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Australis, memoria inmanente del territorio: en las obras de Ismael  Frigerio y Francesco Di Girolamo CULTURA Crédito: Christian Aedo

Australis, memoria inmanente del territorio: en las obras de Ismael Frigerio y Francesco Di Girolamo

Christian Aedo Jorquera
Por : Christian Aedo Jorquera Escritor, fotógrafo y columnista. Ha publicado Pornostar (Ediciones Contrabajo, 2004), Recolector de Pixeles (Ripio Ediciones, 2010), No más de un segundo (Mansalva, 2010, Argentina), y ha participado en diversas antologías de poesía en Latinoamérica. Forma parte del equipo editorial de Cormorán Ediciones.
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En conversación para El Mostrador, los artistas nos guían por estas obras que nos traen la historia y la memoria atrapada en el rumor de estos paisajes del extremo sur de Chile, expuestas en la galería Casa Plan de Valparaíso. Haciendo un recorrido por el territorio que demarcan las obras, hablan de sus motivaciones y experiencias, del viaje de búsqueda que ambos comenzaron por los años 70 y que los lleva a reunirse en la exposición.


«Australis» es un recorrido por la extensión intrincada e inconmensurable del extremo sur de Chile, que además da cuenta de una larga trayectoria artística que se cruza en la complicidad de la amistad y un viaje de búsqueda sobre el paisaje nacional.

En conversación para El Mostrador, los artistas Ismael Frigerio y Francesco Di Girolamo nos guían por estas obras que nos traen la historia y la memoria atrapada en el rumor de estos paisajes del extremo sur de Chile, expuestas en la galería Casa Plan de Valparaíso.

Haciendo un recorrido por el territorio que demarcan las obras, los artistas nos hablan de sus motivaciones y experiencias, del viaje de búsqueda que ambos comenzaron por los años 70 y que los lleva a reunirse en Australis.

Crédito: Christian Aedo

– ¿Cómo nace el proyecto «Australis»?

Ismael Frigerio: Autralis es un proyecto que está involucrado con la línea principal de mi trabajo, que tiene que ver con el territorio. Primero realicé, hace algunos años, un trabajo sobre el norte de Chile, años después hice un sobre la zona central del país, llegando hasta Coyhaique.

El primero fue exhibido en el museo de Bellas Artes de Santiago y el segundo en el Museo de Arte Moderno de Chiloé. Pero me faltaba el extremo sur y aun me falta la Antártica. Sobre el extremo sur, con Francesco ya habíamos hablado de esto, pero lo que más me interesó de trabajar con él, es que nosotros nos conocemos desde hace mucho tiempo. Nos conocemos de niños. Vivíamos más o menos en el mismo barrio, él vivía al norte de lo que es ahora la Kennedy, y yo vivía al sur.

En ese tiempo la Kennedy no existía, así que para encontrarnos teníamos que cruzar caminando unos pastizales, unos potreros con animales, con caballos, de todo. Entonces, tenemos un vínculo intrínseco con respecto a eso desde hace muchos años, y le comenté respecto de este proyecto Australis, que yo mostré hace dos años en la galería Arte Espacio. Y ahí se nos ocurrió hacer un viaje juntos a la zona Austral, a la Isla Grande de Tierra del Fuego, donde unos amigos pudieron acogernos. Y ahí partimos.

Crédito: Christian Aedo.

Francesco Di Girolamo: Siempre hemos estado en contacto con las distintas obras que estamos haciendo. A través muchos años, criticándonos mutuamente. A veces sin entender la obra del otro, como sucede. Yo siempre había querido dialogar con el tema de Ismael, nos juntábamos y pensábamos sería increíble ir para allá, siempre con la idea, soñando. Y en mi caso por pega o por lo que fuera, llevo treinta años de trabajo académico, muy vinculado a las universidades, era y es muy difícil zafar.

Y ahora se produjo perfecto, veníamos ya hablando de ir, y se dio justo la oportunidad que me pidieron el cargo de director de la escuela de diseño. Se dio justo ese mes prácticamente el tiempo para poder armar el viaje, había que irse rápido por el clima. Esto fue en enero del 19. Y fue, si, si, por supuesto, aquí no hay que convencer a nadie. Y como dijo el Ismael, nos fuimos.

