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Eva Débia autora del libro «Insolentes»: “La historia de todo el mundo está forjada sobre los cimientos de la insolencia femenina” CULTURA

Eva Débia autora del libro «Insolentes»: “La historia de todo el mundo está forjada sobre los cimientos de la insolencia femenina”

La escritora Eva Débia lanzó recientemente el libro «Insolentes. Historias femeninas desde lo políticamente incorrecto», una investigación de varios años que rescata dieciséis historias de mujeres rebeldes e independientes que dejaron una huella en sus diferentes quehaceres artísticos. Son retratos reales que revelan luces y sombras de cada una de estas artistas, como también su perseverancia en la creación, pese a que la indiferencia fue muchas veces el pago a su trabajo. «Porque la historia de todo el mundo está forjada sobre los cimientos de la insolencia femenina, pasa que no se ha visibilizado sino que se nos había relegado a un rol más bien doméstico.»


“Acá hay dieciséis talentos, dieciséis vidas, dieciséis ejemplos. Mujeres que antepusieron sus carreras a sus familias e incluso a su salud, que amaron mujeres, que amaron hombres menores, que se agarraron a combos con quienes las provocaran, que mantuvieron a sus familias desde niñas, que entendieron la maternidad desde otros ejes, que se cuestionaron las disciplinas en las que trabajaron cambiando paradigmas en el camino, que fueron encerradas, que definieron cuándo morir, que planificaron cómo matar”.

«Insolentes. Historias femeninas desde lo políticamente incorrecto».

Tiempos de visibilización y recuperación para las nuevas generaciones. Desde Rosita Serrano a Margot Loyola, pasando por Stella Díaz Varín, Silvia Piñeiro o Rebecca Matte.

Dieciséis historias de mujeres rebeldes e independientes que dejaron una huella en sus diferentes quehaceres artísticos, con sus peculiaridades, con sus luces y sombras, pero con una evidente similitud que atraviesa sus biografías: la insolencia para desafiar a la sociedad y sus normas, “una falta de respeto al canon establecido”, como plantea Eva Débia en la introducción de este libro de crónicas biográficas.

De eso se trata «Insolentes. Historias femeninas desde lo políticamente incorrecto», publicado por el Centro de Estudios Sociales (CESOC, 2019).

«Comenzar a investigar sobre ellas me apasionó»

-Eva, ¿cómo surge este libro y cómo fue su proceso de producción, considerando la consulta de fuentes, la organización de la información?

Varios años atrás, tuve una revista digital que combinaba tópicos de cultura, vida sana y espiritualidad. Allí, había un espacio donde decidimos resaltar la imagen de grandes personajes relevantes para la historia artística y cultural; empecé a investigar a diferentes personajes como la Edith Piaf, Gabriela Mistral, Camille Claudel, Teresa Wilms Montt, Alfonsina Storni y hasta a la Hipatia de Alejandría…

Comenzar a investigar sobre ellas me apasionó, y como creo que involucrarse empáticamente en la escritura es relevante a la hora de generar crónicas biográficas, quise seguir con esta dinámica. La revista se disolvió el 2015 y me quedé con hambre por profundizar en las historias de vida de muchísimas otras mujeres: podría decir que abrí una ventana y me deslumbró la luz, ya en ellas hay una transversalidad de determinación y perseverancia que me fascinó.

Sobre los procesos de investigación, hay que entender que hoy Internet es una puerta de entrada para facilitar el hilván de una historia. Allí no se encuentra la fuente final, sino los guiños que te llevan a títulos, citas, obras, textos… El resto, es hurgar en bibliotecas y hemerotecas, tener paciencia y tolerancia a la frustración, buen olfato y capacidad de conexión para generar coherencia. Originalmente el libro (que fue presentado en varias ocasiones tanto de manera independiente como al alero de editoriales a los Fondos de Cultura, sin éxito por detalles burocráticos) tenía 12 artistas; por fortuna, CESOC me dio la posibilidad de sumar cuatro Insolentes más así que estoy dichosa con el resultado.

Teresa Wilms Montt es una de las protagonistas del libro.

-El libro está separado en capítulos (poesía, música, escultura y teatro), que de alguna forma designa un corpus, una selección, ¿no fuiste tentada de ampliar más las posibilidades a ámbitos que no fueran artísticos?

¡Claro que sí! Creo que tengo una especie de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) que me obliga a sistematizar lo que escribo, es algo que me ha pasado en mis libros anteriores y creo que me seguirá ocurriendo; pasa que necesitaba partir de alguna forma, y darle cuerpo a un libro a mi juicio requiere de cierta armonía temática.

Comencé escribiendo sobre las poetas porque mis primeros libros son de poesía, hay una búsqueda de reflejo allí, de validación de identidad tal vez. Y las artes van todas de la mano, se entrecruzan, se intersectan, entonces me dolió hacer la selección tanto de las áreas a abordar como de las Insolentes en sí mismas… Porque la historia de todo el mundo está forjada sobre los cimientos de la insolencia femenina, pasa que no se ha visibilizado sino que se nos había relegado a un rol más bien doméstico.

