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“A la caza de Heredia” de Joaquín Escobar: el fantasma que camina en una ciudad de muertos CULTURA|OPINIÓN

“A la caza de Heredia” de Joaquín Escobar: el fantasma que camina en una ciudad de muertos

El libro propone un análisis crítico de cuatro novelas de Díaz Eterovic, todas ellas representativas de la historia reciente de Chile (dictadura, transición, comienzos del siglo XXI y actualidad). El ensayo se sostiene en seis perspectivas distintas, imbricando literatura y sociología. Desde la influencia del flâneur, la cultura, la violencia y la noción de apocalipsis, su cruce con la poética de Jorge Teillier, hasta la impostura de Heredia en tanto discurso contrahegemónico.


“El discurso de Heredia está regulado por las reglas de la posmodernidad, aunque reniegue de ella. Un pasado político idealizado lo enceguece ante las culpas de sus compañeros de ideología y se contradice con respecto a la construcción de su biografía en tanto memoria”.

Fragmento del libro.

Si hay un personaje paradigmático de la novela policía en nuestro país, ese es el detective Heredia de Ramón Díaz Eterovic. En torno a él se desarrolla el nuevo libro de Joaquín Escobar, quien ya nos tiene habituados tanto a sus críticas culturales en La Estrella de Valparaíso, como a sus libros que combinan literatura, fútbol y posmodernidad.

“A la caza de Heredia. Aproximaciones a la mente de un detective posmoderno” (Narrativa Punto Aparte, 2023) nos propone un análisis crítico de cuatro novelas de Díaz Eterovic, todas ellas representativas de la historia reciente de Chile (dictadura, transición, comienzos del siglo XXI y actualidad). El ensayo se sostiene en seis perspectivas distintas, imbricando literatura y sociología. Desde la influencia del flâneur, la cultura, la violencia y la noción de apocalipsis, su cruce con la poética de Jorge Teillier, hasta la impostura de Heredia en tanto discurso contrahegemónico.

Porque la propuesta de Escobar es clara: “Heredia es un personaje absolutamente político”, que se desenvuelve en un tiempo y en un espacio. Por un lado, es hijo de aquel Estado, protector e industrial, que encarnó las aspiraciones mesocráticas, cuyo clímax fue el gobierno de Salvador Allende, y que devino en ruina, burocracia y desregulación, desde la dictadura. Por otro lado, es un personaje eminentemente citadino. Santiago, en este sentido, es el lugar preferente de enunciación donde se narran las batallas y no pocas derrotas. Una ciudad laberinto, atravesada por la modernidad, la destrucción y la violencia. Como el resto de las ciudades. Como todas las ciudades.

“[Heredia] observa directamente las mutaciones desde el gobierno de Allende a la dictadura militar, la privatización de empresas estatales y la transformación de una sociedad con utopías a una individualista y consumista” (pág. 31).

“Podemos concluir que la ciudad de Santiago es un personaje cargado de procesos históricos que dialoga con el detective dejando en él tristeza y melancolía; ve en la arquitectura de la metrópolis la destrucción propiciada por el capitalismo tardío” (pág. 89).

Las referencias son múltiples y variadas. Algo que nos tiene acostumbrado Escobar. Juan Carlos Onetti, Daniel Belmar, Enrique Lihn, Raymond Chandler, Osvaldo Soriano, Carlos Gardel o Gustav Mahler, por nombrar algunos, caracterizan el gusto letrado y musical del detective. “Es un lector en constante movimiento”, dirá Escobar, pero que se circunscribe a lo socialmente aprobado, al que “nunca se le ha visto leyendo un best seller ni a un joven escritor chileno que publique en editoriales independientes”. Como tampoco “escucharía tango electrónico porque busca el pasado sin mutaciones”.

Joaquín Escobar no es condescendiente con Heredia. Somete al personaje a reflexiones ásperas y urgentes. No por nada asegura que el sabueso de la calle Aillavillú es “parte del modo de producción capitalista”, secundando por una expresión taxativa y ominosa: “No está afuera, porque nadie lo está ni puede estarlo”. Al respecto, “es la propia posmodernidad la que construye las herramientas para la existencia del detective (su rebeldía, su anacronismo, su gusto por lo retro, etcétera) y su discurso contrahegemónico dista enormemente de lo que observamos en la realidad”.

Habría que asumir entonces, con plena conciencia, que esa posmodernidad, ese realismo capitalista, parafraseando a Mark Fisher, también es nuestro y ese es el sino insoslayable de nuestra época.

¿Acaso la queja contra el presente no es más que (otra) ilusión posmoderna, al igual que la supuesta recuperación de un pasado perdido, hoy transformado en pastiche?

Quizás tan solo de eso se trata la literatura. Más de sombras que de luces. O bien la constatación de un imposible. El derrotero de un imposible. ¿Y qué nos queda a los lectores? No podríamos dejar el libro a medio terminar. Ni tomar simplemente palco. Viene con nosotros cuando abundan las incomodidades y afloran las contradicciones.

Ficha técnica:

Joaquín Escobar. “A la caza de Heredia. Aproximaciones a la mente de un detective posmoderno”. Editorial Narrativa Punto Aparte, 2023. 100 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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