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El COVID-19 y las “recuperaciones verdes”: ¿qué está sucediendo realmente? Opinión

El COVID-19 y las “recuperaciones verdes”: ¿qué está sucediendo realmente?

Jaime Hurtubia
Por : Jaime Hurtubia Ex Asesor Principal Política Ambiental, Comisión Desarrollo Sostenible, ONU, Nueva York y Director División de Ecosistemas y Biodiversidad, United Nations Environment Programme (UNEP), Nairobi, Kenia. Email: jaihur7@gmail.com
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En Chile avanzamos con muchas dificultades. El Gobierno ha hecho tremendos esfuerzos pero con poco éxito, ya que la situación se escapa de su control y la población no coopera debido a su escasa ética ciudadana. Si nos comparamos con Europa y Asia, que avanzan en frenar los contagios y en la “recuperación verde”, nos decepciona el escaso contenido “verde” del “Acuerdo COVID-19: plan de reactivación económica y empleo”, presentado hace unos días por el Presidente Sebastián Piñera. En él las inversiones anunciadas son inapropiadas para mitigar la crisis climática, superar las desigualdades y apoyar a los grupos más vulnerables.


En estos momentos, para superar el frenazo económico, asumiendo grandes riesgos, los gobiernos intentan olvidar la gravedad de la pandemia y levantan las cuarentenas totales. Un acto temerario, ya que las amenazas de rebrotes aumentan y ahora se conoce que las inmunidades duran poco. A pesar de ello, anhelan una pronta reactivación económica con objeto de regresar a la “normalidad”y recuperar los empleos perdidos durante la crisis sanitaria. Es comprensible. Se trata de un dilema complejo.

¿Cuáles son las medidas de recuperación? ¿El frenazo es una oportunidad para impulsar una “recuperación verde”? Si comparamos lo que sucede en Chile con lo que acontece en Europa y Asia respecto a la “acción climática y recuperación verde”, entrevemos que perpetuamos nuestro retraso. En nuestro país, la velocidad de los contagios, los fallecimientos y la expansión geográfica del virus aumentan a diario. Se entiende que el Gobierno tiene buenas intenciones, pero sus intentos son vanos. No se acerca a lo prometido ni responde a las expectativas. En estos días funestos, se generaliza la sensación de que la creatividad no es el fuerte del Gobierno de Sebastián Piñera.

Los paquetes de estímulo

En aquellos países donde va retrocediendo lentamente la primera ola de la pandemia, se empiezan a aplicar planes de estímulo que ascienden a miles de millones dólares. Según se aceleran las economías, las emisiones de CO2 también empiezan a elevarse. En este proceso varios líderes europeos –Merkel, Macron, Sánchez, Johnson, entre otros– y destacados economistas –Stiglitz, Stern, Krugman, Nordhaus y otros– están abogando por una «recuperación verde» que «reconstruya mejor», reduzca las emisiones y estimule la economía.

[cita tipo=»destaque»]Lo interesante del Plan AIE/FMI es que terminaría con el falso dilema entre creación de empleo y protección del medioambiente, en el cual algunos demandan que lo primero es crear empleos y otros defienden que lo urgente es detener la crisis climática. Un argumento tramposo. De allí que este plan señale que “las políticas energéticas correctas pueden crear empleos, hacer que la economía crezca y luchar contra el cambio climático”. Entre sus principales cursos de acción figuran: la implantación de tecnologías solar y eólica, mejorar la eficiencia energética de las edificaciones y la industria manufacturera, y la modernización de las redes eléctricas. El desarrollo de las energías solar y eólica se llevará la mayor cantidad de las inversiones y las obras para mejorar la eficiencia energética en las edificaciones serán las más efectivas para crear empleos.[/cita]

En el lado opuesto, están los mandatarios devotos del crecimiento económico a ultranza, junto con los negacionistas del cambio climático (contaminadores o petroleros), quienes en lo más profundo de sus creencias aún no están convencidos de la gravedad de la crisis climática y que es urgente actuar para solucionarla.

A nivel mundial, los estímulos de los gobiernos a principios de mayo alcanzaron a US$ 15 trillones, 17% de la economía global. De este total, menos del 1% se destinó a la acción climática. Es decir, pese a la urgencia de lanzar programas de acción climática, un buen número de países continúan aún aplicando “las medidas de siempre” (“business as usual”). Por ejemplo, el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra comprando bonos en beneficio de sectores productivos con altos insumos de carbono y empresas de combustibles fósiles.

Hacia fines de mayo y comienzos de junio, sin embargo, aumentó el número de gobiernos que están recurriendo a una amplia gama de palancas fiscales y reguladoras en sus esfuerzos por estimular tanto la economía como la acción climática. Por ejemplo, levantando restricciones a las energías renovables, reequilibrando los incentivos fiscales para la electromovilidad y la economía circular. En el extremo negativo figura EE.UU., donde por la tozudez de Trump se continúan otorgando alivios fiscales a las empresas petroleras o, peor aún, se están debilitando las normas ambientales en nombre de un supuesto estímulo.

Entonces, ¿por qué parece que se ha asignado poco dinero a la acción climática? Porque en la mayoría de los países la respuesta a la pandemia está ocurriendo en dos etapas. La primera fue la del «rescate», rápida, utilizando el gasto para conservar lo más posible los empleos y salvaguardar a las empresas. La segunda, que ocurre en la actualidad, los esfuerzos se focalizan en ejecutar paquetes de estímulo que internalicen la acción climática, lo que hoy se llama una «recuperación verde», en oposición a los enfoques clásicos de recuperar rápidamente el ritmo de crecimiento económico perdido.

Las propuestas por una «recuperación verde» han sido apoyadas por la presidenta de la Unión Europea y los presidentes de Alemania, Austria, Francia, Italia y Suiza, el papa, el secretario general de la ONU, entre otros. Además, ya son miles las empresas en todo el mundo que están abogando por una “recuperación verde” y por los “bailouts” (rescates) corporativos, siempre condicionados al objetivo de emisiones de carbono netas cero.

Tales demandas están estrechamente alineadas con las de miles de ONG ambientalistas, movimientos ciudadanos pro Acción Climática, Juventud por el Clima, Centros de Investigaciones y Estudios Académicos relativos al clima, medioambiente y energía. No puede ser de otra forma, ya que detener el cambio climático no se puede hacer sin el concurso de toda la sociedad y una masiva movilización ciudadana. No obstante, para alcanzar esa movilización es imprescindible tener conciencia, entender el vínculo que hay entre lo que hacemos cada uno y el estado global del mundo. Por la mediocre educación pública impartida los últimos 45 años, la gran mayoría de los chilenos carece de ese entendimiento y esa es la causa de nuestra incapacidad como país para poner freno efectivo tanto a los contagios como al cambio climático.

Las primeros planes de “recuperación verde”

Entre las economías claves para ir indagando cómo se van implementando los programas de “recuperación verde”, se pueden señalar como ejemplos los 27 países miembros de la Unión Europea (UE), China, Corea del Sur y Alemania, entre otros. La Unión Europea (UE) ha anunciado su plan para un fondo de recuperación de US$ 848 mil millones, que se divide en US$ 565 mil millones de subvenciones para los estados miembros y US$ 283 mil millones de préstamos. Este plan debería ser adoptado por el Consejo Europeo las próximas semanas.

El plan no solo apoya la recuperación del COVID-19, sino que su objetivo primordial es «invertir en el futuro de Europa» a través del “Pacto Verde Europeo” (European Green Deal), que según la UE debe convertirse en el principal «motor de creación de empleos». La propuesta establece que todo el gasto se guiará por los fundamentos de la “economía verde”, la “economía circular”, una «taxonomía de finanzas sostenibles» y «el juramento verde de no hacer daño».

En el plan se asigna el 25% del presupuesto para la acción climática, respetando el principio acordado en su presupuesto original. Sin embargo, todavía no está claro si esto se aplicará al total de US$ 848 mil millones del paquete de estímulo propuesto. La propuesta inicial se someterá a la aprobación los próximos días. Se propone una fuerte renovación de fondos para electromovilidad, fomento industrial-comercial a la economía circular, paneles solares en techos, aislamiento de viviendas y calefacción renovable.

En Corea del Sur, durante el período previo a las recientes elecciones, el electo Partido Demócrata ha lanzado un «Nuevo Pacto Verde» con medidas concretas para promover una economía más limpia, incluyendo inversiones en energías renovables y cese al financiamiento al carbono. Se inició el nuevo Acuerdo para revitalizar la economía en medio de la pandemia, que se afirma en dos pilares fundamentales: «la economía verde» y «la economía digital». En total, el gasto medioambiental que se propone asciende a US$ 10,6 mil millones para 2022 y está destinado a crear 133,000 empleos. Un buen ejemplo para Chile.

Otro país que está en esta misma línea de acción es Alemania. A principios de junio del año en curso, aprobó un paquete de estímulo por US$ 146 mil millones, el cual se divide en tres vertientes, una de las cuales es «invertir en una Alemania verde para el futuro» y se le asignan US$ 56 mil millones, 38% del total. Esta vertiente tiene un fuerte enfoque en la «transición energética» y en la «movilidad sostenible». Se dedicarán 9 mil millones de euros al desarrollo del «hidrógeno verde» elaborado a partir de energías renovables, el cual se considera como «el petróleo del mañana». Un componente indispensable para la transición energética. El plan alemán incluye también subsidios para vehículos híbridos y eléctricos, excluyendo los a gasolina y diésel, que son hoy los «grandes perdedores». Algunos expertos estiman que es «el plan de estímulo más ecológico del mundo», ya que el 38% del gasto total se destinará a «actividades que reducirán las emisiones». Otro buen ejemplo.

La semana pasada, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y el FMI lanzaron un “plan de choque para la recuperación verde”, de tres billones de dólares para los próximos tres años, el cual crearía nueve millones de empleos y reduciría sustancialmente las emisiones de CO2. Son inversiones verdes para el sector energético que impedirían que las emisiones reboten con fuerza cuando finalice lo peor de la crisis del COVID-19. El plan, empezaría a aplicarse en 2021 y propone una inversión global de alrededor de un billón de dólares anuales, el 0,7% del PIB mundial hasta 2023. Esta cifra incluye fondos públicos y privados.

Lo interesante del Plan AIE/FMI es que terminaría con el falso dilema entre creación de empleo y protección del medioambiente, en el cual algunos demandan que lo primero es crear empleos y otros defienden que lo urgente es detener la crisis climática. Un argumento tramposo. De allí que este plan señale que “las políticas energéticas correctas pueden crear empleos, hacer que la economía crezca y luchar contra el cambio climático”. Entre sus principales cursos de acción figuran: la implantación de tecnologías solar y eólica, mejorar la eficiencia energética de las edificaciones y la industria manufacturera, y la modernización de las redes eléctricas. El desarrollo de las energías solar y eólica se llevará la mayor cantidad de las inversiones y las obras para mejorar la eficiencia energética en las edificaciones serán las más efectivas para crear empleos.

¿Cómo se avanza en Chile?

En Chile avanzamos con muchas dificultades. El Gobierno ha hecho tremendos esfuerzos pero con poco éxito, ya que la situación se escapa de su control y la población no coopera debido a su escasa ética ciudadana. Si nos comparamos con Europa y Asia, que avanzan en frenar los contagios y en la “recuperación verde”, nos decepciona el escaso contenido “verde” del “Acuerdo COVID-19: plan de reactivación económica y empleo”, presentado hace unos días por el Presidente Sebastián Piñera. En él las inversiones anunciadas son inapropiadas para mitigar la crisis climática, superar las desigualdades y apoyar a los grupos más vulnerables.

Un aspecto positivo es que entrega un sueldo de emergencia a los más afectados por el COVID-19. Pero otro muy negativo, como lo señala Chile Sustentable y otros, es que los cursos de acción elegidos para la mitigación, no corresponden a la acción climática, sino a “inversiones como siempre”, ya que no consideran acciones en el contexto de una «recuperación verde”. Por ejemplo, en campos tales como «inversión verde en agua potable y saneamiento”; “reacondicionamiento de hogares para una transición energética justa”; “restauración de ecosistemas”; “incentivos a la inversión privada verde”; “industria nacional de valorización de residuos y fomento a la economía circular” y el “potenciamiento de las economías sustentables locales”. Todos son cursos de acción fundamentales para superar el retraso social y ambiental que sufre el país.

En Chile, el factor social es clave en la búsqueda de soluciones viables. Por ejemplo, es probable que un buen porcentaje de personas de mayores ingresos estaría de acuerdo con continuar muchos de los cambios en el estilo de vida impuestos por el bloqueo del coronavirus, para ayudar a enfrentar la emergencia climática. Sin embargo para la gran mayoría eso sería impensable. Trabajar desde casa sería una de las opciones preferidas para los primeros, pero imposible para aquellos que diariamente buscan el sustento familiar. No obstante, puede haber unanimidad respecto a los cambios profundos que se requieren en los sistemas de transportes y movilidad de las personas. En otras palabras, tenemos que aprovechar la oportunidad para repensar las inversiones en infraestructuras y favorecer el apoyo a las industrias bajas en carbono.

En conclusión, las “recuperaciones verdes” que estarán plenamente en marcha a partir de 2020, mediante la ejecución de los Planes del Pacto Verde Europeo, de Corea del Sur, Alemania y de la AIE/FMI, significarán ahorros del orden de 8 mil a 10 mil millones de toneladas de CO2 en 2023 respecto a lo proyectado hasta ahora. Estas cantidades se elevarían notoriamente si el esperado “Pacto Verde” entre la UE y China se adoptase en los próximos meses, en el marco de las “recuperaciones verdes” (la expectativa era que se acordarse en la COP26, hoy postergada hasta noviembre de 2021).

Lo especial de toda esta información es que las reducciones de emisiones de CO2 planeadas se conseguirán con medidas estructurales y no con una paralización de la economía, como el frenazo provocado por el COVID-19. Tampoco olvidemos un dato histórico: las “recuperaciones verdes” aquí presentadas, si son aplicadas según lo planeado, dejarán al 2019 como “el año en el que se alcanzó el máximo de emisiones de CO2 en la historia de la humanidad”. Un dato no menor. Ojalá así sea.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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