Quise rescatar la gestión cultural en nuestro país, porque soy una convencida de que una debe escribir desde lo que conoce o lo que abraza; sin embargo, no descarto en lo absoluto abordar otras áreas del empoderamiento femenino… Las figuras de Eloísa Díaz y de Justicia Acuña me seducen profundamente, y son la punta de otro iceberg que espero abordar en algún momento.

-Tu escritura es comprometida, apasionada, a veces metafórica, donde no rehuyes del comentario, ¿te sientes más cómoda en la crónica que en otros formatos periodísticos?

Para escribir crónicas biográficas siento que es importante generar un desarrollo de empatía con el personaje, una especie de pedir zapatos prestados para calzarse un momento, pidiendo permiso con un respeto amoroso, tratando de evitar la mordacidad (en la medida de lo posible).

Hay una maestra del estilo que está citada en más de una ocasión en las biografías del libro, y que fue una máxima de la insolencia incluso en su velorio: la tremendísima Mónica Echeverría. Tuve el honor de colaborar con ella en la difusión de su libro Yo, Violeta, y pude admirar en primera persona esa agudeza profunda y sagaz.

Sin duda es este estilo el que más cómodo desde el oficio periodístico me queda, ya que es una especie de paralelo entre la crónica, el nuevo periodismo y el periodismo de opinión. A mi juicio, es necesario escribir (sobre todo en los contextos actuales) alejándose de la imparcialidad anodina: somos seres pensantes y sintientes, por lo que creer que el periodismo se remite al plano informativo es empobrecerlo radicalmente. Peor aún, equivale a desentenderse de una responsabilidad social que hoy resultaría imperdonable.

«El arte reconoce al arte»

-Muchas de estas mujeres fueron contemporáneas entre sí, inclusive se conocieron y forjaron una amistad entrañable, como Violeta Parra con Margot Loyola, Matilde Ladrón de Guevara con Gabriela Mistral o eternas rivalidades como Silvia Piñeiro con Ana González ¿cómo se urde esta constelación dorada de mujeres aguerridas, fuertes, complejas y talentosas, más allá de sus propias posiciones políticas?

Cuando se abraza la pasión por una disciplina de cualquier tipo y se trabaja en base a ella como si fuese una tabla de salvación para el propio espíritu, en el avance del camino propio se generan este tipo de cúmulos de brillantez y genialidad.

El arte reconoce al arte, y por lo tanto no es de extrañar que una cantora admirase y potenciara a otra, o que las actrices sumaran fuerzas en los múltiples escenarios compartidos y desde allí generaran afectos, que las escultoras tuviesen similares espacios de formación y trabajo o que frente a las contingencias sociales se entrecruzaran todas, detonando chispazos multidisciplinarios.

Tengo la impresión de que este fenómeno se ha ido potenciando paulatinamente a lo largo de toda la historia, sobre todo pensando en el mundo contemporáneo. Hoy la globalización ha permitido redes de interconexión desde las afinidades que hace 50 años o hace un siglo también se daban, pasa que no se visibilizaban o masificaban como hoy. La actualidad nos ha permitido generar vínculos digitales inmediatos, y por lo tanto seguimos en el camino que nuestras predecesoras despejaron… ¡Somos unas afortunadas!

– ¿Hay alguna de estas historias que te haya conmovido de manera especial, sorprendido o que te hayas sentido reflejada?

Cada una me sorprendió en sí misma; como he comentado antes, en algún minuto cuando era más chica me sentía muy identificada con la literatura y la tragedia intrínseca de la Wilms Montt… Sin embargo y ya que ella falleció muy jovencita, hay procesos vividos que me han llevado a plantearme otro tipo de inquietudes, como la medianía de la vida.

Revisar las “crisis de los 40” de Malú Gatica o de Silvia Piñeiro, por ejemplo, me calaron profundo porque acabo de cumplir 41 y esto de calzarse un ratito la vida de otras para poder permearlas y difundirlas es un desafío maravilloso aunque súper potente, porque es un constante autocuestionamiento. Pensar en la coherencia ideológica de la Stella me remece hasta la médula, sobre todo en las circunstancias políticas actuales, que necesitamos consecuencia y firmeza. Es que “con todo, si no… Para qué”.

– ¿Qué piensas de figuras como María Luisa Bombal, quien en sí misma representa la paradoja de una mujer más bien conservadora al final de su vida, alejada del feminismo, pero con una escritura experimental y visionaria para su época? ¿Por qué no la incluiste en este libro?

Admiro profundamente a la Bombal y me costó lágrimas de sangre dejarla fuera de este libro, porque la encuentro un referente imperdible para entender la literatura femenina nacional. Pasa que tenía en la mira y ya encaminadas a tres poetas (inicialmente), y claro, miraba de reojo a María Luisa y suspiraba. Me pasó lo mismo con la Isidora Aguirre, por ejemplo, y con varias otras… Las tengo presentes, me guiñan el ojo a cada rato y, como dice el aforismo popular, “estamos trabajando para usted”.