Nos embarcamos a Tierra del Fuego con la expectativa de ver este paisaje increíble, hicimos todo el recorrido completo, hasta el final de abajo, llegamos hasta el final de la Isla Dawson que fue donde nos quedamos. En ese tránsito empezó a aparecer todo esto. A la manera de cada uno,

Ismael sacaba muchas fotos y videos, porque es audio visualita, yo no. Yo usaba el método del dibujo, un cuaderno para apuntar las ideas, para enrolar. Y con todo esto que nos pasó, nunca hablamos de producir una obra, ni en conjunto, ni nada. Se dio totalmente natural, desde lo que vimos. Y luego desde el regreso, desde lo que nos empezó a pasar, comenzó a aparecer esta obra. Además de un blanco y negro que nunca nos pusimos de acuerdo en trabajar. Así fue como yo me involucre en esto, que si veníamos hablando hace muchos años. Así es un poco como se dio.

Ismael Frigerio: hace unos años yo me involucre en un proyecto que se llamaba Ceremonia de la Memoria, que tiene que ver con el territorio, y de lo que hablaba ese proyecto, que fue lo que gatilló mi vuelta a Chile y mi trabajo en el Norte, en el Sur y ahora en la Isla Grande de Tierra del Fuego, eran las heridas en el cuerpo de nuestra Matria, como el lugar que nos recogió, el lugar donde vivimos. Ese cuerpo territorial tiene heridas y esas heridas se han vuelto cicatrices. Lo que yo busco cuando reviso y observo, y recojo para trasladar a la pintura, tiene que ver con esas heridas. Con las cicatrices que hay en nuestro cuerpo territorial, y que tienen relación directa con nuestra cultura. Es por ahí, por donde entro en la obra.

Francesco Di Girolamo: Lo que me pasa siempre y en general. Yo he hecho dibujo de paisaje durante muchos años. Es el tema de lo inmanente, siempre me ha impresionado y me ha golpeado como en boca del estómago, esto de lo que permanece detrás de todo siempre. Entonces a mi manera de ver, primero por eso quite el color como en un cálculo bastante racional, para no distraer la experiencia con el color, y luego la idea de que no fueran retratos de paisajes, entonces nada de esto existe materialmente, sino que esta generado a través de imágenes, croquis, escritos, partes de algo que se unen en la obra. Lo que quiero mostrar, va a sonar medio siútico esto, es como el ser de las piedras del borde del sur del mundo, el ser de los bosques, o sea, cómo este inmanente que aparece, entrelaza las cosas y las habita, es como yo lo percibo y trato de llevarlo en la obra.

– La obra pareciera presentar más que un recorrido por el territorio, también es parte de otras complicidades. ¿Cómo se cruza este paisaje fraternal y profesional en ustedes?

I.F: Hemos tenido la suerte de irnos encontrando en diversas situaciones, fuimos al mismo Kinder, después nos encontramos en la adolescencia y después terminamos estudiando juntos. Entonces, hemos tenido encuentros que tiene que ver con la fraternidad y la amistad. Pero como dijo Francesco, él siempre está dibujando, yo no. Esto lo aprendí a través de él. Hicimos un viaje, me acuerdo que fue en los años 70, había paro de camioneros, recuerdo.

Y Francesco con su lapicito y su cuadernito, y yo mirando el techo. Entonces partí a una librería, y me hice un cuaderno de apuntes, con papel mantequilla, y con un lápiz Bic negro me puse a dibujar. Después llegamos a la casa de un amigo del papá de Francesco, en Antofagasta. Gualdo Gonzales, que era pintor y profesor en la escuela de artes, porque hubo una en esa época allá. Él me pidió ver los dibujos, y me dijo que eran como de un cabro de cuarto año, y yo no había estudiado artes, ni nada, estábamos en el colegio.

Ahí partí también con esta mañosa costumbre de andar con el cuadernito tomando apuntes. Que fue un sano aprendizaje. Y eso me lo enseño él, y ahí partí con esto. Ahora cada uno tiene su manera diferente de pensar, ya tenemos sesentaitatos años. Y a pesar de tener costumbres similares, la observación de territorio, es diferente.

F.D.G: hay mucha confluencia entre los dos sobre las formas de entender y de pensar que automáticamente se dan. Llevamos, no sé, unos 50 años de amistad. Ismael viene más de la filosofía. Yo desde una cosa más manual, estudie arquitectura pero no me titule. Ismael de la filosofía pasó al arte. Yo vengo de una familia de pintores. Ismael de una familia más bien de pensadores. Y toda esta cosa alimenta, pero claramente hay algo que nos une, y que es automático, que para mí es un misterio y un regalo, porque alguien puede planear algo como esto y no pasa nada.

I.F: Yo creo que hay algo en común, que tiene que ver con la historia, con la memoria, que es lo que buscamos, pero también tiene que ver con la identidad, y la búsqueda de eso también es algo en común. De distinta forma nos encontramos buscándola.

– ¿Por qué el paisaje sería el lugar de esta búsqueda?

