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Parafraseando la ciudad CULTURA|OPINIÓN

Parafraseando la ciudad

Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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El solo hecho de estar inmerso en el espacio público nos ofrece la posibilidad de tener la ciudad a nuestra disposición, en cuya panorámica lo peregrino a lo permanente se funden en un singular parafraseo en el cual convergen tantas formas de expresión que aspirar a catastrarlas o clasificarlas sería inútil. Pese a ello identifico ciertos componentes que marcan este aleatorio periplo, en el cual como es lógico se incuba inicialmente, dentro de la cultura popular, con la clásica animita que cruza la columna vertebral de Chile, hasta transformar los muros en un espacio disruptivo y de intervención permanente, donde lo testimonial es parte de la ofensiva, tal como lo evidencia el mural conmemorativo que registra con fecha (19/11/1962), un hecho de violencia acaecido en la Población José María Caro, y que al trasladarnos en el espacio-tiempo lo podemos ver replicado, y de manera espontánea en innumerables momentos del estallido social (18/10/2019) o en cualquier recodo citadino donde afloran registros murales que por sobre el infortunio, como forma de representación apelan a mantener viva la memoria de quienes, por ser mártires citadinos, al igual que la animita son objeto de veneración y culto. [ACTUALIZADA]


Prerrogativa que a su vez da lugar a Testimonial Spaces, relato pictórico, que por haber sido la pieza central para el pabellón de Chile en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2021, luego fue exhibida en el hall del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) al iniciarse el 2022, develando esos 500 testimonios de los habitantes de la Población José María Caro, convertidos en 500 óleos sobre tela que están contenidos dentro de un gran volumen de madera de pino azul, donde la autoría se diluye en la comunidad, pintores e historiadores que han dado forma a un relato visual diseñado por Emilio Marín, Rodrigo Sepúlveda y Alessandra Dal Mos. No obstante, es significativo mencionar que este maravilloso proyecto estuvo liderado por el profesor y artista visual Pablo Ferrer.

Recurrencia que por cierto es asumida de manera creativa por artistas que ven en la ciudad un soporte público, pero también un repositorio de la memoria histórica y un campo de acción temporal que congrega a efímeros protagonistas que resisten los embates del poder, los que a ratos son revelados de manera vociferante y lapidaria, contestaria e incisiva como en la intervención Río de sangre (2021) de Iván Navarro, quien en el marco del Festival Santiago a Mil, mediante una plataforma metálica propone reflexionar sobre la relación del Mapocho, como testigo de la violencia de Estado y una historia oculta, que constantemente tiñe a ese legendario cauce. Otro ejemplo de insurgencia que alude a la memoria colectiva es el expresado de manera metafórica por el Colectivo Gata Engrifá, agrupación de artistas que el 21/11/2019, realizaron en la pileta del Parque Almagro de Santiago, la performance Derrame, acción de arte que invita a mirar el derrame como herida o esa hemorragia subconjuntival expresada en una mancha roja de sangre en el interior de un ojo simbolizado por dicha fuente. Dos lugares comunes donde al agua es un elemento purificador, en una ciudad capital en el más amplio sentido de la palabra.

Créditos Imagen: Colectivo Gata engrifa

Aun cuando, en la actualidad también existen ciudades como Tabriz o Teherán, la capital iraní, donde muchos grafitis son considerados actos de desobediencia civil, con artistas como Black Hand, Ill o Nafir quienes aplican una diversidad de técnicas en concordancia con la cultura local, como la confección de alfombras, la caligrafía, la cerámica, y otras extraídas del arte urbano, como el esténcil o el dripping, para desafiar la censura, la desigualdad y a la precarización hacia las mujeres iraníes como consecuencia de una atávica política cultural.

