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COVID-19: ministros condenados por la ciencia y la realidad Opinión

COVID-19: ministros condenados por la ciencia y la realidad

Felipe Cabello Cárdenas
Por : Felipe Cabello Cárdenas MD Professor Department of Microbiology and Immunology, New York Medical College. Miembro de la Academia de Ciencias y de la Academia de Medicina, Instituto de Chile.
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Es esperable que la mortalidad por COVID-19 en Chile, corregida por el tamaño de la población, esté alrededor de las mortalidades de los países sobre los cuales la prensa diariamente nos informa que la epidemia se ha manejado de mala forma, como Brasil, EE.UU. y Perú. Recientemente, el Dr. Paris ha confirmado todo esto, con el asombroso exabrupto de «propongan cosas positivas y no basen todo criticar”, explicando en ello también el fracaso de su gestión a la Mañalich, fracaso cuyo precio continúa pagando la desprotegida población chilena con excesivo y evitable dolor y muerte. Respecto de la repetida prescindencia de la mejor ciencia en los tenebrosos cometidos epidemiológicos de los doctores Mañalich y Paris, podríamos decir, con Albert Einstein, que son una locura, ya que este bien señaló: “Es una locura repetir el mismo método o comportamiento una y otra vez y esperar obtener resultados diferentes”.


Para alguien que ha seguido con atención los disparatados vaivenes, alejados de la realidad y de la ciencia epidemiológica, con los cuales el actual Gobierno y sus dos consecutivos ministros de Salud han tratado de controlar el curso inexorable y fatal de la epidemia por COVID-19 en el país, la entrevista de Yasna Lewin a Jaime Mañalich –hace algunos días en La Red– devela parcialmente, una vez más, algunas de las razones que han resultado en esta lamentable catástrofe sanitaria y demográfica. Frente a las preguntas, para que el exministro dé una explicación técnica y racional de las causas del descontrol de la epidemia y de su alta mortalidad, el exministro recurre a contenidos científicos errados, se desdice de pasadas declaraciones respecto del curso de la epidemia y, lo que es más grave, usa de manera distorsionada e irrelevante el ejemplo de otros países, para tratar de explicar aspectos de la adversa situación chilena.

Esta triste actuación del Dr. Mañalich se condice plenamente con sus actuaciones previas como ministro, en la cuales también demostrara en sus pronunciamientos su incultura respecto de epidemiología y de salud pública, su volubilidad irrazonable y dañina respecto de la evolución de la epidemia y sus aparentes intentos por alterar mañosamente las cifras reales de enfermedad y de mortalidad por COVID-19, para probablemente demostrar, de manera pueril pero letal, el supuesto éxito de su gestión. 

El desmentido diario que las cifras de enfermedad y de muerte por COVID-19 daban a la malhadada gestión del extitular de la cartera de Salud, fueron las causas de su defenestración y, por eso, el argumento insostenible de “yo creo, Yasna, que usted me tiene mala por alguna razón», es tragicómico y carente de seriedad para eludir su responsabilidad por esta desventura sanitaria, que fuera concebida e incubada durante su mandato. Las confusas respuestas del Dr. Mañalich en la entrevista, en vez de redimirlo de sus claras responsabilidades, lo hunden más en el pantano de su aparente incompetencia y de sus falacias, por las cuales la población chilena continúa pagando con miles de enfermos y muertos evitables, estos últimos alcanzando aproximadamente ahora la cifra de cien diarios o más.

Si bien es cierto que el exministro fuera absuelto de su responsabilidad política en la Cámara por un exiguo número de votos, el curso maligno de la epidemia, a más de un año de su gestión, es una proyección amplificada en el tiempo y en el espacio del mortal fracaso de ella, fracaso que además –como lo señalara la periodista– ha sido condenado por la mayoría de los profesionales de salud con experiencia en estos temas y, también, por el contenido de algunos artículos científicos de alta calidad publicados recientemente. 

Por ejemplo, un artículo en la revista Science, escrito por Gonzalo Mena (27 de abril, 2021), señala que cuando el exministro aseguraba, en marzo-abril del año pasado, que el número de casos de COVID-19 era mínimo y que la diseminación viral estaba controlada, esta cifra era por lo menos 10 veces mayor que la informada por él. Además que, contrariamente a sus repetidas declaraciones respecto del control de la epidemia, en esos mismos meses (marzo-abril), el virus ya se diseminaba masivamente en la mayoría de las comunas de Santiago, especialmente en aquellas con poblaciones más vulnerables a la infección y a su fatal desenlace, diseminación que culminara con la cresta de infecciones y de muertes de mayo, junio y julio de 2020.

