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Patricio Manns en su cabalgadura de estrellas CULTURA|OPINIÓN

Patricio Manns en su cabalgadura de estrellas

Juan Pablo
 González
Por : Juan Pablo
 González Director del Magíster en Musicología Latinoamericana
 de la Universidad Alberto Hurtado.
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En sus textos, de alta calidad poética, Manns transforma el paisaje amable y cercano de la canción tradicional chilena en uno agreste y remoto; al sujeto arraigado en la tierra en un afuerino; y al propio afuerino en forajido, iniciando, junto a Violeta Parra, el cancionero de contenido social en Chile.


Sin duda que Patricio Manns constituye una figura fundamental de la música chilena, por haber establecido un vínculo duradero entre las corrientes masivas con aquellas emergentes y renovadoras de la canción popular. Su capacidad para captar y expresar los nuevos derroteros que recorrería nuestra música quedaron plasmados en una suerte de manifiesto publicado por Manns a comienzos de 1966 en la revista Ritmo. Allí plantea la necesidad de mejorar la calidad de las canciones que se hacían en el país, propiciando un movimiento renovador para la música nacional. Para lograr ese objetivo, Manns propone “salir de la larga lista de lugares comunes y de la ingenuidad y el mal gusto reflejado por los autores nacionales en el tratamiento de los textos”. El cantautor, periodista y escritor enfatiza la necesidad de darle mayor profundidad y significado a las canciones, sin arriesgar la pérdida de los lugares de privilegio alcanzados por el éxito de ventas del Neofolklore a mediados de los sesenta.

[cita tipo=»destaque»]La universalidad de Patricio Manns en la canción de autor surge de su extraordinaria capacidad creadora, con una producción que recoge de manera muy personal las tendencias de su época y que se adelanta a ella, abriendo nuevos caminos autorales para la canción popular.[/cita]

“Es indispensable tornar los ojos a los temas que nos ofrece la vida que circula alrededor nuestro -señala Manns-. Contar y cantar las cosas de Chile, definiendo poco a poco las raíces de nuestra nacionalidad. Para ello, es necesario leer, hurgar, investigar, recrear, pues la poesía no se improvisa. Es hora de despertar en conjunto -continúa-, que no haya más voces aisladas, que seamos unidad a sangre y fuego, que nos vinculemos a la vida, al trabajo, a la realidad. Esta es una etapa verdaderamente importante -finaliza Manns- como para no luchar por que nuestras manos tengan en ella su lugar de batalla”.

Desde sus primeras composiciones, como “Arriba en la cordillera” y “Bandido”, nos encontramos efectivamente con canciones de mayor profundidad y significado. En sus textos, de alta calidad poética, Manns transforma el paisaje amable y cercano de la canción tradicional chilena en uno agreste y remoto; al sujeto arraigado en la tierra en un afuerino; y al propio afuerino en forajido, iniciando, junto a Violeta Parra, el cancionero de contenido social en Chile. Su vena literaria y su oficio de periodista, lo llevó a buscar paisajes, personajes y situaciones de mayor interés dramático, aumentando el atractivo de sus canciones.

En lo musical, Manns se distingue por un uso inteligente y mesurado tanto de las convenciones como de las innovaciones de la canción popular. Sus padres músicos seguramente fueron una influencia importante en su niñez, de modo que estaba mejor preparado para enfrentar una carrera como cantautor en una época en que los músicos populares eran fundamentalmente autodidactas. Manns utiliza los recursos armónicos de la canción popular de su tiempo, pero los combina de modo diferente, estableciendo además marcas de identidad autoral en los acordes utilizados. Así mismo, demuestra una notable capacidad para escribir melodías que se desenvuelven en estrecha relación con el sentido dramático del texto, en un equilibrio perfecto de simetrías y asimetrías, de consonancias y disonancias, logrando canciones épicas y conmovedoras, como “América novia mía” de 1967.

En sus 17 años de exilio, Patricio Manns estableció junto a Horacio Salinas una de las duplas creadoras más fructíferas de la música chilena, con canciones como “El equipaje del destierro”, “Palimpsesto” y “Cantiga de la memoria rota”. Así mismo, desarrolló una línea independiente como creador de un repertorio que transita las más altas cumbres del cancionero latinoamericano de fines del siglo XX, con “Llegó volando”, “Ya no canto tu nombre” y “Concierto de Trez – Vella”, donde Manns emprende un largo recorrido musical y literario de trece minutos de duración. A estas composiciones se suman dos canciones que desde lo local construyen lo universal: “Valdivia en la niebla”, una de las canciones chilenas más tristes y “Balada de los amantes del camino de Tavernay”, una canción acumulativa de inesperada resolución poético-musical.

La universalidad de Patricio Manns en la canción de autor surge de su extraordinaria capacidad creadora, con una producción que recoge de manera muy personal las tendencias de su época y que se adelanta a ella, abriendo nuevos caminos autorales para la canción popular. Se trata de un auténtico trovador del siglo XX, que en su cabalgadura de estrellas nos baña de su filosófica melancolía del Sur.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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