Protagonizada por la actriz y psicóloga Antonia Giesen, se entremezcla una suerte de visita al pasado reciente de Chile con la ciencia ficción, a través de escenas casi teatrales que utilizan desde el monólogo hasta las marionetas.
“La palabra contenido me recuerda a rellenar un pavo”, asegura a EFE el director chileno Joaquín Cociña, quien firma, junto a Cristóbal León, ‘Los hiperbóreos’, un delirante viaje resistente a las clasificaciones que ha sido descrito como el “ovni” de este año en la Quincena de Cineastas de Cannes.
“Me encanta ser el ovni y me encanta que se reconozca que estamos haciendo el intento de hacer algo distinto. Como una manera refrescante de hacer cine y de ver cine”, apunta por su parte León, en una entrevista con EFE junto a su compañero este viernes en la playa de la Croisette, un día después del estreno de la película.
Fue Julien Rejl, el director artístico de la Quincena de Cineastas (una de las secciones paralelas del Festival de Cannes), quien empleó ese término potencialmente extraterrestre para describir ‘Los Hiperbóreos’, al anunciar en abril que ese filme llevaría por primera vez a Cociña y León al certamen de la Costa Azul francesa.
“Esto es enorme. Parece los viernes en la noche de Barcelona, pero todos los días. Y hay gente como disfrazada de lámpara, de dinosaurio, de arco iris… es muy fascinante”, bromea Cociña, en referencia al extravagante ambiente de Cannes, que mezcla pura cinefilia, negocios, lujo, autógrafos y fiestas.
“Es como un festival en esteroides”, completa León, comparándolo con sus experiencias previas en otros certámenes cinematográficos.
En ‘Los hiperbóreos’, protagonizada por la actriz y psicóloga Antonia Giesen, se entremezcla una suerte de visita al pasado reciente de Chile con la ciencia ficción, a través de escenas casi teatrales que utilizan desde el monólogo hasta las marionetas.
También hay elementos mitológicos, parodia del nazismo y bastante psicología.
“Vendría a ser como una especie de sueño de la historia de Chile. O una pesadilla de la historia de Chile, si se quiere”, opina León.
La premisa parte de una historia contada a Giesen por un paciente, conocido simplemente como ‘el metalero’ en la película, al que una voz en su cabeza cuenta una historia que se convierte en guion cinematográfico.
Pero esa voz es, en realidad, Miguel Serrano Fernández, un escritor, diplomático, explorador, ocultista y filósofo nazi chileno que vivió entre 1917 y 2009 y que promovió el supremacismo blanco en su país.
“Nos gustan los personajes difíciles de definir -apunta Cociña-, porque obviamente es fácil definir que un nazi es malo, pero este es un nazi chileno que fue embajador de Chile en la India, que además es un muy prolífico escritor (…) A mí personalmente me gustan esas grietas en la lógica binaria del bien y el mal, o en la lógica binaria de la izquierda y la derecha”.
Además, puntualiza León, con el actual ascenso de la extrema derecha en todo el mundo, ni siquiera es tan obvio decir “que un nazi es malo”.
“(Serrano) era un personaje muy interesante, amigo de (Carl) Jung y amigo de Hermann Hesse. Por mi parte hay un genuino interés y, por otro lado, una repulsión, porque me parece que el pensamiento que promueve es monstruoso”, agrega ese mismo realizador.
Con su delirante apuesta, Cociña y León proponen un cine que se escapa a la lógica de la era de la creación de contenidos y a su manera industrial y estandarizada de producir y consumir lo audiovisual.
A Cociña, de hecho, ‘streaming’ le parece una palabra tan “dramática” como “realista”, porque hace referencia a un torrente audiovisual sin fin, lleno de cosas parecidas.
“Todos somos víctimas y todos somos cómplices de alguna manera de eso, porque estamos educando y educándonos en una manera de ver cine y de ver audiovisual que hace que todo el gusto y todas las producciones se vuelvan muy homogéneas”, reflexiona León.
“De las pocas maneras que uno puede hacer algo que se quede por más de un día en la cabeza de las personas es hacer algo un poco extraño”, concluye, por su parte, Cociña.
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