe la menor duda. Ha hecho unas novelas que son extraordinarias».

Por eso, insistió en que su libro «no es de crítica literaria, acerca de cómo escribe, si escribe bien, si la sintaxis, si los pronombres, no, no. Es un escritor de primera. Como en todo ser humano, algunas novelas son mejores que otras. El hombre es un gran escritor, pero yo no me meto con eso. Yo me meto con el Vargas Llosa que se convierte en un intelectual público, que es lo que yo trato de hacer desde otra trinchera ideológica».

Borón define este rol de intelectual público como «alguien que maneja ciertas categorías del método científico, de la teoría social, de la teoría política, pero que las expone para el consumo del gran público. No lo dirige a un grupo de estudiantes de un posdoctorado, sino que quiere que la gente común y corriente, hasta el ciudadano menos educado, pueda entender exactamente qué es lo que uno quiere decir». Para el argentino, eso es lo que precisamente hace Vargas Llosa de una manera «magistral» desde el liberalismo.

Y es lo que Borón intenta hacer en dirección opuesta, a favor de «ideas socialistas, de construcción de una nueva sociedad y de avanzar hacia un mundo poscapitalista, porque con este mundo se acaba la especie humana. No cabe duda, se demorará setenta años, cien años, pero el planeta este se va a tornar invivible gracias al capitalismo».

-¿Ha sido este libro de Vargas Llosa, entonces, un paso en falso?

-No, creo que Vargas Llosa dio este paso de forma absolutamente consciente producto de una creencia que es equivocada –responde, aunque matiza que podría ser en el sentido de que «él creyó, al hacer este libro, que tenía un dominio de la teoría social y política y no lo tiene».

Borón insiste en que el peruano es un hombre muy culto, «pero se mete en un tema que no es el suyo. Por ejemplo, la interpretación que hace de Adam Smith es… si me viene un alumno con esa interpretación, yo le pongo un uno y le digo que vuelva en marzo. Yo siempre digo, ‘lea con cuidado, no repita clichés, estudie el texto original. Lea seriamente toda la obra y después venga y hable'».

Insistió en el punto: «Cuando a mí me reducen toda la enorme complejidad de Adam Smith, que por algo fue el referente fundamental de Marx para escribir El capital, a una fórmula simplona de ‘la mano invisible’… en primer lugar, Adam Smith mencionó, y yo lo compruebo en mi libro, solamente dos veces, en sus dos grandes libros, que son La teoría de los sentimientos morales y La riqueza de las naciones, una vez en cada libro, y al pasar, lo de la ‘mano invisible’, pero no como una sección del libro, no como un capítulo, no como un párrafo aparte. Nada más que eso, no elabora una teoría».

Borón recordó que Smith «era un hombre que creía fuertemente en la intervención estatal, estaba a favor de los subsidios para proteger la industria textil en Inglaterra, a favor de un control férreo de la circulación de la moneda por parte de las autoridades públicas, de lo que diríamos es un Banco Central. A favor, mirá lo que te digo, de elaborar una legislación que proteja a los inversionistas de su propia estupidez y no caigan en manos de banqueros inescrupulosos. Eso dice textual, y yo lo cito».

Cuestionó de Vargas Llosa que se queda con «la mano invisible», que fue «lo que muy hábilmente la derecha instaló a lo largo de décadas de malversar el pensamiento de Adam Smith y por eso ahí hago una crítica muy a fondo, de la cual no se levanta. Lo mismo pasa con la crítica que le hago a Von Hayek, que un poco dice que cuando los ricos se harten de su riqueza, empieza lo que ustedes en Chile conocen como el ‘chorreo’, cosa que no existe en ningún país. Y no solamente lo digo, sino que lo muestro con datos oficiales del gobierno de Estados Unidos».