Auch! un espacio de sororidad cotidiana

-Si bien hay avances para construir una sociedad más diversa, respetuosa e inclusiva, persisten focos conservadores y machistas, ¿cómo ves eso en el ámbito de las artes, de la literatura chilena por ejemplo?

No quisiera pecar de excesivamente optimista, porque es lo que suele sucederme en todo ámbito. Sin embargo, creo que existe un avance importante en cómo hemos ido mirando los cánones culturales literarios a nivel global y esto se refleja también en lo nacional.

Falta muchísimo, por cierto, ya que históricamente se ha invisibilizado la literatura femenina de manera sistemática, encasillándola en un nicho figurativo dentro de los libros infantiles o románticos; la realidad era espantosa, en planos generales, era como si las mujeres tomáramos la pluma para escribir como si fuera una monería o una gracia para validarnos frente a quienes llevaban las riendas sociales (el tristemente famoso patriarcado).

Hasta hace apenas un par de años, el imaginario colectivo estructuraba la literatura femenina chilena dentro de márgenes súper acotados, empobreciendo el espectro y coartando los espacios de manera brutal. Aunque nos pese, la crítica literaria sigue siendo ejercida mayoritariamente por hombres, por ejemplo.

Por eso el llamado del pasado 8 de marzo (2019), cuando las escritoras se reunieron para gritar juntas por primera vez en una marcha feminista en Chile, fue bajo el alero de una frase que resume todo: “cuestiona tu canon”. Es que si revisamos las lecturas obligatorias en los colegios o la bibliografía entregada en las universidades, la selección es sumamente sesgada desde la perspectiva de género, entonces se ha normalizado el cómo miramos el mundo literario, priorizando de manera casi inconsciente la literatura escrita por hombres y por lo tanto el cómo pensar el mundo se ha posicionado desde ese eje.

A modo de ejemplo, hubo una polémica el año pasado porque a alguien (un sujeto muy heteronormado) se le ocurrió escribir una columna explicando por qué las mujeres no escriben ciencia ficción, a lo que muchas escritoras vinculadas al tópico (entre ellas la editora de Loba ediciones, Dani Cortés) replicó con firmeza, demostrando con argumentos y nombres que el autor estaba alejadísimo de la realidad. Resulta sumamente agotador tener que estar defendiendo espacios, y esta disparidad ha sido tan sistemática que tenemos encima un hastío acumulado por siglos.

-Eres parte de Auch!, ¿cómo ha sido la experiencia en el colectivo de autoras chilenas?

Potente y enriquecedor, por sobre todo. ¡El 2019 fue explosivo de tantas formas! La conformación del colectivo de Autoras Chilenas nos ha dado la posibilidad de validarnos entre nosotras, leernos y descubrirnos, entender que lo que hemos vivido en el camino de la escritura es un factor común entre todas y que ese cuarto propio del que la Virginia Wolf hablaba hace 90 años es en el fondo un espacio compartido porque todas habitamos allí.

Este descubrimiento recíproco, esta sororidad cotidiana llevada a los hechos, ha sido maravillosa. AUCH! (así, con signo de exclamación final porque nos planteamos como un llamado a la urgencia de la acción) nos ha permitido reconocernos, identificarnos y hacer fuerza para organizarnos y trabajar juntas.

-Finalmente, ¿por qué crees que es importante contar estas historias, más aún considerando el contexto actual que vivimos, en medio de discusiones tan relevantes como una nueva Constitución y la paridad de género?

Se ha dicho hasta el cansancio que los pueblos que no conocen su historia están destinados a cometer los mismos errores. Hay un meme que me compartieron hace un par de días, que decía “nuestras abuelas nos dieron el voto, nuestras madres el divorcio y nosotras les daremos a nuestras hijas el derecho a decidir”.

Hoy tengo voz y la uso gracias a que otras abrieron el camino, desde un acto de generosidad e incluso de altruismo, ya sea de manera consciente o desde el llamado personal de ser puntas de lanza. Hoy, que nos manifestamos desde esta emergencia para superar las injusticias anquilosadas en tantísimos frentes, tenemos que apoyarnos en la experiencia de quienes tuvieron la osadía de decir “basta” a los convencionalismos, a las vejaciones, a los ninguneos, a las injusticias, a la desigualdad.

Es la única forma, considero, de poder avanzar en pos de elementos sociales, culturales y políticos: la paridad -para lo que tengo confianza que será el órgano constituyente que traerá a Chile una nueva Constitución- es el único camino cierto para una sociedad digna, inclusiva y amorosa, empática más que tolerante. Es una pieza relevante de este puzzle multicromático y efervescente en el que vivimos hoy: la nueva sociedad es feminista, y quien no lo entienda está buscando tapar el sol con un dedo.

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