Opinión
Es altamente probable que la convención esté compuesta en gran medida por nuevos rostros, por ciudadanos y ciudadanas ajenos a la actividad política y de los partidos. Esto permitirá dotar de mayor legitimidad al proceso, cambiando las correlaciones de fuerzas tradicionales y renovando los rostros de la política clásica. Pero también implica un desafío mayor, dado que se deberá pensar en una redefinición de cómo deben entender los partidos políticos las nuevas formas de representación política, evaluando si basta con ponerse del lado de las demandas ciudadanas o si es necesario generar nuevas estructuras de participación y colectivización en la toma de decisiones.
Las próximas elecciones de convencionales constituyentes serán un proceso inédito en nuestra historia republicana por diversos motivos. Si bien se ha destacado que la redacción de una nueva Constitución estará a cargo de convencionales electos democráticamente, de manera paritaria entre hombres y mujeres y con mecanismos de participación ciudadana, así como también con escaños reservados para los representantes de todos los pueblos indígenas, este proceso no es innovador solo por las reglas democráticas para su elaboración, discusión y aprobación, sino también porque tiene elementos que podrían modificar la forma en que la ciudadanía entiende y participa de la política, desde ahora en adelante.
Una muestra de ello es que, a diferencia de otros procesos electorales, en donde la ciudadanía se ha acostumbrado a ver a “los mismos de siempre”, en esta elección de convencionales constituyentes, hay un panorama completamente opuesto, con mayor pluralidad sociopolítica y diversidad. Una muestra de ello es que un 77% de los 1.468 candidatos y candidatas no tiene experiencia política previa y un 73% tampoco cuenta con experiencia en el sector público.
Es decir, solo un cuarto del total de candidaturas a la Convención, es de rostros tradicionalmente vinculados al mundo político, de los cuales 71 son exautoridades electas y 133 exautoridades designadas. Los tres cuartos restantes provienen del mundo académico, de la sociedad civil o del activismo en áreas tales como la educación, salud, cultura y/o medio ambiente.
[cita tipo=»destaque»]La renovación en las candidaturas viene a generar un dilema, pues por una parte se ve como deseable y necesaria la aparición de nuevas figuras, mientras que a la vez la inexperiencia política de la mayoría de las candidaturas puede constituirse en una dificultad al momento de buscar consensos y convergencias en el proceso de deliberación pública, marcando diferencias entre las candidaturas con experiencia versus los que carecen de ella. Esto toma mayor relevancia si se considera el quórum para la aprobación de las normas constitucionales y la asignación de un presupuesto limitado para el funcionamiento de la Convención Constitucional.[/cita]
En ese escenario, y si bien en todos los distritos hay candidatos y candidatas con experiencia política previa, este porcentaje sigue siendo muy bajo en relación con el total de candidatos. Si a esto le sumamos el alto número de candidaturas independientes, es posible identificar que de las 337 candidaturas con experiencia política, un 59,6% son militantes de partidos políticos, mientras que un 40,4% son independientes, van en lista de partidos como independientes o como independientes fuera de pacto.
Asimismo y como una forma de ver el peso de la experiencia política en el orden de candidaturas, tanto en las listas de independientes, en independientes en lista de partidos y en militantes, las candidaturas con experiencia política se ubican en las cuatro primeras posiciones con un 65% en promedio, siendo las listas de independientes el mayor porcentaje (73%). Es decir, quienes son las dos primeras mujeres y los dos primeros hombres en las listas, poseen experiencia política previa.
Este escenario de posible recambio se puede deber a una politización “desde abajo”, como resultado de un marco susceptible para la movilización social y política por fuera del sistema de representación, y en un rechazo a los canales institucionales de mediación de intereses. Ello lleva a la búsqueda de nuevos mecanismos para incidir directamente en el debate y toma de decisiones, promoviendo de esta forma el surgimiento de nuevos liderazgos en política.
La renovación en las candidaturas viene a generar un dilema, pues por una parte se ve como deseable y necesaria la aparición de nuevas figuras, mientras que a la vez la inexperiencia política de la mayoría de las candidaturas puede constituirse en una dificultad al momento de buscar consensos y convergencias en el proceso de deliberación pública, marcando diferencias entre las candidaturas con experiencia versus los que carecen de ella. Esto toma mayor relevancia si se considera el quórum para la aprobación de las normas constitucionales y la asignación de un presupuesto limitado para el funcionamiento de la Convención Constitucional.
Es altamente probable que la convención esté compuesta en gran medida por nuevos rostros, por ciudadanos y ciudadanas ajenos a la actividad política y de los partidos. Esto permitirá dotar de mayor legitimidad al proceso, cambiando las correlaciones de fuerzas tradicionales y renovando los rostros de la política clásica. Pero también implica un desafío mayor, dado que se deberá pensar en una redefinición de cómo deben entender los partidos políticos las nuevas formas de representación política, evaluando si basta con ponerse del lado de las demandas ciudadanas o si es necesario generar nuevas estructuras de participación y colectivización en la toma de decisiones.