Por eso el título de «hechicero» no es gratuito. Vargas Llosa «te hechiza con el embrujo de sus palabras y te vende argumentos completamente insostenibles. Acá no es Atilio Borón desde el ángulo del marxismo criticando a un pensador liberal. Yo lo critico a la luz de los datos concretos, históricos, que surgen de Estados Unidos, de Europa, de América Latina, en contra de argumentos eminentemente propagandísticos que él escribe maravillosamente bien», remató.

Giro ideológico

En su libro, Borón abordó el giro ideológico de Vargas Llosa, desde ideales socialistas a la defensa del capitalismo liberal, especialmente en los primeros dos capítulos. «Mucha gente dice que Vargas Llosa se vendió, que lo compraron. Pero yo rechazo esa explicación», señaló.

Para el argentino, uno de los elementos claves es el ego de Vargas Llosa «de proporciones monumentales» y da como ejemplo que, al menos tres de sus textos, son eminentemente autobiográficos: La tía Julia y el escribidor, donde narra la historia de su relación con una tía 10 años mayor, Julia Urquidi, con quien estuvo ocho años casado; El pez en el agua, sobre su infancia y la malograda campaña electoral de 1990 en Perú, «donde dispara rayos y centellas contra los gobiernos progresistas de América Latina» y, finalmente, La llamada de la tribu.

«Es un hombre de un narcicismo muy grande y, por lo tanto, muy vulnerable a los elogios y el prestigio que confieren las grandes instituciones de la cultura y el Estado, y que fueron de a poco apartándolo a él del apoyo a la Revolución Cubana, que mantiene hasta 1971», es decir, por más de una década. Fue un cambio lento. «Cuando fue a la Unión Soviética se desilusiona mucho, después pasa lo de la invasión a Checoslovaquia. Después del caso Padilla tiene un periodo que diría de ‘latencia’, donde es crítico pero no tanto».

Para Borón, el punto de inflexión fue cuando se entrevistó con la primera ministra británica Margaret Thatcher, en 1990, tras lo cual incluso escribió un texto en que elogiaba a la Dama de Hierro, y cuando tuvo una cita con Ronald Reagan. En su artículo sobre Thatcher, señaló que «la libertad política y la libertad económica son una sola y que sin esta última es muy difícil, cuando no imposible, la creación sostenida de la riqueza. Y, también, que cuanto más libre sea el funcionamiento del mercado y más vasta su acción, estará mejor defendido el interés general, armonizados más sensiblemente los intereses individuales y sectoriales con los del conjunto de la colectividad».

Una cosa que le llamó la atención a Borón, fue la ausencia en el libro de Vargas Llosa de Juan Pablo II, que para él es clave en la tríada del neoliberalismo compuesta con Thatcher y  Reagan.

Lo atribuye al anticlericalismo del peruano, que «por eso desdeña el papel fundamental» del papa polaco en esta arista.

La cita con Thatcher y Reagan es, además, un buen ejemplo de la relación de Vargas Llosa con el poder: «Él adora el poder y el poder adora a Vargas Llosa. Es un matrimonio perfectamente bien avenido».

Un ejemplo es que tras la asunción de José María Aznar en España (1996-2004), el primer intelectual al que recibió fue al Nobel. Posteriormente, Vargas Llosa lo retribuyó y calificó de «gran estadista», mientras reclamaba por «la ingratitud» con el ex mandatario del pueblo español.

«Para el poder, Vargas Llosa es un aliado maravilloso. ¿Qué necesita el poder para dominar? Necesita el poder de las armas –la fuerza, la policía–, necesitas los jueces –estoy mirando la experiencia de Argentina, de Brasil–, pero además necesitás tener hombres y mujeres de letras, que te manejen la palabra. Y qué mejor que tener de tu lado a Vargas Llosa para manejar la palabra. Por eso se hizo muy amigo del rey Juan Carlos», que incluso lo hizo marqués en 2011.

«Él es recibido por todos los ricos y poderosos, por supuesto, los poderosos que están del lado correcto«, señaló, en alusión a personajes como Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Jair Bolsonaro y Donald Trump. «Y él se siente muy bien con el poder».

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