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La marca de Daniel Zamudio Opinión

La marca de Daniel Zamudio

Erika Montecinos y Cristian Briones
Por : Erika Montecinos y Cristian Briones Equipo Diversidades y Disidencias. Precandidatura presidencial Paula Narváez.
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Ya no estamos disponibles para seguir engrosando cuerpos legales a punta de nuestros nombres como víctimas; buscamos ser agentes de ese debate donde los derechos humanos de las personas LGBTIQ+ formen parte de todas y cada una de las políticas públicas que impulse el gobierno de turno. Con reconocimiento a nuestros proyectos de vida: la diversidad de familias lesbomaternales y homoparentales; con cupo laboral trans, con reconocimiento para les niñes trans. Estaremos presentes en el nacimiento del nuevo discurso político, social y cultural.


El crimen de odio de Daniel Zamudio marcó una nueva etapa en la lucha por los derechos de las comunidades LGTBIQ+ en Chile. No porque antes de su violenta agresión no existieran otros y otras que no fueran asesinados(as) en las mismas circunstancias. Esos otros, otras y otres, no tenían nombre, pasaban por la crónica roja como simples delitos comunes, de alguna riña, de algún asalto y quedaban en el limbo del silencio, relegado a la invisibilidad. Esta invisibilidad, sucedió por ejemplo con el primer crimen de odio documentado en Chile y que fue en contra una mujer lesbiana escultora, Mónica Briones, en 1984. Sucedió también hace pocas semanas en Coronel, cuando una pareja de lesbianas paseaban de la mano y un joven las agredió, resultando asesinada una de ellas.

Es cierto, fue el crimen de Daniel el que nos hizo aparecer de una nueva forma. Los horrores de su muerte despertaron en la sociedad el entendimiento de la necesidad de protección de nuestros cuerpos. Se agilizó una Ley Antidiscriminación como respuesta, pero la violencia no desapareció, sino que, en el mejor de los casos, se adaptó a un nuevo mínimo civilizado.

[cita tipo=»destaque»]En el cuerpo de Daniel pudieron marcar su odio, como una punzada indeleble que impulsó y marcó a familiares y amigos, mas no pudieron borrar el tremendo impulso que nos brindó a todo un movimiento para salir del anonimato, de la crónica roja y protagonizar las transformaciones y cambios que requiere este nuevo Chile, en la nueva Constitución y con un nuevo gobierno.[/cita]

Esto tiene que ver con muchos factores, pero quizás parte desde una cuestión central: de una crisis de reconocimiento a nuestras vivencias, realidades y proyectos de vida. Si hubiese existido ese reconocimiento, ese estar presente en la discursividad política y social, Daniel ¿hubiese terminado con una esvástica en su cuerpo?, ¿las compañeras de Coronel hubiesen tenido que pasar por ese hecho tan traumático de que les quiten la vida, solo por expresar su afecto? O Nicole Saavedra, de Limache, ¿habría sido secuestrada, torturada y posteriormente asesinada si se respetara su expresión de género?

Ya no estamos disponibles para seguir engrosando cuerpos legales a punta de nuestros nombres como víctimas; buscamos ser agentes de ese debate donde los derechos humanos de las personas LGBTIQ+ formen parte de todas y cada una de las políticas públicas que impulse el gobierno de turno. Con reconocimiento a nuestros proyectos de vida: la diversidad de familias lesbomaternales y homoparentales; con cupo laboral trans, con reconocimiento para les niñes trans. Estaremos presentes en el nacimiento del nuevo discurso político, social y cultural.

Ese es el desafío y la enseñanza que nos ha dejado Daniel Zamudio a nueve años de su crimen de odio. En el cuerpo de Daniel pudieron marcar su odio, como una punzada indeleble que impulsó y marcó a familiares y amigos, más no pudieron borrar el tremendo impulso que nos brindó a todo un movimiento para salir del anonimato, de la crónica roja y protagonizar las transformaciones y cambios que requiere este nuevo Chile, en la nueva Constitución y con un nuevo gobierno, juntxs bajo la visión de unirnos y cuidar nuestros presentes y avanzar hacia un nuevo futuro, en que Chile reconozca los proyectos de vida de las personas LGBTIQ+.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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