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No basta con el reconocimiento constitucional Opinión

No basta con el reconocimiento constitucional

Aunque en el mundo nuestras realidades sociales y culturales son muy disímiles, nos parece una sana opción estudiar con atención algunas de las fórmulas que se han explorado para institucionalizar este nuevo trato y procurar, por esa vía, la adopción de medidas que impliquen un avance significativo, que traigan consigo además aquellas sanas normas de diálogo y convivencia pacífica que tanta falta nos hacen. Ojalá con la participación efectiva de los independientes.


Uno de los elementos centrales del debate constitucional que se avecina estará referido al devenir de nuestros pueblos originarios, los que –según el Censo del 2017– alcanzan a 2.185.792 personas, cifra que equivale al 12,8% de nuestra población.

La necesidad de buscar una fórmula que siente las bases para un entendimiento distinto, tanto con la Región de La Araucanía propiamente tal como con el conjunto de los pueblos indígenas desplegados en distintas latitudes de nuestro territorio, lejos de ser una opción, constituye un imperativo histórico de la hora presente, sin cuya resolución difícilmente podremos avanzar como un país integrado. Este ha sido uno de los aspectos contenidos en el pronunciamiento ciudadano del 25 de octubre.

Para ello y sin perjuicio que se avance en el análisis de esta materia en el marco de una futura Convención Constitucional, siempre es útil mirar con atención las experiencias de otras naciones en las cuales, finalmente y no sin dificultades, la población aborigen ha contribuido de manera importante a sus respectivos procesos de desarrollo.

[cita tipo=»destaque»]Aunque en el mundo nuestras realidades sociales y culturales son muy disímiles, nos parece una sana opción estudiar con atención algunas de las fórmulas que se han explorado para institucionalizar este nuevo trato y procurar, por esa vía, la adopción de medidas que impliquen un avance significativo, que traigan consigo además aquellas sanas normas de diálogo y convivencia pacífica que tanta falta nos hacen. Ojalá con la participación efectiva de los independientes.[/cita]

En países altamente desarrollados, la experiencia ha demostrado que se trata de un desafío complejo, pero posible. En estas líneas quisiera tan solo mencionar algunos rasgos de lo que sucede con el pueblo Saami de Noruega y de los países escandinavos en general, el que destaca por su unidad y transversalidad.

Aunque se trata de una etnia nórdica de características diferentes a nuestros pueblos originarios, sin duda existen denominadores comunes en la lucha compartida por la preservación de su identidad, el resguardo del medio ambiente, la utilización de las tierras, aguas y recursos naturales, así como la permanente aspiración por mejorar el acceso a los servicios básicos que provee el Estado.

Ya desde los albores del siglo XV, el pueblo Saami tuvo que hacer frente a la incursión de las industrias extractivas. Si bien la pesca y la crianza de renos han sido factores relevantes, su desarrollo económico, social y cultural trasciende estas especialidades y su influencia se extiende, incluso, a materias vinculadas con la gobernanza de sus respectivos países.

De las cerca de 100 mil personas que lo conforman, la mayoría se encuentra radicada en el norte de Noruega y Suecia, en tanto un 10% está en Finlandia y un porcentaje menor en la Federación Rusa. Este pueblo milenario se estableció en dichos territorios mucho antes que se configuraran sus respectivas fronteras.

A diferencia de lo ocurrido en Chile, esta comunidad aborigen no debió enfrentar una cruenta guerra de tres siglos con una potencia dominante. Sin embargo, sí han existido importantes episodios que han marcado su historia. Uno de estos hitos estuvo centrado en la fuerte oposición ejercida por el pueblo Saami a la construcción de una central hidroeléctrica sobre el río Altaelva, importante fuente de agua natural en el norte de ese país. Tras sucesivas protestas, que fueron acompañadas de mucho dolor y sufrimiento, quedó de manifiesto a las autoridades noruegas la necesidad de legislar con miras a generar un nuevo trato e iniciar una etapa distinta en su relación con dicha comunidad ancestral.

Tales circunstancias derivaron –entre otras iniciativas legislativas– en la creación el año 1989 del Parlamento Saami, con sede en Karasjok, Provincia de Finmark, lo que posteriormente fue replicado en Suecia y Finlandia. Desde entonces, los Saami han elegido a sus propios representantes en un foro que se centra únicamente en los asuntos que inciden en sus comunidades.

Más allá de su reconocimiento constitucional y sin afectar la soberanía e integridad territorial del país, se estableció un cierto grado de autonomía que se ha ido perfeccionando durante el transcurso de las últimas décadas. Tal es así, que corresponde a dicho parlamento, entre otras materias, el manejo de los Fondo de Desarrollo Indígena, la responsabilidad por el desarrollo de la lengua Saamii, la protección de su patrimonio cultural, el desarrollo de programas educacionales, la elección de la mitad de los directorios de la principal provincia donde se encuentran emplazados y, en general, la asignación de los recursos que anualmente le son asignados en el Presupuesto Nacional.

Dentro de determinados parámetros, en definitiva son el pueblo Saami, su parlamento y los diferentes consejos consagrados en la legislación, quienes determinan las prioridades. Con todas las complejidades del caso, ello ha demostrado ser una buena fórmula para institucionalizar el diálogo y canalizar las aspiraciones de un pueblo emergente que ha sabido ganarse el respeto y la consideración de una nación próspera, que ocupa por años el primer lugar del Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas.

De allí entonces que, en el marco de nuestro propio debate constitucional, es perfectamente válido plantearnos la necesidad de estudiar una fórmula que implique efectivamente una transferencia de determinadas competencias.
Desde luego la discusión sobre los escaños que habrán de reservarse para las distintas comunidades aborígenes adquiere especial relevancia, por cuanto será dicho órgano el que tendrá la responsabilidad de formular una propuesta al país.

Aunque en el mundo nuestras realidades sociales y culturales son muy disímiles, nos parece una sana opción estudiar con atención algunas de las fórmulas que se han explorado para institucionalizar este nuevo trato y procurar, por esa vía, la adopción de medidas que impliquen un avance significativo, que traigan consigo además aquellas sanas normas de diálogo y convivencia pacífica que tanta falta nos hacen. Ojalá con la participación efectiva de los independientes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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