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Disrupciones tecnológicas que nos asisten ante la pandemia y la crisis climática Opinión

Disrupciones tecnológicas que nos asisten ante la pandemia y la crisis climática

Jaime Hurtubia
Por : Jaime Hurtubia Ex Asesor Principal Política Ambiental, Comisión Desarrollo Sostenible, ONU, Nueva York y Director División de Ecosistemas y Biodiversidad, United Nations Environment Programme (UNEP), Nairobi, Kenia. Email: jaihur7@gmail.com
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Estamos viviendo momentos en que se destacan aquellas disrupciones tecnológicas que nos ayudan a conseguir que seamos más resilientes frente a los cambios provocados por las pandemias y la crisis climática. Ellas desempeñan un papel crucial para mantenernos funcionando en tiempos de bloqueos y cuarentenas. En nuestro país aún queda mucho por hacer para lograr su plena aplicación. En Chile, ojalá los obtengamos con nuevos políticos, nueva Constitución y una economía más verde. Las nuevas tecnologías tendrán efectos directos en nuestro diario vivir, cambiando nuestro estilo de vida, de consumo, despilfarro y desigualdades. Hemos malgastado mucho esfuerzo gestionando una mala economía, especulando sobre crecimiento y desarrollo sostenible, siempre mirando por el espejo retrovisor.


¿Qué es una disrupción tecnológica? Es un proceso que resulta de combinar curvas de costos de tecnologías con innovaciones de modelos de negocios. En la actualidad ayudan a anticipar cuándo un conjunto dado de tecnologías convergerá y creará oportunidades para que los empresarios creen productos y servicios disruptivos.

La nueva “economía verde” y la “economía circular”, por ejemplo, aunque son términos que venían utilizándose  en otros contextos desde hace años, hoy gracias a las nuevas disrupciones tecnológicas han sido redefinidos como los pilares que sustentan el “Pacto Verde Europeo”, aprobado en diciembre de 2019. Este Pacto fue adoptado por los 27 países miembros de la Unión Europea, con objeto de conseguir la neutralidad del carbono en el 2050. Comenzó a ejecutarse este año con un presupuesto aprobado superior a 600 mil millones de euros hasta 2026.

La disrupción en energía y transporte comenzó hace pocos años, lentamente, gatillada por la creación de baterías de recarga con mayor duración, motores eléctricos, conducción automática, paneles solares y nuevos modelos de negocios. En materia de salud, gatillada por la pandemia del COVID-19, también se están fortaleciendo rápidamente las tendencias tecnológicas con sus convergencias que controlarán la propagación del coronavirus y permitirán a las empresas seguir operando.

Estamos viviendo momentos en que se destacan aquellas disrupciones tecnológicas que nos ayudan a conseguir que seamos más resilientes frente a los cambios provocados por las pandemias y la crisis climática. Ellas desempeñan un papel crucial para mantenernos funcionando en tiempos de bloqueos y cuarentenas. En nuestro país aún queda mucho por hacer para lograr su plena aplicación. Aun así, vaticinamos que todas ellas tendrán un impacto duradero en nuestro planeta que irá más allá del COVID-19, en particular, asistiendo indirectamente la acción climática.

Se acelera la disrupción tecnológica en energía y transporte

Una disrupción ocurre cuando diversas tecnologías convergen y hacen posible desarrollar nuevos productos o servicios. Por ejemplo, Apple y Google lanzaron el iPhone y los Androids con apenas meses de diferencia en 2007. ¿A qué se debió esta disrupción? A la “convergencia” con la banda ancha, imagen digital, pantalla táctil, computación, almacenamiento de datos, la nube, litio, baterías de iones y sensores. Todo confluyó en un corto tiempo.

La energía y el transporte están a un paso de la más rápida, profunda e impactante disrupción. Las grandes compañías de los combustibles fósiles están en crisis terminal. Consumo mínimo de combustibles por el COVID-19. El transporte aéreo y el turismo internacional están al borde del colapso. Por otra parte, la tendencia es que los vehículos con motor de combustión desaparezcan antes de 2030, sustituidos por eléctricos, debido a la rápida evolución de baterías, la infraestructura de recarga y, sobre todo, el precio y créditos especiales.