El artículo textualmente dice que hubo “un fracaso temprano del sistema de salud para informar a la población de la real magnitud de la amenaza sanitaria …”. En otro artículo, esta vez publicado por Gozzi et al., en Nature Communications (23 de abril, 2021), se señala que las cuarentenas parciales y dinámicas tan propiciadas por el exministro solamente enlentecieron la diseminación de la infección sin controlarla y que solo las cuarentenas totales fueron capaces de bajar drásticamente la propagación de esta en la RM. Estos estudios además confirman el exceso de mortalidad producido por la epidemia en esa época, hecho negado repetidamente por el Sr. exministro, incluso después de su revelación por la periodista Alejandra Matus y sus colaboradores. 

El extitular de Salud podría argüir que en esa época se carecía del conocimiento necesario para tomar las medidas adecuadas para controlar la epidemia, sin embargo, esto, para su desgracia y la del país, es desmentido por una revisión de la prensa de esa época, que revela múltiples fuentes nacionales indicando, por ejemplo, que las cuarentenas totales eran el procedimiento más adecuado para enfrentar efectivamente la diseminación viral.

En este medio (marzo 25 y 8 de abril, 2020), en dos columnas junto a mi colega Romilio Espejo T. (Premio Nacional de Ciencias Aplicadas), indicábamos, basados solamente en la microbiología cuantitativa del virus, que el exministro estaba subestimando grosera y peligrosamente el número real de infecciones y la diseminación rápida y masiva del virus en la población. Sin dudas, el abandono contumaz y mortífero de la ciencia por el exministro en la conducción de la epidemia, fue responsable de la explosión de los contagios y de las muertes en mayo-julio del 2020 y que afortunadamente terminaran con su separación del ministerio. Con esta deletérea historia para la población chilena, uno habría esperado del reemplazante del Dr. Mañalich, el Dr. Paris, un acercamiento a la ciencia y a sus contenidos para gobernar la epidemia, sin embargo, esto tampoco ha sucedido. 

Si bien es cierto el lenguaje truculento y vacuamente presumido del exministro ha sido reemplazado por el lenguaje aparentemente más llevadero del nuevo secretario de Estado, este con sus “leves mejorías”, sus “situaciones complejas”, sus “preocupantes fragilidades” y otros vagos términos, revela también una importante distancia de la ciencia epidemiológica, con la cual el curso de una epidemia debiera manejarse, atendiendo –entre otros– al número concreto de infectados y de muertos y sus tendencias en el espacio y el tiempo.

El alejamiento de la ciencia y de la realidad se traduce, en este caso también, por los extemporáneos permisos de verano, el levantamiento ilógico de cordones sanitarios, los ilimitados permisos de trabajo en cuarentenas, la apertura de centros comerciales, casinos y gimnasios y, por último, por el pasmoso pase de movilidad. Este último, opuesto por una mayoría de sociedades científicas por su renuncia a entender la epidemiología del virus y la ciencia de las vacunas, puede, al igual que las funestas “cuarentenas parciales y dinámicas” de antaño, ayudar a la diseminación viral en la población, aumentando las infecciones y las muertes. Esta última medida revela, también, un insustancial fetichismo respecto de la capacidad de las vacunas como única arma epidemiológica para combatir la diseminación viral, fetichismo que socava el desarrollo pleno y universal de los efectivos métodos de diagnóstico y de aislamientos de nuevas infecciones y de la pesquisa y aislamiento de sus contactos (TTA).  

*En este contexto es esperable, entonces, que la mortalidad por COVID-19 en Chile, corregida por el tamaño de la población, esté alrededor de las mortalidades de los países sobre los cuales la prensa diariamente nos informa que la epidemia se ha manejado de mala forma, como Brasil, EE.UU. y Perú. Recientemente, el Dr. Paris ha confirmado todo esto, con el asombroso exabrupto de “propongan cosas positivas y no basen todo criticar”. Como Galileo dijera hace cuatrocientos años, el libro de la naturaleza está escrito en el lenguaje de la ciencia matemática, las epidemias y las enfermedades son fenómenos naturales y deben, por lo tanto. también ser gestionadas a través de las ciencias cuantitativas, práctica que ha sido de manera importante responsable del progreso de la medicina en los últimos cuatrocientos años.

Respecto de la repetida prescindencia de la mejor ciencia en los tenebrosos cometidos epidemiológicos de los dcotores Mañalich y Paris, podríamos decir, con Albert Einstein, que son una locura, ya que este bien señaló: “Es una locura repetir el mismo método o comportamiento una y otra vez y esperar obtener resultados diferentes”. Locura que, al parecer, necesita de manera urgente de una camisa de fuerza, para evitar que la población chilena continúe costeando sus delirantes desvaríos, con la disminución de la integridad biológica de sus vidas, de su bienestar y de su felicidad. 

*NOTA DEL EDITOR: Este texto fue modificado posterior a su publicación, ya que contenía una declaración, atribuida originalmente al ministro de Salud Enrique Paris, que no correspondía exactamente a sus palabras. El autor de esta columna de opinión, un destacado científico de probada trayectoria en Estados Unidos, tomó la referencia -supuestamente textual- de un sitio que simula ser un medio de alcance nacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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