I.F: Es el cuerpo de la Matria lo que nos permite entender quiénes somos. Porque finalmente dependiendo de donde habitemos, es lo que seremos.

F.D.G: A diferencia de Ismael, que viene trabajando sobre el territorio hace mucho. Para mí es mi primera gran exposición sobre el tema, donde he podido realizar una reflexión profunda sobre el territorio de forma pictórica y que en la segunda parte, arriba, se va más por la abstracción, transformándose en otra cosa. Yo tengo una trayectoria diferente, por ejemplo mi exposición anterior tiene que ver con la historia de Ulises, y la más anterior tiene que ver con los terremotos.

Pero hay algo local que siempre nos atrae a ambos, que es siempre el tema histórico. Aquí me parece que Ismael ha sido más coherente, lejos, en su línea de transitar el paisaje. Pero claro, hay una búsqueda que esta sobre la pregunta de ¿qué es esto? ésta América desconocida, todavía.

Pero claro, a nivel de paisaje, yo he dibujado prácticamente 40 años paisajes, de toda mi vida tengo cuadernos completos con anotaciones y dibujos, pero nunca los había trasladado a esta escala. Tratando de “presentar”, más allá de una representación. Como una traslapasión de pensamientos, ideas, de apuntes, etc. en una búsqueda inalcanzable. Tratando de fijar mi experiencia dentro del paisaje, de lo que me estoy dando cuenta en el momento, saltándome lo figurativo.

I.F: A mí me pasó que cuando llegué a vivir a Nueva York, y había sol, se despejaba, yo salía con polera sin mangas, y hacía un frio tremendo. No conocía el lugar. En Chile hasta el día de hoy, sé si va hacer calor durante el día, sé si va a largar a llover o no. Hay cosas que son parte de uno, es un anclaje que hay en el cerebro.

En base a ese anclaje es que yo me involucre con el territorio. Por eso quise conocerlo, quise estudiarlo y verlo, por eso también mi retorno a Chile. Mi viaje de regreso por Chile y también por América, donde también he realizado obras, tiene que ver con eso. Siempre bajo este anclaje que me permitió involucrarme con el cuerpo de la Matria.

– ¿Cómo surge la idea de esto montaje, juntos?

I.F: Las obras las construimos paralelamente y de forma casual se empezaron a vincular, sobre todo a partir del color que tienen, también sobre la manera de mirar esta naturaleza e interpretarla. Siempre vemos nuestras obras en el taller, antes de las muestras. Un día fui a ver las obras de Francesco, y ahí le dije que podríamos exponer juntos, hable con Casa Plan y ellos no dijeron, cuando uds. quieran. Así empezamos a trabajar. No vinculados en el tratamiento de la obra, sino que en la producción, en la idea de hacer obras grandes que calzaran con este espacio.

F. D. G: no partimos desde la idea de vamos a recoger este viaje en una obra conjunta que se va a llamar Australis. Tampoco medimos las obras para que calzaran con el lugar, sino que eso fue casual, y calzaron perfecto para cada una de estas unidades. Eso para mí fue como “otra vez la gueá calza perfectamente”. Siempre me ha gustado mucho el trabajo de Ismael y su manera gráfica de trabajar y usar el carboncillo, es muy dibujante para hacerlo.

Y en este caso calzaron mucho las grafías, los códigos de cómo hacer “aparecer”, como perfilar. Hay algo que homologa el trabajo a pesar de las diferencias. Ismael tiene un poco de color en el suyo, yo no tengo ni uno. Pero aun así, yo diría que eso se nota, no discursivamente, pero se nota el dialogo que siempre hemos compartido como opiniones o criticas al trabajo del otro. Yo respeto muchísimo su opinión, y es de la poca gente a la que le hago caso. Porque siempre pasa, uno desarma la obra de todos menos la de uno. Pero cuando estás trabajando y estas en la cercanía y en la inmediatez del trabajo, te pierdes siempre. Es súper bueno que la mirada de alguien con el que estas en el mismo viaje, por decirlo así.

I. F: Una de las cosas en común que hay aquí, tiene que ver con el tamaño de las obras. Este está exigido por la impronta que nos dejó la extensión de territorio austral. Tierra de Fuego se vuelve tan inconmensurable, tan apabullador. Es tan tremendamente incidente en la mirada, que yo personalmente no hubiera sido capaz de realizar obras pequeñas por no faltarle el respeto a la extensión de esa inmensidad.
En este punto que dirían sobre ¿Para quién o qué se trabaja?

