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«Carne de perra»: El choque de la memoria CULTURA|OPINIÓN

«Carne de perra»: El choque de la memoria

Juan Ignacio Colil
Por : Juan Ignacio Colil Ha publicado los libros de cuentos: “8cho relatos” (EDEBÉ, 2003), “Al compás de la rueda”(Das Kapital, 2010) y las novelas “Lou” (Magoeditores, 2007), “Tsunami” (Das Kapital, 2014), “El reparto del olvido” (Lom, 2017), “Los muertos siempre pueden esperar” (Raíz de dos, 2017, Argentina), “Un abismo sin música ni luz” (JPM Ediciones, España 2017 y Lom Ediciones, Chile, 2019), “Espejismo cruel” (Los perros románticos, 2021, Chile) además publicó las novelas infantiles “Bajo el Canelo” (Edebe 2012) y “Zumbidos y estrellas” (Das Kapital, 2015). Algunos de sus cuentos han sido incluidos en antologías y ha obtenido varios premios de novela y cuento en Chile, España y Argentina.
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Estamos en presencia de una sórdida historia de represión. Una enfermera que trabaja en la Posta Central se encuentra con su torturador que llega en calidad de paciente a ese lugar. Si la historia fuera solo eso sería ya bastante terrible. ¿Qué pasa por la mente de la víctima en ese momento?


Septiembre desde hace 49 años viene cargado de memoria. Es imposible sustraerse a lo que comenzó a suceder ese 11 de septiembre y que durante los meses y años siguientes se volvería una de las huellas de la dictadura. Me refiero a la violación sistemática de derechos humanos llevada a cabo por los organismos encargados de la represión y sus largos brazos que se extendían por todo Chile y se expresarían de las más variadas formas.

La literatura desde los primeros tiempos dio cuenta de este proceso, la poesía y la narrativa, supieron colocar a la represión en su lugar en la historia, desde los casos más brutales y directos hasta los más complejos. La historia y la investigación periodística también han sido relevantes a la hora de entrar en ese mundo y desnudar a sus protagonistas, aunque aún queda mucha historia sumergida.

En “Carne de perra” de Fátima Sime, novela nuevamente publicada por editorial Cuneta este 2022, estamos en presencia de una sórdida historia de represión. Una enfermera que trabaja en la Posta Central se encuentra con su torturador que llega en calidad de paciente a ese lugar. Si la historia fuera solo eso sería ya bastante terrible. ¿Qué pasa por la mente de la víctima en ese momento?

Me hace recordar el encuentro de Ángela Jeria (mamá de Michelle Bachelet) quien se encontró con su torturador, el famoso agente de la DINA, Marcelo Moren Brito; en el ascensor de su edificio. En el caso de “Carne de perra”, la protagonista es detenida y secuestrada por los aparatos de seguridad y a partir de ahí será sumergida en el mundo de la represión, una inmersión forzada en base a la violencia sexual, el chantaje, el pack completo del horror. Quizás en la película argentina “Garaje Olimpo” se rozan historias similares.

La protagonista, María Rosa, mientras permanece secuestrada por los aparatos de la represión es obligada a participar en una serie de hechos propios de esos organismos, y posteriormente lanzada al exilio. Después de muchos años vuelve a Chile, pero ya no es la María Rosa que fue antes, no es la joven llena de ideales y sueños, tampoco es una mujer que busque justicia, es un ser que solo trabaja para esconderse de sí misma, para dejar que la vida pase por el lado, para huir de sus propios fantasmas, para escapar de sus culpas.

La aparición de su torturador, conocido como “el Príncipe”, provocará que en ella broten preguntas, recuerdos, imágenes que creía olvidadas, sepultadas para siempre. Pero no, estaban ahí, a escasos milímetros de su piel y solo esperaban una oportunidad para expresarse.

“Con los párpados entreabiertos y las pupilas dilatas por los sedantes que le permitían tolerar el respirador, sus ojos eran un par de huecos oscuros. Parecía una calavera. Sin embargo, yo vi allí a Emilio Krank. Era Emilio Krank, el halcón con sus alas desplegadas, listo para aterrorizar, picotear, desgarrar…Una vez en la calle, apuré el paso. Él también. No el veterano escuálido, jibarizado, acribillado de sondas y sueros, ahogado en su propia sangre. No el paciente que yacía en la cama seis de la UTI. No, ese no. El que me perseguía, el que iba tras de mí, era el otro, el verdadero Príncipe.” (p. 44).

“Carne de perra” está escrita de una manera vital, uno se olvida que está leyendo una novela y se deja arrastrar como la misma protagonista. El encuentro con el Príncipe gatillará en ella esa vuelta al pasado, a hurgar en su memoria, a tratar de reencontrarse con su familia (memorable escena), a tratar de encontrarse a sí misma como mujer, como persona; pero al final el tiempo pasa para todos.

La dictadura y su estela de horror no es solo materia judicial; sino también un punto en el que convergen nuestras historias y del cual se desprende parte importante de lo que hoy somos. La represión se coló en cada uno de nosotros, más allá de lo que creemos. “Carne de perra” nos invita a dar esa mirada que no queremos dar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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