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Una réplica a imagen y semejanza CULTURA|OPINIÓN

Una réplica a imagen y semejanza

«Réplica» escrita por Isidora Stevenson y dirigida por Francisco Krebs es una obra sagaz y provocadora, es la reflexión dinámica sobre los alcances de cualquier era, donde el desarrollo tecnológico siempre irá más rápido que nuestra capacidad de adaptación.


La obra transcurre en la sala de espera de un centro de datos, donde son convocados un empresario de aplicaciones, una neurocientífica, una profesora, la ex gurú de terapias espirituales y un adolescente con perfil hacker. Ellos no lo saben, pero cada uno tiene mucho por decir sobre la desaparición de un joven adicto a la realidad virtual. 

Se logra suspenso y entresijo desde la apertura, como en esas vejas películas de misterio, donde un malvado excéntrico citaba a los protagonistas, sin nexos aparentes entre ellos, a una cena en un castillo para ponerlos a prueba. 

El montaje no expone un futuro gris sólo por facilismo, la obra navega de manera amena y muy pedagógica sobre los enormes asuntos éticos sobre el porvenir, pues ya somos unos cyborgs, gracias a nuestros smarthphones. 

[cita tipo=»destaque»]La inteligencia es imposible sin el lenguaje y éste, más encima, no es un vehículo de conocimiento seguro, como decía Parménides. La lucidez humana siempre debió enfrentarse a ese fenómeno confuso. Recién estamos hablando de IA, sin sospechar siquiera qué ethos le dará origen, o cuál construirá ella por sí misma.[/cita]

El tablado donde actúan Antonia Zegers, Patricia Rivadeneira, Ximena Carrera, Francisco Pérez-Bannen y Felipe Zambrano, sabe cómo hablarnos sobre mente y conciencia, los sistemas complejos detrás de algoritmos o aplicaciones, la nueva era, teorías provenientes de la pedagogía y los sentires del mundo adolescente. 

Hoy el dueño misterioso del castillo, es más sofisticado y perturbador, pues posee o será inteligencia artificial (IA). 

En el año 2016 el sistema de IA Tay de Microsoft intentó imitar a una joven de diecinueve años participando en twitter. A las 24 horas Microsoft tuvo que desconectar el sistema por sus comentarios sexistas, su alienación totalitaria, negación del holocausto judío, cuentan que hasta confesó cuánto amaba los matinales chilenos. 

Aceptar la IA es entender que ésta sí se va a equivocar, pues deberá nadar en las corrientes complejas de la filosofía moral. Ésta, es un proceso de razonamiento asombrosamente complicado de paradojas y contradicciones. La agudeza humana o artificiosa no sólo debe resolver problemas, aprendiendo en base a patrones, también implica enfrentarse a valores.

Según Umberto Eco, la ética nace cuando aparece el otro y ése es el mayor desafío para cualquier inteligencia. 

En 1999, consultado respecto al siglo XXI, el académico italiano decía que la semiótica no era un oráculo. Nos recordó, sí, cómo su objeto de estudio son los sistemas de signos en un contexto cultural determinado. 

La inteligencia es imposible sin el lenguaje y éste, más encima, no es un vehículo de conocimiento seguro, como decía Parménides. La lucidez humana siempre debió enfrentarse a ese fenómeno confuso. Recién estamos hablando de IA, sin sospechar siquiera qué ethos le dará origen, o cuál construirá ella por sí misma.

Así como la humana, la no humana errará menos si va al colegio y comparte el recreo. Los romanos pensaban que sólo existía el latín como lengua válida y para los nazis su bienestar debía pasar por encima de los demás. “Los buenos” de la película, usaron la suya en función de sus estimaciones, cometiendo también atrocidades. 

La perfección es un error y además no forma parte del mundo creado por los humanos. Sólo podemos aspirar a errar lo menos posible, a tener al pitbull con un buen bozal cuando pasea por la calle. Así funciona la energía nuclear, desde su debut en Hiroshima.

La IA tendrá un lenguaje y éste interactuará con nosotros, creará su propia literatura, poesía, música, ciencia e ingeniería, además nos inspirará de seguro. Cuando los griegos conocieron a los bárbaros, explica el semiótico nacido en Alessandría, los helenos los bautizaron de inmediato con el apodo de bárbaros (balbuceantes), debido a su fonética parecida a la tartamudez.

Nuestra relación con la IA será similar, pues su lenguaje nos motivará a ser conscientes de la existencia de un otro, ahora no humano. Nuestra reacción irá desde hacerla nuestra esclava, eliminarla o convivir con ella, como cuando un grupo migrante llega a nuestro país. 

Siguiendo a Eco, lo más probable es que seremos con el tiempo bilingües, conoceremos ambos idiomas y ello es siempre una ventaja. Si vemos desde fuera nuestra lengua, podremos entender mejor sus procesos intrínsecos. Un cerebro de fábrica nos permitirá hacer ingeniería inversa, para estudiar mejor el humano. Habrá interculturalidad inevitable con la IA.

La humana se ha equivocado brutalmente, pero generó enormes progresos éticos. Hace sólo un siglo los niños morían como moscas, eran mano de obra esclava y no tenían una declaración universal de derechos. 

En Réplica es clara la advertencia. Se necesita una teoría del conocimiento creciendo junto a la IA, sólo así funcionará dependiendo del contexto, otorgando sentido a palabras y acciones.

¿Apocalípticos o integrados al respecto? Tal vez un día también se logre fabricar bondad artificial, un bien más escaso que la inteligencia.  

RÉPLICA

Hasta el  12 de octubre | jueves a sábado, 21:00 horas.

Teatro Mori Recoleta (Av. Bellavista 77, Recoleta. Stgo.).

Precios: jueves $7.000, viernes: $8.000, sábado $10.000. Estudiantes y adultos mayores $4.500.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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