Publicidad
Visiones en la “Zona ciega” de Lina Meruane CULTURA|OPINIÓN

Visiones en la “Zona ciega” de Lina Meruane

Ramiro Villarroel Cifuentes
Por : Ramiro Villarroel Cifuentes Poeta, escritor y productor ejecutivo para cine y TV. Vive y trabaja en Temuco.
Ver Más

Estamos frente a un libro que nos presenta la ceguera desde la visión e imaginería del ver de Lina, pero también del análisis del mirar, del ojo, la imagen, la oftalmología y lo ocular, lo visual, lo visible y lo invisible, afecciones y otras condiciones oculares, con un erudición que nos deja ver el tabique de su genealogía literaria y ensayística en extremo detallada y puntillista, donde se deja ver una obsesión casi desesperada con encontrar los secretos y el misterio del no ver, descubriendo así otro mundo que se encuentra al interior de éste, sin luz, sin imagen, pero que lo experimentamos vicariamente, nosotros los videntes, como una experiencia multisensorial.


El ensayo, según Martín Cerda, “es una forma de escritura que corresponde a un modo de mirar, asumir y valorar el mundo” como escribiría en su libro “La palabra quebrada” (Tajamar, 2014:20), problemática del ensayo que Lina Meruane invierte y nos interna en un laberinto en que se interconectan diversas dimensiones de la ceguera.

Su tríptico se activa en un primer capítulo, que alude especialmente a la detonación del estallido social, cuyo dramático componente humano es el estallido ocular y las asociaciones que la autora hace en relación a estos fatídicos eventos y sus propias experiencias con la ceguera, cuyo telón de fondo son las murallas que hablan lo que el pueblo acostumbraba a callar y que, desde el 18 de octubre, ha manifestado, no sin una cuota de dolor, donde no ha faltado la tortura, la violación a las personas y a los Derechos Humanos, el asesinato y el castigo del ojo y de los ojos.

“Era a los ojos a donde disparaban con pérfida precisión esas fuerzas comandadas por el Presidente y su truculento Primer Ministro” (p.27), todo con declaración de guerra a la ciudadanía por parte de la primera autoridad del país. Pasajes de gran dramatismo que nos acercan a una lírica del horror potenciada con referencias a las artes visuales o la literatura, como cuando menciona la pintura “Gaseados” (1919), del pintor estadounidense John Singer Sargent o “La parábola de los ciegos” (1568), de Pieter Brueghel el Viejo; o escritores que trataron el tema de la ceguera como William Carlos Williams o José Saramago, Diamela Eltit, Elías Canetti, Hervé Gibert, Dámaso Alonso, Carlos Droguett, Robert Walser, Milton, Derrida, Susan Sontag o Josefa Mujía.

Un capítulo inicial que puede entenderse como un compendio del abuso a la ciudadanía donde interioriza en expresiones de distintos ministros, cada uno espetando frases más vergonzantes que el anterior, lo que le otorga a los análisis vertidos en las primeras páginas una categoría política, una política de la mirada y el ver los problemas del conjunto país, sus comunidades, familias y ciudadanos como algo despreciable, cosa que volveremos a ver más adelante tratada en un marco de antecedentes literarios mucho más extensa.

Todo tratado con la dinámica feroz que caracteriza la narrativa y ensayística de Lina Meruane: “Un proyectil no debía lanzarse contra un cuerpo ni dirigirse hacia los muslos o las musculosas pantorrillas donde no provocaría un daño tan irreversible. No debería ir hacia la entrepierna o las costillas que probablemente escudan los pulmones y el corazón, menos aún hacia el cuello con sus arterias carótidas y sus venas yugulares y nuncajamás hacia el rostro que contiene órganos acuosos tan fáciles de liquidar. Hacia allá estaban yendo ahora esas balas, balines, perdigones, cartuchos de gas que estallaban como granadas o verdaderas bombas hacia esa carne blanda que reventaba sin fallecer” (p.33).

En el segundo capítulo entramos a un viaje literario, una autobiografía o autoficción por la ceguera donde contrastan los signos positivos y negativos que la ceguera puede tener para quien la porta como “una cárcel portátil”, al decir de Borges y Bioy Casares, o una condición distintiva de clarividentes.

No falta el catálogo de ciegos y ciegas ilustres, llegando a permitirnos entender la escritura, en algunos casos, como el efluvio que surge de la ceguera, cosa que nos hace ver se encuentra en su propia escritura, como en “Las infantas” (Planeta, 1998), “Fruta podrida” (Fondo de Cultura Económica, 2007) o “Sangre en el ojo” (Ramdon House, 2012), esta última que “era una novela atada al acontecimiento de mi propia ceguera” (p.60); capítulo donde podemos ver interesantísimos análisis a la vida y obra de escritores ciegos como Borges, Milton o Joyce, o personajes de la mitología griega: “los clásicos y los que siguieron entendían la visión como propia del orden masculino: Todo Dios ha sido hombre, Todo Dios ha sido representado por un ojo” (p.99), pero “no es que no hubiera ninguna ciega, pero eran invisibles” (p.99).

Acá conoceremos la historia de la artista de la música María Theresia Paradis, a la poeta Berthe Galeron de Calonne, a la excepcional Helen Keller, o a la ya mencionada más arriba Josefa Mujía, “que inauguró la lírica de la Bolivia recién liberada de España” (p.101), todas en pequeños retratos literarios de gran impacto, cuestión que no agota el segundo capítulo, que también trata otros momentos del arte como “la escena emblemática en que los surrealistas liberan sus pulsiones oníricas en una película donde le rebanan visceralmente, inolvidablemente, el ojo a la inmóvil protagonista.

Y aunque Buñuel y Dalí insistieran que ese célebre corte de “Un perro andaluz” (1920) era un asalto a la comodidad del espectador, la violenta cuchilla ejecutaba en la ficción cierta fantasía masculina que de vez en cuando se ponía en práctica en la realidad” (p.127), dando otra vuelta de tuerca al análisis de esa y otras obras de hombres que manipulan, agreden, asesinan y anulan a la mujer: su imagen, su cuerpo y su ser, a través de la ficción.

En el tercer y último capítulo, la autora nos regala un espléndido escrito sobre la relación de la poeta Gabriela Mistral y la novelista Marta Brunet, ambas “Casi ciegas”, que le permiten a Lina desplegar toda su capacidad de investigación para dar con aspectos inusitados de estas dos autoras en el medio nacional e internacional junto a un perfil de cada una, desde la óptica de la ceguera o la dificultad para ver.

Estamos frente a un libro que nos presenta la ceguera desde la visión e imaginería del ver de Lina, pero también del análisis del mirar, del ojo, la imagen, la oftalmología y lo ocular, lo visual, lo visible y lo invisible, afecciones y otras condiciones oculares, con un erudición que nos deja ver el tabique de su genealogía literaria y ensayística en extremo detallada y puntillista, donde se deja ver una obsesión casi desesperada con encontrar los secretos y el misterio del no ver, descubriendo así otro mundo que se encuentra al interior de éste, sin luz, sin imagen, pero que lo experimentamos vicariamente, nosotros los videntes, como una experiencia multisensorial.

Ficha técnica

“ZONA CIEGA”, de Lina Meruane

Ramdom House

Abril de 2021

201 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias