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Sobrevivir en el riesgo Opinión Créditos: Blas Espinoza Sepúlveda

Sobrevivir en el riesgo

A 31 años del aniversario de uno de los desastres más emblemáticos y desoladores que ha sufrido Antofagasta, no solo debemos estar en alerta y preparados para sufrir nuevamente un aluvión. La ciudad está permanentemente expuesta a otros desastres, como la caída de rocas menores o bloques de mayor tamaño, como ocurrió en la Chimba, donde fallecieron por este motivo menores en un campamento scout. También pueden existir deslizamientos de roca o suelo, erupciones volcánicas y un tsunami provocado por un sismo en la costa.


A 31 años del aluvión ocurrido el 18 de junio de 1991 en la ciudad de Antofagasta, que provocó unos de los desastres más grandes del norte de Chile, las viviendas informales o campamentos crecen sin control en el piedemonte de la ciudad y en zonas aledañas a las quebradas El Ancla, Jardines Sur, La Cadena y La Negra. Todas estas zonas son de alta exposición a aluviones, remoción en masa, desprendimientos de roca y suelo. Todas son zonas bajo riesgo de desastres.

Si el aluvión de 1991 ocurriera hoy, sería difícil poder estimar lo que sucedería ante un desastre de esta magnitud, sin embargo, datos del último Catastro Nacional de Campamentos 2020-2021 de Techo Chile nos entregan algunas luces. En la Región de Antofagasta alrededor de 30 mil personas habitan informalmente en el piedemonte de la cordillera de la costa. En total, son 89 campamentos con 7.298 familias que estarían absolutamente desprotegidas ante un desastre socionatural de este tipo.

En efecto, la lluvia de 1991 llegó en la madrugada y fue extremadamente intensa, alcanzando los 60 mm de agua lluvia en dos horas y 50 minutos aproximadamente. Este fue un fenómeno que se empezó a desarrollar en las zonas altas de la cordillera y sorprendió a los antofagastinos sin ninguna preparación, generando la muerte de 91 personas, 19 desaparecidos, 700 viviendas con destrucción total, 20.000 damnificados, 4.000 viviendas con daños severos y daños a la infraestructura. Las pérdidas económicas fueron cuantiosas: US$71 millones.

Hoy la ciudad sigue su evolución de crecimiento y aquellas quebradas de mayor peligro cuentan con obras de mitigación de aluviones como las piscinas de decantación, ubicadas en las desembocaduras que se proyectan hacia la ciudad. Sin embargo, estas no tienen la mantención adecuada e incluso varias familias han construido sus frágiles viviendas peligrosamente dentro de ellas.

A diferencia de la amenaza de tsunami, en el caso de los aluviones aún no contamos con un sistema de alerta temprana que pueda advertir a las personas cuándo evacuar las zonas de riesgo a tiempo. A la fecha, solo tenemos acceso a las alertas meteorológicas de Onemi, las que han sido bastante útiles para informar a la población y para que las entidades públicas puedan desarrollar estrategias preventivas de evacuación. No obstante, en el caso de un evento mayor, esta información no es suficiente.

A 31 años del aniversario de uno de los desastres más emblemáticos y desoladores que ha sufrido Antofagasta, no solo debemos estar en alerta y preparados para sufrir nuevamente un aluvión. La ciudad está permanentemente expuesta a otros desastres, como la caída de rocas menores o bloques de mayor tamaño, como ocurrió en la Chimba, donde fallecieron por este motivo menores en un campamento scout. También existe el riesgo de deslizamientos de roca o suelo, erupciones volcánicas y un tsunami provocado por un sismo en la costa.

El llamado a las autoridades es que actualicen prontamente los planes reguladores comunales, incluyendo riesgo de desastre de multiamenazas, pero también dar respuesta y la alta necesidad de construcción de viviendas que tiene la población hoy y no solo en Antofagasta, porque es una situación extrema que podemos extrapolar a todo el país, razón por la que hoy tantas familias sobreviven en el riesgo.

 

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