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“Personas decentes” de Leonardo Padura: Mario Conde y la Cuba de la era Obama CULTURA|OPINIÓN

“Personas decentes” de Leonardo Padura: Mario Conde y la Cuba de la era Obama

La estrategia narrativa de alternar las dos historias, funciona muy bien, lo diálogos están trabajados con detalle, las ya mencionadas cuotas de humor, se entregan fundamentalmente en esas conversaciones de los personajes. La Habana es protagonista de la novela, se transmite con mucha precisión el ambiente que se vivía en Cuba en el año 2016, y hay una elaborada reconstrucción de esa ciudad en 1910. Algún crítico ha señalado que es la mejor novela de Padura. No me atrevería a hacer un ranking de las obras del gran escritor cubano, pero «Personas decentes», sin duda se anota entre las obras más destacadas del neopolicial iberoamericano.


El escritor cubano Leonardo Padura, tiene un sitial ganado dentro del neopolicial iberoamericano, uno muy merecido. De visita en Chile mientras escribo esta reseña, lanzó esta última obra el día viernes 21 de octubre, en Santiago. Padura tiene a la fecha catorce novelas publicadas, y de ellas diez (incluyendo esta última entrega) son de la serie de Mario Conde.

Las obras protagonizadas por el investigador cubano, encajan en las características típicas del género: crítica social, en particular a los círculos de poder, énfasis más en los “porqué”, y en el “cómo”, de los crímenes, con un Mario Conde que lucha por su propio sistema de valores que no necesariamente coincide con el sistema de valores hegemónico.

“Personas decentes”, no es una excepción. Y nuevamente, Padura nos entrega una gran novela, esta vez en el contexto de la efervescente Cuba de la época del gobierno de Obama en Estados Unidos, en el año de la visita del presidente norteamericano a La Habana, amén del concierto de los Rolling Stones en esa ciudad. Estos eventos históricos van aderezando la trama del asesinato de un ex dirigente del gobierno cubano. Quienes hayan seguido a Mario Conde en sus novelas anteriores, saben que para esas fechas ya hace décadas que él dejó formalmente de ser policía, pero cada tanto vuelve al ruedo, a solicitud de Manuel Palacios, ex colega de Conde que se mantiene trabajando como oficial.

En una muy bien construida estructura narrativa, la investigación de Mario Conde se va alternando con otra trama, de un siglo atrás, en la época de reafirmación de la identidad nacional cubana, luego de la última guerra de independencia, la de 1895, que finaliza con la oportunista intervención de Estados Unidos en 1898, y la ocupación de la isla por sus tropas, esa ocupación se mantuvo (con intermitencias), hasta 1909. A partir de esa fecha van retomado protagonismo los grupos políticos y dirigentes que buscan establecer la primacía de la cubanidad por sobre las interferencias extranjeras.

Dentro de esos liderazgos, surge uno muy particular, el de Alberto Yarini y Ponce de León, un controvertido personaje real de esa época, cuya historia se nos va presentando paralela a la investigación de Mario Conde. Descendiente de familias adineradas, vinculadas a las luchas independentistas, Yarini va construyendo un sólido liderazgo político dentro de su partido, a la par que crea su imperio de la prostitución en el barrio San Isidro de La Habana.

Así como el asesinato de Reynaldo Quevedo que investiga Mario Conde, se da en el contexto de una Habana convulsionada por el proceso de apertura y diálogo con las autoridades norteamericanas, la historia de Yarini (investigada por el mismo Conde un siglo después), se da en esa ciudad capital sacudida a principios del siglo XIX por los temores en torno al paso del cometa Halley y las profecías apocalípticas en torno a su llegada.

De esta manera el entorno de las dos historias es muy peculiar y funcional a la narración, con mucha cubanía, y a ratos buen humor. No obstante, en ambas ficciones prima un tono más bien melancólico, el entusiasmo de los amigos de Conde por las novedades que están viviendo no alcanza a penetrar en él, que en un momento, hablando sobre esos cambios le dice a su amigo y hermano de la vida, el flaco Carlos: “Claro que hace falta, demasiada falta. Que pasen muchas cosas…Pero no creo que vaya a pasar nada más de lo que está pasando. Y en cualquier momento se jode y viramos para atrás”. Como lamentablemente ocurrió con el gran retroceso de los años posteriores, en gran medida “gracias” a las obcecadas decisiones de Donald Trump.

En esta novela vemos a todos los personajes cercanos a Mario Conde, muchos de ellos amigos desde la época de sus estudios en el Preuniversitario (equivalente a Enseñanza Media en Chile), de La Víbora. Además del flaco Carlos, qua ya no es flaco y debe usar silla de ruedas debido a las heridas que recibió en la guerra de Angola, nos reencontramos con El Conejo, que viaja desde Estados Unidos a ver a sus amigos en La Habana, Candito el Rojo, Miki Cara de Jeva, Yoyi el Palomo, y Tamara, el amor de juventud de Conde, con quien finalmente se rencontró algunas novelas atrás, poniendo así una pausa, quizás frágil, en lo que ha sido la vida de este personaje, con poca suerte en el amor, como bien lo resume Clemens Franken en su artículo “Leonardo Padura Fuentes y su detective nostálgico” : “El éxito del Conde en la construcción y el cultivo de lazos amistosos duraderos con hombres, lamentablemente, no se da en su relación con las mujeres. Ya se ha dicho que vive solo y que anhela la cercanía de una relación afectiva más estable. En la lista de sus amores perdidos, la relación con Tamara fue la más constante…”.

La estrategia narrativa de alternar las dos historias, funciona muy bien, lo diálogos están trabajados con detalle, las ya mencionadas cuotas de humor, se entregan fundamentalmente en esas conversaciones de los personajes. La Habana es protagonista de la novela, se transmite con mucha precisión el ambiente que se vivía en Cuba en el año 2016, y hay una elaborada reconstrucción de esa ciudad en 1910. Algún crítico ha señalado que es la mejor novela de Padura. No me atrevería a hacer un ranking de las obras del gran escritor cubano, pero «Personas decentes», sin duda se anota entre las obras más destacadas del neopolicial iberoamericano.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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