F. D. G. : Uno no trabaja para exponer, jamás. Lo que sucede cuando tú vas a exponer, lo que ya estás trabajando, toma un destino que te ayuda mucho a centrar la obra. Uno trabaja buscando algo y así esa obra empieza a aparecer. En ese aparecer toma su lenguaje. Pero cuando tú sabes que el conjunto de obra, en mi caso yo entiendo la obra como un conjunto persistente de obra, no le llamo jamás obra a un cuadro.

La obra es un conjunto de piezas y diversidad. Por eso cuando tú sabes que eso se va hacer público, uno afina mucho el ojo y el lenguaje, porque sabe que va a ser observado. Eso es lo que debiera suceder, porque uno trabaja para los otros, pero primero trabajas para ti mismo. Eso es lo que sucede con una obra, la pregunta por qué cosas le suceden a la gente con ella, y es como si uno, en esta obra en particular, le devolviera el paisaje al paisaje.

I.F: Los artistas hemos tratado de alguna manera de estar involucrados en la cultura. La cultura es una sociabilización, es una participación con el resto de las personas a partir del conocimiento y del trabajo que uno sea capaz de entregar. Por eso yo trabajo para mostrar. Me parece importante, tanto para mi exhibir lo que hago, decir a través de lo que hago, o colaborar a través de lo que hago, todo en ese dialogo con la cultura.

Realizar una obra para guardarla, no tiene ninguna función más que un goce personal y egoísta. Yo creo que el arte debe ser entregado al pueblo, para colaborar con el pueblo. Hay distintas maneras de enfrentar el trabajo, yo cuando estoy en el taller estoy siempre pensando en que sucederá con la gente al verlo, que emoción causará. Todas esas incógnitas habitan en la obra.

– ¿Qué impresión les causa Chile como paisaje político?

F. D. G: Que haya surgido el estallido social de 2019, incluso el surgimiento de la pandemia, y posteriormente la necesidad de calmar las aguas, asumiendo la variedad, la diversidad y la extrañeza del territorio en un proceso constituyente, que fue democrático en el sentido de que participo gente de diferentes lados, mejores, peores, a favor o en contra, y no sé qué. Y ver qué pasa con eso, indistintamente de los resultados.

Es totalmente coherente con lo que hemos hablado. Cuando yo digo que lo inmanente aparece, y lo que uno debe hacer es respetar esa aparición, exactamente como aparece, ese es el ejercicio que practico, como dije hace un rato. Me parece que esto es igual. Y la discusión que hay ahora es totalmente artificial, en tanto no se está respetando lo importante de cómo se produjo, donde las fuerzas de chile aparecieron desde su extrañeza, es por eso que esto fue imparable y se tuvo que firmar el acuerdo del 15 de noviembre de 2019. Porque esa fuerza venía desde las entrañas del asunto.

Y lo que pasa ahora, que están tratando de regular el paisaje, ya que estamos en esta metáfora, lo encuentro totalmente absurdo. Lo logramos, pero ahora le vamos a poner freno al caballo desbocado, que no está desbocado, todo surgió desde esa fuerza. Desde ahí me parece súper coherente con lo que es el paisaje de Chile, el paisaje que vimos, la obra que hemos estado haciendo junto con Ismael. Este reconocimiento de qué somos, y de cómo somos lo qué somos.

Porque lo alucinante de esto que pasa ahora, es que se está desconociendo el cómo somos lo que somos, porque pareciera que no es válido que las cosas sucedan desde un estallido y puedan tomar un camino político, porque en el fondo desde el congreso creen que ya pasó el recreo. Me parece que lo que no hay que corromper es el cómo se produjo esto, en ese sentido me parece que es lo que tratamos de hacer en esta obra.

I. F. : Donde nosotros estamos sentados ahora, es un homenaje a la cultura Yamana. Es madera de la zona, Lenga. La estructura de la embarcación es una copia de una embarcación Yamana, que además no tiene ningún clavo, va todo con amarras, está todo hecho a mano. Y yo la realicé para hacer un homenaje a las culturas de Tierra del Fuego. A las culturas patagónicas. Y uno de los temas a resolver en la Constitución tiene que ver con los pueblos originarios, tiene que ver con el retorno de las tierras.

Tiene que ver con el maltrato. Y fueron temas propuestos desde la ciudadanía. Creo que está en la historia nuestra, querámoslo o no, tenemos nuestro anclaje común o comunitario en esa memoria. Desde ahí el levantamiento social tiene que ver con el conocimiento, a veces un poco más específico otras más vago, de la historia de nuestra nación. Yo creo que esa memoria es parte del inconsciente común y de alguna manera brota cuando la gente está cansada. Cansada de tanto desvío de su verdadera historia. Estamos sentados en un lugar donde se realizó un homenaje a parte de nuestra historia, la memoria de comunidades que han sido prácticamente extinguidas por el poder.

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