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Hablemos, ahora sí, de la pandemia Opinión

Hablemos, ahora sí, de la pandemia

Marcos Vergara
Por : Marcos Vergara Académico Escuela de Salud Pública UCh
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Efectivamente están disminuyendo los contagios, pero lo mejor de aquello es que el debate público directo en la materia se modera. Desaparecen las voces estridentes que encuentran malo esto y aquello, muchas cargadas de intención política, se contiene el desenfreno periodístico cuando hay menos cosas malas que mostrar o las malas se han desplazado a otros sectores y damos paso a un momento en que podríamos ponernos a reflexionar, a mirar tranquilamente los datos de la pandemia y a darnos cuenta y aprender. Porque, no está de más decirlo, por la naturaleza de la pandemia habrá muy probablemente rebrotes con los que habremos de lidiar mientras esperamos la entrada triunfal de la vacuna.


Cuando la convergencia y superposición entre el estallido social y la pandemia se han hecho evidentes a propósito del retiro de fondos de pensiones para cubrir necesidades urgentes de la clase media, paradójicamente se ha generado también una ocasión para mirar la evolución de la pandemia en su propio mérito, descontaminada de la carga de intención política de la que ha estado empapada.

En efecto, ha comenzado el descenso de los casos nuevos de COVID-19, después de un peak de 6.938 casos ocurrido hace algo más de 4 semanas, un día después del cambio de ministro de Salud. Si la mezcla de muestras de exámenes realizados diariamente a personas sintomáticas versus asintomáticas fuese proporcionalmente estable, dado que la probabilidad de encontrar resultados positivos es más alta en las primeras que en las segundas, cae también la positividad en términos reales, la que hoy se ubica en torno al 15%.

¿Qué vendrá más adelante? En realidad, no sabemos mucho más que esto que observamos y describimos y, por lo pronto, estamos atentos a lo que suceda especialmente a los europeos. Se prepara el Gobierno para eventualmente iniciar un deseado proceso de desconfinamiento en la Región Metropolitana, previo término de la cuarentena, el que nos prometen que será muy prudente y paulatino. Quizás podríamos decir que las medidas que se han tomado empiezan a surtir efecto. Y no dejar de reconocer la honestidad del ministro por no atribuirse estos resultados.

Interesante resulta también constatar que la red integrada de salud chilena dio abasto, sin que se produjeran muertes evitables como ocurrió en Italia y en España cuando el sistema de salud se vio sobrepasado y como temen los norteamericanos que ocurra con el suyo propio en su segunda ola. Acá, si bien alcanzamos niveles muy altos de ocupación de las instalaciones críticas y por lo tanto momentos de alta tensión y sacrificios, parece que lo logramos. Entonces me surge una pregunta ingenua: ¿no hizo falta aplanar la curva? Si el propósito de hacerlo –no pudo haber sido otro– era evitar muertes evitables por falta de atención, quizás no hizo falta.

Pero calma, veamos. Entonces, ¿cómo juzgar lo obrado por el Gobierno? ¿Fue correcta o incorrecta la estrategia? ¿Debió haberse trazado más y mejor? ¿Debió haberse iniciado antes la cuarentena total de la Región Metropolitana en lugar de una estrategia de cuarentenas parciales? A lo mejor pasamos “raspando” y, si bien pudimos tener una curva más plana y a la vez más holgada, ¿esto último habría ocurrido a costa de alargar el ciclo? ¿Habríamos evitado muertes y otros daños reduciendo los contagios en el tiempo o simplemente las habríamos postergado, dado que la incidencia acumulada dependería de la población susceptible mientras no exista vacuna?

Por lo pronto sabemos que Chile, a diferencia de muchos otros países de nuestra región y de otras regiones, mide los casos y los mide bastante bien, corroborándolos hasta donde se hace posible con la realización de un examen de PCR. En Chile se han hecho, desde el comienzo, muchos exámenes para identificar contagiados, muchos más que en otros países, lo que ha permitido a su vez registrar las muertes con PCR positivo. Además, se registran también las muertes probables, sin PCR positivo, en el DEIS. Es probable también que la incidencia acumulada real de casos –y también de las muertes– no esté tan lejos de la que estamos verificando con los exámenes, a diferencia de otros países que hacen mucho menos test, algunos de los cuales presentan cifras que son inverosímiles y probablemente tengan enormes brechas entre lo que miden y lo que realmente les está ocurriendo.

Ahora bien, puesto que los registros de casos y muertes dependen de los exámenes que se toman y que certifican tales casos y muertes, la comparación entre países habrá de realizarse finalmente observando los excesos de muertes, teniendo en cuenta que una parte de ese exceso habrá de atribuirse directamente al coronavirus y otra parte indirectamente. Esto último porque habrá muertes por la postergación de asistencia a otras patologías, producto de la pandemia. No quedará más que observarlo así.

Entonces, volvamos al comienzo, vamos a la baja. ¡Qué bien! Pero lo mejor de aquello es que el debate público directo en la materia se modera. Desaparecen las voces estridentes que encuentran malo esto y aquello, muchas cargadas de intención política, se contiene el desenfreno periodístico cuando hay menos cosas malas que mostrar o las malas se han desplazado a otros sectores y damos paso a un momento en que podríamos ponernos a reflexionar, a mirar tranquilamente los datos de la pandemia y a darnos cuenta y aprender. Porque, no está de más decirlo, por la naturaleza de la pandemia habrá muy probablemente rebrotes con los que habremos de lidiar mientras esperamos la entrada triunfal de la vacuna.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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