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Descontrol de asentamientos informales aumenta el riesgo de desastre por aluviones en Antofagasta Opinión

Descontrol de asentamientos informales aumenta el riesgo de desastre por aluviones en Antofagasta

Alrededor de 30 mil personas habitan informalmente en el piedemonte de la cordillera de la Costa en Antofagasta. En total, son 89 campamentos con 7.298 familias que estarían absolutamente desprotegidas ante un nuevo desastre socionatural.


A 31 años del aluvión ocurrido el 18 de junio de 1991 en la ciudad de Antofagasta, el que provocó el desastre por precipitaciones más grande registrado en Chile, las viviendas informales y campamentos crecen sin control en el piedemonte de la ciudad desde la quebrada La Chimba, por el norte, hasta la cuenca El Toro, por el sur. Todas estas zonas son de alta exposición a aluviones, caídas de rocas y deslizamientos de roca y/o suelo y, a la vez, zonas de riesgo de desastres.

“Debido al cambio constante y fuerte incremento en la construcción de viviendas en el piedemonte, que ya no se rigen por un orden establecido por el PRC, si el aluvión de 1991 ocurriera hoy, sería difícil poder estimar lo que sucedería ante un desastre de esta magnitud”, señala la investigadora CIGIDEN, Francisca Roldán, sin embargo, si consideramos los datos del último Catastro Nacional de Campamentos 2020-2021 de Techo Chile, indican que en la Región de Antofagasta alrededor de 30 mil personas habitan informalmente en el piedemonte de la cordillera de la Costa. “En total, son 89 campamentos con 7.298 familias que estarían muchas de ellas absolutamente desprotegidas ante un fenómeno natural de este tipo”, advierte.

En efecto, la lluvia de 1991 llegó en la madrugada y alcanzando su máxima intensidad en menos de dos horas. La lluvia acumulada varió desde norte a sur con 14.4 mm en la estación meteorológica de Cerro Moreno hasta los 60 mm en la zona de los Jardines del Sur en 2 horas y 50 minutos, aproximadamente. Este fue un fenómeno que se empezó a desarrollar en las zonas altas de la cordillera de la Costa y sorprendió a los antofagastinos sin ninguna preparación, cuyos flujos de detritos y barro alcanzaron los 15 km/hr, provocando la muerte de 91 personas, 19 desaparecidos, 700 viviendas con destrucción total, 70.000 damnificados, 6.000 viviendas destruidas y daños a la infraestructura. Las pérdidas económicas fueron cuantiosas: US$80 millones.

Piscinas aluvionales

La doctora (c) en Geología de la Universidad Católica del Norte explica que, si bien hoy la ciudad sigue su evolución de crecimiento y aquellas quebradas de mayor peligro cuentan con obras de mitigación de aluviones como las piscinas de decantación —ubicadas en las partes bajas y medias de las cuencas que se proyectan hacia la ciudad—, muchas de estas obras no tienen la mantención adecuada e, incluso, varias familias han construido sus frágiles viviendas peligrosamente dentro de ellas.

“A diferencia de la amenaza de tsunami, en el caso de los aluviones aún no contamos con un sistema de alerta temprana que pueda advertir a las personas cuándo evacuar las zonas de riesgo a tiempo. A la fecha, solo tenemos acceso a las alertas meteorológicas y planos de evacuación de Onemi. Estas alertas meteorológicas han sido bastante útiles para informar a la población y para que las entidades públicas puedan desarrollar estrategias preventivas de evacuación, no obstante, en el caso de un evento mayor, esta información no es suficiente, además si no se cuenta con una mesa de emergencia con personal especializado en este tipo de amenazas, es altamente probable que las estrategias de emergencias sean defectuosas”, sostiene la geóloga.

A más de tres décadas de uno de los desastres más emblemáticos y desoladores que ha sufrido Antofagasta, Francisca Roldán asegura que la población no solo debe estar en alerta y preparada para sufrir nuevamente un aluvión, ya que Antofagasta está permanentemente expuesta a otros desastres, como las caídas de rocas menores o bloques de mayor tamaño, en cuyo caso, en el sector de La Chimba, donde recientemente hubo un incendio, falleció un menor en un campamento scout al exponerse a caídas de rocas detonadas por el sismo de 1995. También podrían existir deslizamientos de roca o suelo y un tsunami provocado por un sismo en la costa.

A juicio de la investigadora, el llamado a las autoridades es a que actualicen prontamente los planes reguladores comunales, incluyendo riesgo de desastre por multiamenazas, que cuenten con profesionales expertos en dichas amenazas en las mesas de emergencia, y sobre todo a dar respuesta a la alta necesidad de construcción de viviendas que tiene la población hoy y no solo en Antofagasta. “Esta es una situación extrema que podemos extrapolar a todo el país y la razón por la que hoy tantas familias sobreviven en riesgo”, plantea.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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