En Europa ya comenzaron a adoptar de forma masiva el motor eléctrico, con cero emisiones y mínima mantención. Nosotros también hemos dado nuestros primeros pasos con los buses de transporte público. Más aún, debido al confinamiento del COVID-19 y por la alta demanda por bicicletas, los municipios están transformando las vías urbanas con más ciclovías, una ganancia total para nuestra salud y la calidad del aire.

Varias ciudades en Europa y China funcionarán en la próxima década solo con energías renovables. En Noruega no se podrá comprar un coche de gasolina o diésel en cuatro años más; China también se prepara para vetar este tipo de motores. La última central de carbón en Reino Unido cerrará el 2025. Pero no nos engañemos, estamos solo al principio. Tampoco debemos hacernos ilusiones que el frenazo por el COVID-19 haya disminuido el nivel promedio de la concentración de CO2 en la atmósfera. Verifiqué la curva de Keeling el pasado 7 de junio y marcó 416,76 ppm, es decir, prácticamente sin variaciones en su ascenso. A nivel local en las grandes ciudades se notó una mejora, pero a nivel global, por la inercia, la concentración de CO2 siguió igual o aumentando.

Se necesitarán décadas, porque a nivel mundial nunca habíamos emitido tantos gases de efecto invernadero como hasta enero de 2020. Y las energías renovables apenas representan menos del 20% de toda la energía consumida. Sin embargo, muchos estudios plantean un horizonte 100% renovable hacia el 2050.

Con seguridad, la transición energética va a encontrar mucha oposición, ya que el cese de las energías fósiles cesará a grandes empresas. Lo que resulte dependerá de las negociaciones sobre la “transición justa” para los trabajadores que por la “descarbonización” se quedarán sin empleo. Es una lástima que ahora estas negociaciones estén suspendidas por la postergación de la COP26 en Glasgow hasta noviembre de 2021. Un año perdido, justo ahora cuando se requiere acción urgente.

Sin embargo, los expertos subrayan que, por cada empleo perdido, se crearán decenas derivados de la aplicación de la energía solar y otras energías limpias. Una transición justa, que por su envergadura no tiene precedentes en nuestra civilización. Por supuesto, las oportunidades para nuestro país son inmensas. ¿Quién hubiera pensado que nuestro Desierto Grande sería un factor determinante para dotarnos de abundante energía para limpiar nuestro aire? ¿Para eliminar la contaminación en todas las zonas de sacrificio y nunca más depender de aquellas sucias empresas que nos han contaminado por más de 70 años? La energía solar será nuestra principal aliada para enfrentar la crisis climática.

Algunas tendencias tecnológicas que alivian la pandemia

Como en el caso de la energía y el transporte, tenemos la oportunidad de embarcarnos en el mundo digital y facilitar que el “reseteo” de nuestro sistema económico, después de la pandemia, sea duradero y favorezca los elementos de la economía verde y la economía circular. Entre las principales tendencias destacamos las siguientes:

Compras en línea y robotización de entregas. El COVID-19 ha masificado las compras en línea, transformándolas en un servicio imprescindible en todo el mundo. Hoy las compras en línea están respaldadas por un sólido sistema logístico. Dado que las entregas en persona no son a prueba de virus, muchas empresas están lanzando servicios de “entrega-sin-contacto”, donde los productos se recogen y se dejan en un lugar designado en lugar de entregarlo en mano. Las grandes empresas del comercio electrónico en China están aumentando su desarrollo de entregas y recuperación de desechos por robots.

Pagos digitales y sin contacto. El efectivo puede portar el virus, por lo que los bancos centrales de China, Estados Unidos y Corea del Sur han ejecutado varias medidas para garantizar que los billetes estén limpios antes de circular. Los pagos digitales, ya sea en forma de tarjetas o billeteras electrónicas, son el método recomendado para evitar la propagación de COVID-19. Permiten realizar compras en línea y pagos de bienes, servicios e incluso pagos de servicios públicos, así como recibir fondos estatales de estímulo más rápido. Sin embargo, según el Banco Mundial, hay más de 1.700 millones de personas no bancarizadas, que no tienen acceso a estas herramientas, ya que depende de la disponibilidad de Internet, dispositivos y una red para convertir efectivo en un formato digitalizado. ¿Qué estamos haciendo en Chile para apoyar al adulto mayor sin preparación digital, sin wifi, sin cuenta RUT, que no sabe hacer transferencias, que no puede comprar en línea, que no puede cobrar sus pensiones, que no puede pagar sus deudas? ¿Qué plataforma hemos instalado para ayudarlos masivamente? Un descuido inadmisible y una tarea urgente en Chile.