Iniquidad que pese a la distancia me trae a la memoria la obra de Lotty Rosenfeld (1943-2020), fundadora del grupo C.A.D.A. y precursora de intervenciones urbanas en los mismos epicentros del poder, como la Casa Blanca (1982) o La Moneda (1980-2013), significativas acciones que en cierto modo, me llevan a pensar en el Monumento por la diversidad (2015), intervención en la cual la artista polaca, residente en Nueva York, Olek (Agata Oleksiak) viste los 24 metros del monolítico obelisco de Balmaceda, con un vívido atuendo, tejiendo una proclama en la que sirviéndose de la fuerza expresiva del color y un simple crochet, logra dan forma a este inmenso yarnbombing o grafiti hecho con lana e hilo con el que insta al transeúnte a reflexionar en torno a las perspectivas de género y la diversidad sexualidad desapegándolas del estereotipo.

Transgresiones que ya tuvieron su antesala en Londres con Banksy, en los inicios de los 80´, cuando combinó los influjos de la cultura pop con una contestaria mirada colmada de estarcidos y el uso del esténcil o plantillas, tal cual lo hizo el francés Blek le Rat (1952) quién no dudó en repletar Paris de ratas, porque según él, este huidizo roedor es el único que posee la libertad y la capacidad de infundir miedo, tal cual lo hizo durante la peste negra.

Aprensión de la cual están conscientes Escif, artista español que desde hace décadas ha invadido las calles de Valencia y gran parte de Europa con un lenguaje ácidamente minimalista, lo mismo Blu, artista italiano que arremete sobre los muros pintando a la antigua, con brocha y telescópicos rodillos, pero con un estilo no sólo caracterizado por la monumentalidad, sino por el gran dramatismo que imprime a sus protagonistas, víctimas de esta deshumanizada sociedad.

Quizás, lo prioritario de este soporte sea por una parte su transitoriedad. No obstante, es tanta la carga que lleva implícita que este intermitente parafraseo se seguirá replicando entre las vísceras del entramado urbano, mientras existan artistas que vean en él un componente de obra y un testimonio vivo donde los ciudadanos -mediadores naturales- transiten, disientan o derechamente se conviertan en hechores que la intervengan a sus anchas como sucede en gran medida con el trabajo de Macarena Yañez, Danny Reveco, Santiago Errazuriz, o Caiozzama, quienes han interpretado dicha interacción como un acto de dominio público que conlleva una tácita cohesión entre el artista, su expresión y la espontánea respuesta de una comunidad que dialógicamente intenta derribar los paradigmas referidos a los espacios artísticos y su consuetudinaria formalidad.

Un contexto, en el que no quisiera dejar de mencionar a los hermanos Octavio y Andrea Gana, creadores de Delight Lab, un estudio de diseño audiovisual y experimentación con casi 12 años de trayectoria, que interviene estratégicos edificios como Telefónica, la Torre Entel, los Tribunales de Justicia e incluso el Congreso en una suerte de site specific, que da cuenta tanto de las demandas sociales, y otras urgentes problemáticas, donde abogan por dar connotación pública a hechos tan sensibles como la muerte de Camilo Catrillanca o causas medioambientales, al proyectar la frase -Zona de sacrificio- sobre la fumarola de termoeléctrica de Ventanas. Reveladora impugnación, ilustrada como una evidencia más de que el arte no sólo habita en el espacio museal, sino que cuando menos lo esperas, se cuela en tu cotidianeidad, convirtiéndose en un suceso que, desde la ofensiva artística, demuele los condicionamientos impuestos por la propia ciudad.

A este proceso característico se agrega una experiencia que tuvo lugar en Enero del 2022 y que incluyó un video mapping creado por Delight Lab, proyectado sobre Igualdad (2021) mural de 60 metros (26 pisos), considerado uno de los más altos del país, emplazado sobre el edificio Presidente Bulnes del barrio Yungay, obra de la artista chilena autodidacta y defensora de la multiculturalidad, Stfi Leigthon, quien nos invita a vernos –“Mirarse a los ojos, de frente y honestamente como iguales en una sociedad tan desigual es un acto de amor y resistencia, una transformación urgente y necesaria. Entender que somos complemento y no más, o menos. Juntos podemos potenciar nuestra energía y utilizarla para equilibrar, sanar y florecer”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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