En esa panorámica de recuperación y testimonio, es importante destacar la labor de la Fundación Nemesio Antúnez, a cargo de su hija Guillermina, principalmente por la conservación y difusión de un material invaluable, parte del cual se exhibe en su primera exposición “La maleta de Nemesio”, conformada por 15 litografías relacionadas con oficios, la serie Quinchamalí e imágenes que nos traen de vuelta instantes únicos vinculados al Chile de los 50’.
Abrir una maleta es siempre un misterio, pero que eso signifique a su vez abrir la casa de Melchor Concha, lugar en el cual por años funcionó el Taller 99, es todo un acontecimiento, ya que con ello la Fundación Nemesio Antúnez (FNA) inaugura su primera exposición llamada “La maleta de Nemesio”, conformada por 15 litografías relacionadas con oficios, la serie Quinchamalí e imágenes que develan parte de la historia del grabado chileno.
A esta altura hablar de metaverso, es parte del léxico que se incorpora casi por osmosis. Sin embargo, cuando nos referimos al grabado, de inmediato lo asociamos a algo lejano, que se enmarca en la tradición, y si bien la percepción no está del todo errada. Convengamos que la irrupción tecnológica no es un contrapeso para esta entrañable técnica abocada a la reproducción de originales únicos.
Aunque debo enfatizar que si bien este es un quehacer que adquirió relevancia a partir de Alberto Durero (1471-1528), el hacerse cargo de un legado donde la figura de Nemesio Antúnez y el taller 99, son un fundamentales, es de por sí un desafío, ya que es Ilustrativo el hecho que muchos artistas visuales chilenos se formaron entre piedras litografías, pañetes o cubetas con percloruro, e independientemente de en qué etapa de su proceso se encuentren, vuelven a esta casa de Melchor Concha, porque sienten su entrañable cobijo, y además porque fue el primer lugar donde, luego de Guardia Vieja y la Casa Larga, que el Taller 99, logra finalmente, tener un propio espacio.
En esa panorámica de recuperación y testimonio, es importante destacar la labor de la Fundación Nemesio Antúnez, a cargo de su hija Guillermina, principalmente por la conservación y difusión de un material invaluable, parte del cual se exhibe en su primera exposición “La maleta de Nemesio”, conformada por 15 litografías relacionadas con oficios, la serie Quinchamalí e imágenes que nos traen de vuelta instantes únicos vinculados al Chile de los 50’.
Todo gracias a un conjunto de papeles atesorados en una maleta de viaje del propio artista, que emprenden un nuevo recorrido, compuesto por dos muros expositivos con 2 temáticas asociadas al trabajo de Nemesio y el Taller 99. Todo acompañado por una serie de fotografías históricas que sugieren una profunda reflexión acerca del rol que cumplen las instrucciones.
Dar por sentado que en Chile todo lo cultural es preservado, no sólo suena sarcástico, sino que es parte de nuestro ilusionismo endémico, que sin siquiera percatarnos ha hecho de la cancelación o desaparición definitiva de sitios patrimoniales una nefasta tradición. Por lo que abrir dicha maleta, implica reabrir la historia del grabado chileno, y recuperar la Casa de Melchor Concha, significa además, completar el cuadro reviviendo a sus protagonistas, o dicho en simple, reafirmar la continuidad y el correlato entre artistas de diversas generaciones (consagrados y emergentes) con Nemesio, Roser Bru, Ricardo Irarrázaval, Eduardo Vilches y María Inés Solimano, estos dos últimos presentes en la inauguración, ya que esta casa sigue cobijando a parte importante de nuestro acervo cultural.
Volviendo a lo expuesto, la serie Quinchamalí, muestra a las alfareras de la zona sur oeste de Chillán, que desde el 2014 poseen la denominación de “Tesoros humanos vivos”, pero además porque a fines del 2022 la UNESCO, las declaró Patrimonio inmaterial de la humanidad a las artesanas de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca.
Por lo mismo, resulta llamativo que Nemesio, ya en la década del 50’ hubiese fijado su interés en este importante referente de la tradición popular y campesina. Tal cual lo evidencian el mural y mosaico realizado por Antúnez en 1958, en el acceso al ex cine Huelén del Pasaje Juan Esteban Montero, ubicado en San Antonio con el paseo Huérfanos, el que hoy es apenas un difuso recuerdo. Hecho descrito por Ramón Castillo en un artículo de 1997 – “Un claro ejemplo son las más de 100 figuras combinadas en dicha secuencia que empieza en el suelo y termina con un mural pintado al óleo sobre la boletería del cine.
La pintura reproduce una danza de chivos y mujeres-cántaro bajo una luna de piedra azul que se pierde, hasta ahora, irremediablemente entre las lámparas de la galería, los avisos de nuevos estrenos y el evidente deterioro de la pared”. Sin embargo, resaltar el simbolismo de esta expresión popular, trae aparejada la valiosa contribución que estas mujeres aún siguen haciendo. Algo que sin duda se reconoce en esta muestra donde el eje principal continúa siendo la chilenidad.
Un motivo más que revela el profundo apego que Nemesio tenía por su tierra y su gente. Principio que se reafirma en varias de las aguafuertes de esta muestra como son Carrusel, El manicero o Bicicletas, piezas también de la década del 50’, dónde la preocupación de Nemesio se centró en el individuo y su quehacer, como un fenómeno representacional e identitario que otro cultores del grabado también abordaron, como Santos Chávez, Carlos Hermosilla, Pedro Millar o José Venturelli, sólo por mencionar algunos.
Para finalmente, hacer un alto en la memoria emotiva expresada en una serie de fotografías que registran distintos momentos del taller y esta casa desde donde se desafía el paradigma, ya que la Fundación Nemesio Antúnez, al abrir esta maleta y estas puertas, evitó que, como otros tantos espacios patrimoniales, terminara demolida, deshuesada o convertida en taller mecánico, vulcanización o lugar de culto, perpetuando un eterno contrasentido.