Trabajo remoto. El trabajo remoto está habilitado por tecnologías convergentes que incluyen redes privadas virtuales (VPN), protocolos de voz sobre Internet (VoIP), reuniones virtuales, tecnología en la nube, herramientas de colaboración laboral e incluso tecnologías de reconocimiento facial. Además de prevenir la propagación de virus, ahorra tiempo de viaje, costos de desplazamientos, ahorro de combustibles y brinda más flexibilidad. Es muy posible que se expanda masivamente después del COVID-19. Las regulaciones laborales deberán actualizarse aunque no todos los trabajos se puedan realizar desde casa, lo que crea disparidad. Los trabajadores con educación universitaria tienen más probabilidades.

Aprendizaje a distancia. A mediados de abril de 2020, 191 países anunciaron o implementaron cierres de escuelas o universidades, impactando a 1,57 mil millones de estudiantes. Muchas instituciones educativas comenzaron a ofrecer cursos en línea por las cuarentenas. Las tecnologías que convergen en el aprendizaje a distancia son similares a las del trabajo remoto y también incluyen la realidad virtual, la impresión 3D y los robots como maestros con inteligencia artificial. Una preocupación importante incluye la posibilidad de que las tecnologías puedan aumentar la desigualdad en términos de preparación digital y nivel de ingresos. También podría generar presión psicológica sobre las madres, que necesitan quedarse en casa para cuidar a sus hijos y pueden enfrentar una disminución de la productividad en el trabajo.

Telemedicina. Ha sido una forma efectiva de contener la propagación de COVID-19 y, al mismo tiempo, proporcionar atención primaria. En esta materia la convergencia está dando frutos rápidamente. Los dispositivos personales de IoT (Internet de las Cosas) portátiles pueden rastrear signos vitales. Son el software que conecta los dispositivos, las redes de datos y las aplicaciones. Son fundamentales para la comunicación, ya que almacenan y envían datos de cada historial. Los “chatbots” pueden hacer diagnósticos iniciales en función de los síntomas identificados por los pacientes. El uso de la telemedicina a nivel global superó los 1,5 millones de minutos diarios en medio de la pandemia de COVID-19. Más de 100 mil médicos están ofreciendo sus servicios. Una “app Healow Telehealth”, ha experimentado un aumento sin precedentes. El acceso a la atención es uno de los mayores desafíos en la pandemia. Por otra parte, hay que posibilitar que los pacientes tengan cierta preparación digital para funcionar y una buena conexión a Internet. Son factores a tener en cuenta cuando se redacten las normas para la telemedicina. Nadie imaginó que sería imprescindible y que estuviera disponible tan pronto.

Cadenas de suministro 4.0. La pandemia de COVID-19 provocó interrupciones en la cadenas de suministro locales, nacionales y globales. Con órdenes de distanciamiento y cuarentena, algunas fábricas cerraron. Si bien la demanda de alimentos y equipos de protección personal se disparó, algunos países implementaron diferentes niveles de prohibiciones a la exportación. La gran dependencia de registros en papel, falta de visibilidad de datos y falta de flexibilidad, hicieron que el sistema de cadena de suministro colapsara ante la pandemia. Las tecnologías centrales de la “4.0 o de Cuarta Revolución Industrial”, como big data, computación en la nube, Internet de las cosas (IoT) y Blockchain hoy están convergiendo para crear un mejor sistema de gestión en la cadena de suministro.

Robótica y drones. El COVID-19 ha servido para que el mundo se dé cuenta de cuánto dependemos de la cooperación y las interacciones humanas para que las cosas funcionen. Las empresas que requieren mucha mano de obra, como el comercio minorista, la alimentación, la fabricación y la logística son las más afectadas. Por estas razones el COVID-19 ha dado un fuerte impulso a la convergencia de las tecnologías que hacen posible el uso de robots y a investigar sobre robótica. En las últimas semanas, se han utilizado robots para recoger desechos hospitalarios, desinfectar áreas y entregar alimentos a las personas en cuarentena. Drones han entregado artículos. Si bien hay informes que predicen que muchos trabajos de fabricación serán reemplazados por robots, al mismo tiempo, se crearán nuevos trabajos en el proceso.

