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Federer por siempre Opinión

Federer por siempre

Pablo Flamm
Por : Pablo Flamm Periodista deportivo
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A este minuto, el suizo tiene 1222 triunfos y seguro querrá superar las 1274 que sustenta el superclase de Jimmy Connors. Otro récord que tratará de igualar o superar es la cantidad de títulos. Está a siete de imitar la marca de Connors. ¿Podrá? Mi corazón espera que sí y la realidad indica algo aún prometedor…Con 37 años jugó 5 horas 53 minutos…Algo realmente impensado y fuera de todo cálculo. Este 8 de agosto, la máquina suiza iba a celebrar los 38 años en el cemento de Montreal, pero decidió darse un descanso físico y mental para recuperarse de la batalla de Londres y las heridas anímicas que le dejó la derrota.


Escribo esta columna aún dolido y amargado por la caída de Roger Federer en Wimbledon. El partido, por momentos, lo comentaba con mis hijas, Martina y Josefa. La mayor sabe de mi admiración e idolatría por el suizo, único deportista que de verdad puedo decir con todas sus letras que admiro). La menor, en tanto, se burlaba y me decía que ganara Djokovic. Eso es parte de un juego nada más, por que ambas han crecido sabiendo que su padre disfruta y sufre con cada partido de Federer. Y esta súper final del pasto inglés no fue la excepción.

Quería que ganara el suizo en la catedral del tenis, por que próximo a sus 38 años ésta era tal vez la última oportunidad de verlo completo de blanco levantando el afamado trofeo de Wimbledon. Iba por su novena copa, pero al frente tenía al mejor del mundo, un competidor nato como es el serbio Djokovic.

Ya cuando derrotó a Nadal en semifinales, creo que a todos quienes nos gusta ver a Federer jugar, se nos prendió una llama de ilusión de poder creer que estaba la opción concreta de obtener Wimbledon y seguir acrecentando la leyenda viva que es el tenista nacido en Basilea. Y la tuvo. Como nunca, en ese inolvidable quinto set, teniendo dos puntos de partido, algo pasó en el pasto.

[cita tipo=»destaque»]La famosa resiliencia que se aplica muchas veces en la vida, seguramente él la tiene internalizada hace mucho tiempo, como cuando el 2016 y tras perder con Djokovic en semifinales de Australia, debió operarse de una rodilla y estar cerca de dos meses fuera de competencia. Muchos sentenciaron que a los 34 años el suizo jamás volvería a ser competitivo ni estar entre los mejores del orbe. Pero en Australia 2017 lo ganó y en 5 sets a Nadal y de ahí en adelante ha seguido luchando por más títulos y triunfos. Prueba de ello es que este año en Doha logra su título 100 en su carrera y en la arcilla de Roland Garros -de la cual estuvo ausente cuatro años- ante Gael Monfils, sumó su victoria 1200 en el circuito.[/cita]

A pesar de mi fanatismo por Federer, no se me ocurre restarle méritos al talento y capacidad de Novak Djokovic, pero algo pasó por la cabeza de Federer que no le permitió gritar campeón.¿Ansiedad? ¿angustia? ¿nervios? No me atrevo a juzgarlo, menos a calificar la escena. Solo sé, desde el gusto por el juego que despliega el ganador de 20 Grand Slam, que la gloria estaba ahí al alcance de su raqueta y esa esperanza se esfumó.

El mismo Federer, tras caer, señaló que hubiese preferido perder de otra manera, pero el destino tenía preparado un libreto dramático, apasionante y majestuoso. La final más larga de la historia, tenía un lugar para estos dos atletas y nadie, absolutamente nadie, deseaba que esos intercambios de golpes y maniobras en el césped del All England Tennis terminaran.

Definitivamente fue un regalo. Seguramente los almuerzos a esa hora en Chile debieron ser recalentados o muchos no lograban sentarse a la mesa, por que era un punto magnífico tras otro. Era un as contra otro as. No se daban respiro y no permitían la pausa a nadie. Estaban como poseídos en búsqueda del lado débil de su oponente, trataban de armar estrategias de cómo derribar al otro o cómo sobrevivir ante los impactos que venían del otro lado de la red.

La parte técnica se la dejo a los especialistas. Yo hablo -y con permiso de todos- desde las emociones que me genera ver jugar a Roger Federer y a sus 37 años, seguir luchando por la gloria deportiva. La famosa resiliencia que se aplica muchas veces en la vida, seguramente él la tiene internalizada hace mucho tiempo, como cuando el 2016 y tras perder con Djokovic en semifinales de Australia, debió operarse de una rodilla y estar cerca de dos meses fuera de competencia. Muchos sentenciaron que a los 34 años el suizo jamás volvería a ser competitivo ni estar entre los mejores del orbe. Pero en Australia 2017 lo ganó y en 5 sets a Nadal y de ahí en adelante ha seguido luchando por más títulos y triunfos. Prueba de ello es que este año en Doha logra su título 100 en su carrera y en la arcilla de Roland Garros -de la cual estuvo ausente cuatro años- ante Gael Monfils, sumó su victoria 1200 en el circuito.

A este minuto, Federer tiene 1222 triunfos y seguro querrá superar las 1274 que sustenta el superclase de Jimmy Connors. Otro récord que tratará de igualar o superar es la cantidad de títulos. Está a siete de imitar la marca de Connors. ¿Podrá? Mi corazón espera que sí y la realidad indica algo aún prometedor…Con 37 años jugó 5 horas 53 minutos…Algo realmente impensado y fuera de todo cálculo. Este 8 de agosto, la máquina suiza iba a celebrar los 38 años en el cemento de Montreal, pero decidió darse un descanso físico y mental para recuperarse de la batalla de Londres y las heridas anímicas que le dejó la derrota.

Aún me cuesta ver esos últimos juegos donde Federer pudo alcanzar la gloria, estuvo tan cerca, como si fuera la última chance de verlo majestuoso. Yo lo quiero ver aún así y espero que siga con esas ganas que demostró. “Espero que sea últil para creer que a los 37 años todavía se puede. Ojalá sirva como una inspiración, a los 37 aún no he terminado”, dijo el suizo tras caer en Wimbledon.

Después de eso solo queda pararse, aplaudir a rabiar y darle las gracias por todo. Por lo ganado, mostrado y lo que todavía está por venir. Federer por siempre.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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