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Sebastián Piñera, hijos y compañía limitada EDITORIAL

Sebastián Piñera, hijos y compañía limitada

El Presidente, en una confusión cívica notoria, mezcla legalidad y legitimidad en el uso del poder, abusando de la interpretación limitada de la Contraloría. Habla de hijos y familia y no de lo que efectivamente son ellos, sus socios comerciales, en sus principales compañías. Así, en estricto rigor, en las mesas de negociaciones y conversaciones de la gira, Sebastián Piñera estuvo sentado simultáneamente dos veces, una como Presidente y otra como empresario, representado en este último y ubicuo rol por sus socios, los hermanos Piñera Morel. Nada de lo que beneficie directamente a estos en materia de reputación y comercio, además de lo tangible y material, es ajeno al Mandatario, sino parte sustantiva de su haber empresarial.


El abuso comunicacional del Presidente Sebastián Piñera y su entorno gubernamental ante el discreto dictamen de la Contraloría General de la República sobre la probidad del viaje de sus hijos a China, integrando la comitiva oficial, se sale de todas las normas de la convivencia cívica transparente y pacífica de la sociedad chilena.

El Primer Mandatario ha usado esta incompleta opinión del contralor –funcionario con poco margen, dados los muchos ataques recibidos especialmente desde la derecha– para un barrido y un fregado, con el apoyo entusiasta de la prensa oficialista y de varios de sus ministros, encabezados por Andrés Chadwick.

Pero todo indica que Sebastián Piñera no integró, propiamente tal, a sus hijos Sebastián y Cristóbal a su comitiva a China. Lo que realmente hizo fue sumar a la gira a sus socios comerciales Sebastián y Cristóbal Piñera Morel –que además son sus hijos–, con los cuales maneja el entramado de sus negocios en sociedades cerradas, sean o no de su fideicomiso, lo que constituye una abierta transgresión, incluso legal, en el uso de su posición gubernamental.

Porque es menester recordar que Sebastián Piñera Echenique es socio con sus hijos en sus principales sociedades, las que son cabeza de todo su entramado societario en Chile y el extranjero, incluido el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes Británicas. A modo de ejemplo, son socios en la sociedad La Odisea, continuadora legal de Piñera Asociados (sociedad colectiva), que controla Bancorp, y el fondo de inversión Mediterráneo.

Estamos hablando de muchos cientos de millones de dólares invertidos en distintos negocios y actividades, la mayoría –hasta ahora– desconocidos. Fundamental sería despejar si tienen intereses, posiciones en China o en inversiones desde dicha nación en Chile u otros países, especialmente los que limitan con el nuestro.

[cita tipo=»destaque»]En una República en forma y decente, con una sociedad institucionalmente sana, el Estado es también una persona moral, además de jurídica y legal, y tiene una reputación a base de una correcta administración de sus bienes intangibles y culturales, entre ellos, la transparencia en el uso del poder y la igualdad ante la ley. Siendo finos en la apreciación de los hechos del viaje, la ausencia de Codelco en la gira, la principal empresa del Estado de Chile y principal contraparte comercial con China, pero sí la presencia de la cabeza del principal grupo económico privado chileno del rubro, Andrónico Luksic, permite pensar en un mensaje implícito de Sebastián Piñera a los empresarios e inversionistas chinos: Codelco soy yo y Luksic es el mercado; y esta es una mesa a tres patas: China, Chile y nosotros.[/cita]

En una sociedad moderna, los bienes intangibles que hacen la riqueza de las empresas son tanto o más importantes que los bienes materiales. Y el Estado puede distribuir a los particulares oportunidades de negocio, los símbolos de vínculo y pertenencia al poder para concretarlos, la oportunidad de hacer nuevos socios y de ampliar sus redes. Algo difícil de cuantificar, pero es exactamente lo que Piñera dijo que había significado el viaje a China, en el cual participaron sus hijos/socios.

El Presidente, en una confusión cívica notoria, mezcla legalidad y legitimidad en el uso del poder, usando y abusando de la mencionada interpretación limitada de la Contraloría. Habla de hijos y familia y no de lo que efectivamente son ellos para efectos del funcionamiento sano de la República: sus socios comerciales.

Así, en estricto rigor, en las mesas de negociaciones y conversaciones de la gira, Sebastián Piñera estuvo sentado simultáneamente dos veces, una como Presidente y otra como empresario, representado en este último y ubicuo rol por sus socios, los hermanos Piñera Morel. Nada de lo que beneficie directamente a estos en materia de reputación y comercio, además de lo tangible y material, es ajeno al Mandatario, sino parte sustantiva de su haber empresarial.

En una República en forma y decente, con una sociedad institucionalmente sana, el Estado es también una persona moral, además de jurídica y legal, y tiene una reputación a base de una correcta administración de sus bienes intangibles y culturales, entre ellos, la transparencia en el uso del poder y la igualdad ante la ley.

Siendo finos en la apreciación de los hechos del viaje, la ausencia de Codelco en la gira, la principal empresa del Estado de Chile y principal contraparte comercial con China, pero sí la presencia de la cabeza del principal grupo económico privado chileno del rubro, Andrónico Luksic, permite pensar en un mensaje implícito de Sebastián Piñera a los empresarios e inversionistas chinos: Codelco soy yo y Luksic es el mercado; y esta es una mesa a tres patas: China, Chile y nosotros.

No es un asunto de dinero, sino un ajedrez de posiciones y de intangibles de poder. De ahí que al Presidente no le resulte difícil mezclar legalidad y legitimidad, como condimentos de un mismo plato. Como empresario financiero especulativo acostumbrado a moverse aceptando riesgos en el límite difuso entre lo que la ley obliga o permite, usa la legalidad como método de interpretación objetiva en su piso extremo y desoye la legitimidad democrática, que exige reglas de austeridad y templanza en el ejercicio del poder. Entre ellas, mantener alejados de su ejercicio a sus hijos y, con mayor razón, a sus socios comerciales.

Porque aun si de pura familia se tratara –y no ya de socios en empresas financieras cerradas donde se ventilan negocios e inversiones futuras–, “niños” llenos de anécdotas de viaje al desayuno, igual no correspondía subirlos al avión presidencial e integrarlos a reuniones con los principales empresarios e inversionistas chinos, poniéndolos en una clara posición de privilegio. Es demasiado obvio que el problema va mucho más allá de quién financió el viaje y de si podían o no, por tradición, subirse al avión FACH.

Queda la impresión de que el Jefe de Estado no capta, o no quiere hacerlo, el significado moral de lo que hace. Hoy solo las “reyecías” menores del África subsahariana y algunos jeques árabes, viajan con sus hijos o nietos en giras oficiales al extranjero en medios de transporte que pagan los impuestos de todos los ciudadanos. No parece necesario informarle al Mandatario que el avión usado para ir a China es de la FACH –pilotos incluidos– y se paga con dineros públicos.

Eso se llama gasto refrendado, por lo que se ve mal que embarque en una gira oficial a sus “niños” para que puedan “compartir con sus padres” al momento de entregar las cuentas. Cosas de la legitimidad en una democracia en forma, señor Presidente.

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