5G y Tecnología de la Información y las Comunicaciones (TIC). Todas las tendencias tecnológicas mencionadas se basan en un Internet estable, de alta velocidad y asequible. Si bien 5G ha demostrado su importancia en el monitoreo remoto y la telemedicina, el lanzamiento de 5G, por la tozudez de Trump, se retrasa en algunos países en el momento en que ella es más necesaria. Aunque la adopción de 5G aumente el costo de los dispositivos compatibles y de los planes de datos, será la mejor garantía de servicio para un acceso inclusivo a Internet a medida que se expanda a nivel mundial.

Todo lo aquí expuesto en materia de disrupciones, tendencias y convergencias tecnológicas, nos muestra la importancia de contar con una buena “preparación digital”. En estos tiempos de crisis, es fundamental para superar las pandemias y la crisis climática. Construir la infraestructura nacional para dar soporte a un mundo digitalizado y mantenerse al día con la última tecnología será esencial para que cualquier persona, empresa o país permanezca competitivo en un “mundo más verde” posterior a COVID-19. Más aún, para adoptar un enfoque inclusivo centrado en el ser humano para la gobernanza tecnológica.

Otros asuntos clave

Se estima que a nivel mundial 200 millones de personas perderán sus empleos debido al COVID-19. Seguramente, la carga financiera recaerá en los más vulnerables de la sociedad. La digitalización y las pandemias han acelerado los cambios en los trabajos disponibles para los humanos. ¿Cómo mitigar el impacto en la fuerza laboral más vulnerable? Este es un asunto que deben afrentar todas las empresas, industrias y gobiernos, cuanto antes. Un problema que merece no solo atención, sino también una solución urgente, oportuna y centrada en el ser humano. En nuestro país crece la desesperación, ya no se trata de contagios y fallecimientos, ahora se trata de miseria y hambre. Es nuestro problema más serio, con una economía en el suelo, peligro de rebote de la pandemia y un desempleo que ya entró al campo de los dos dígitos.

La preparación digital de la población chilena y el principio de la prevención hoy son fundamentales. Las tendencias tecnológicas presentadas parecen de ciencia ficción, pero no olvidemos que en el siglo XXI la ciencia ficción de ayer es la ciencia de hoy. La mayoría de ellas aún no llegan a nuestro país, pero lo harán en el corto plazo. Prepararnos con tiempo y seriedad será la mejor garantía de que estaríamos pisando suelo firme para fortalecer nuestra lucha contra futuras pandemias y la crisis climática..

El futuro será en un mundo diferente, pero tenemos que entrar a él todos los chilenos, sin excepciones. Las tendencias tecnológicas analizadas nos han alertado de los cambios que en pocos años remecerán nuestra economía, estilos de vida y consumo. China y Europa nos llevan ventaja, han tomado al pie de la letra las virtudes de subirse al carro de las innovaciones. Otros, por la tozudez de sus líderes y su adherencia a las energías fósiles, están quedando rezagados. La historia nos muestra que los países con buenos sistemas de salud pública, educación, preparación digital, que dominan la energía y transporte, son los que construyen las economías más fuertes.

Seamos optimistas. Tengamos esperanzas. Para ustedes podría resultar como algo inalcanzable en el corto plazo y es entendible que estén escépticos ante tanta maravilla que se despliega por las disrupciones tecnológicas. Es comprensible, ya que estos vaticinios son atrevidos. Pero no hay razón para el escepticismo. La realidad es que estas tendencias tendrán pronto su realización. En Chile, ojalá los obtengamos con nuevos políticos, nueva Constitución y una economía más verde. Las nuevas tecnologías tendrán efectos directos en nuestro diario vivir, cambiando nuestro estilo de vida, de consumo, despilfarro y desigualdades. Hemos malgastado mucho esfuerzo gestionando una mala economía, especulando sobre crecimiento y desarrollo sostenible, siempre mirando por el espejo retrovisor. ¿No les parece?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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